GCEE-1943-001

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Carlos I

Cuando se produjo el primer contraataque navarro en 1516, el virrey Cristóbal de Villalba reclutó un nuevo contingente de 800 caballeros y 2.500 infantes para su defensa.

Una vez restablecida temporalmente la paz en España e Italia, Hugo de Moncada intentó tomar Argel en 1518, pero una tormenta provocó el naufragio de la mayor parte de la flota y la muerte de 4.000 soldados españoles. Durante la rebelión de las comunidades, el ejército real solo pudo contar con un contingente de 2.000 infantes al mando del condestable de Castilla y otro de 1.000 infantes aportado por el virrey de Navarra. Las Guardas de Castilla se dividieron a partes iguales entre ambos bandos.

En 1521 se produjo un tercer y último intento secesionista por parte de los navarros con ayuda francesa. Para frustrarlo, se entregó a Antonio de Fonseca el mando de 8.000 infantes, que en 1524 consiguieron recuperar Fuentarrabía. No obstante, el emperador decidió renunciar a la Navarra tramontana (Ultrapuertos), debido a su difícil defensa.

Ese mismo año, Carlos I levantó un formidable ejército de maniobra para participar en la guerra de Lombardía:

  • 2.300 caballeros: Antonio de Leyva.
  • 6.000 arcabuceros españoles: Fernando de Ávalos;
  • 3.000 rodeleros italianos: Próspero Colonna;
  • 13.000 lansquenetes alemanes: Jorge de Frundsberg.

En 1522 derrotó con humillante facilidad a los franceses y venecianos en la batalla de la Bicoca, y en 1525 llegó a capturar al propio Francisco I de Francia en la batalla de Pavía. En ambos enfrentamientos había quedado patente que la anterior hegemonía de la caballería pesada daba paso a una nueva era de la infantería, por primera vez desde la derrota de las legiones romanas en Adrianópolis (376).

A su regreso a España, el emperador promulgó el 6 de abril la ordenanza de 1525, en la que intentó racionalizar el gasto que suponía mantener sobre las armas cuatro ejércitos simultáneamente. En adelante, la defensa de la península Ibérica seguiría recayendo en las Guardas de Castilla, auxiliadas por pequeños destacamentos de infantería en la Alhambra de Granada, el alcazaba de Almería, la fortaleza de Fuenterrabía y la frontera de Galicia, además de los 50 alabarderos que servían de escolta a la reina Juana. Las empresas exteriores, en cambio, se encomendaban a la caballería ligera y a una coronelía de 1.000 infantes distribuidos entre 3 compañías que, desde entonces, serían mixtas de piqueros y arcabuceros. Cada una de ellas contaba con capitán, teniente, alférez, sargento, pífano, tambor y 12 cabos de escuadra. Dos de los capitanes cobraban ventaja por actuar, respectivamente, como coronel y como maestre de campo (sic), auxiliados por 1 alcalde, 2 contadores, y 3 alguaciles. Este es el primer documento oficial en el que aparece la infantería como una parte más del [[ejército] permanente pero, como muestra de la diferente consideración que aún existía entre las distintas especialidades, baste citar que un hombre de armas cobraba 30.000 maravedíes al año, frente a los 12.144 de un infante.

En 1526 Francisco I fue puesto en libertad, pero rompió su juramento y se alió con el Papa, Inglaterra, Milán y Venecia en la Liga de Cognac. Un nuevo ejército, al mando esta vez del condestable Carlos III de Borbón, les derrotó primero en Milán y, una vez asegurada la frontera piamontesa, puso sitio a Roma. Al año siguiente, las tropas imperiales se amotinaron ante la falta de pagas y saquearon la ciudad santa ante la impotencia del nuevo capitán general, el príncipe de Orange. De hecho, algunas fuentes afirman que el emperador alentó este hecho para presionar al Papa, que resultó humillado y, en adelante, renunciaría a interponerse en los intereses españoles. No obstante, el tumulto causado alentó a los florentinos para restablecer la república.

En el invierno de 1528 partió de España un nuevo contingente de 2.000 infantes y caballeros al mando del maestre de campo Álvaro de Grado, con el objetivo de expulsar a los franceses de Calabria. Este ejército fue también desmovilizado tras la paz de Cambrai. En 1529 un nuevo contingente marchó hacia Viena para intervenir en la primera guerra Habsburgo-Otomana, poniéndose a las órdenes del archiduque Fernando, hermano del emperador. Allí quedaron 5 compañías, reducidas posteriormente a 4. El resto regresó a Italia en 1530, esta vez a la Toscana, donde Orange cedió el mando del ejército al VI marqués de Pescara. Tras saquear Prato, someter la república de Florencia y proclamar a Alejandro de Medici como duque, se desmovilizaron las dos terceras partes de la fuerza para economizar costes.

A comienzos de 1532 el emperador en persona se puso al frente de un nuevo ejército que marchó hacia Viena para intervenir en la segunda guerra Habsburgo-Otomana. Sin embargo, la esperada batalla entre los dos soberanos más poderosos de su época no se produjo, pues Solimán II el Magnífico rehuyó el combate pese a su superioridad numérica y prefirió replegarse a Belgrado. El emperador regresó a Bolonia, donde promulgó una ordenanza por la que licenciaba a todo su ejército] expedicionario excepto 12 compañías que debían guarnecer Nápoles. Este fue el origen del primer tercio de infantería, si bien no tendría refrendo oficial hasta la ordenanza de Génova de 1536, como se verá en el artículo correspondiente a la infantería del siglo XVI.

En junio de 1534 Carlos I pasó revista en Cagliari al ejército expedicionario que iba a participar en la jornada de Túnez, y que ascendía a 25.000 infantes, 2.000 jinetes y 374 navíos. El emperador en persona se puso al frente del ataque, rindiéndose Túnez e1 14 de julio. En 1535 cayó también Bona (Argelia). En 1536 se organizó un nuevo ejército para intervenir en la guerra de Sucesión de Milán. Esta vez se puso al mando del poeta Garcilaso de la Vega, amigo del emperador y veterano capitán de caballería durante la jornada de Túnez, que fallecería heroicamente en el asedio a Le Muy.

La siguiente tabla recoge la evolución de los ejércitos españoles durante este periodo

EJÉRCITO JEFE INICIO FINAL GUARNICIÓN
Ejército metropolitano Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza, condestable de Castilla 1520 1521 Castilla
Antonio Fonseca 1521 1524 Navarra
Ejército de África Hugo de Moncada 1518 1518 Argelia
Carlos I de Habsburgo, rey de España y emperador del Sacro Imperio 1534 1535 Túnez y Argelia
1541 1541 Argelia
Ejército de Italia Próspero Colonna 1521 1523 Lombardía
Antonio de Leyva 1524 1525
Príncipe de Orange 1526 1527 Roma
Álvaro de Grado 1528 1529 Calabria
Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria y rey de Hungría 1529 1529 Austria
Príncipe de Orange 1530 03/08/1530 Toscana
Alfonso de Ávalos, VI marqués de Pescara 03/08/1530 30/04/1531
Carlos I de Habsburgo, rey de España y emperador del Sacro Imperio 1532 1532 Austria
1536 1538 Piamonte
1539 1540 Países Bajos
1544 1544 Francia
1545 1545 Hungría
1546 1547 Alemania
1551 1559 Toscana
1554 1554 Transilvania

Felipe II

Cuando se produjo la sublevación de los Países Bajos en 1567, el III duque de Alba se puso al mando de un ejército compuesto por los cuatro [[tercio]s italianos, unos mil hombres de armas y 250 arcabuceros a caballo, a los que se unieron posteriormente 14 bandas de ordenanza borgoñonas (3.000 caballos) y 1.500 herreruelos alemanes. Cuando acabó la guerra, solo sobrevivía uno de esos tercios, el de Sicilia, mientras que el resto había sido disuelto disciplinariamente tras haberse amotinado por la falta de pagas o por su comportamiento en combate. En su lugar se levantaron otras muchas unidades, compuestas tanto por españoles como por súbditos de las naciones del Imperio español (napolitanos, lombardos, borgoñones, valones, flamencos) y mercenarios (suizos, alemanes, croatas, escoceses, irlandeses).

Por su parte, la caballería peninsular siguió combatiendo en compañías sueltas hasta que, a partir de 1639, comenzaron a agruparse también en trozos para hacer frente a la sublevación de Cataluña y la guerra de Restauración de Portugal. En cambio, en 1649 las compañías desplegadas en los Países Bajos se agruparon en tercios, como las de infantería.

Felipe III

Tras firmarse la tregua de los Doce Años en 1609, el ejército de los Países Bajos se redujo considerablemente.

Felipe IV

El comienzo del reinado de Felipe IV de Habsburgo coincidió con el reinicio de las hostilidades en los Países Bajos, que culminarían con la toma de Breda por Ambrosio Spínola en 1625. En 1632 se promulgan unas ordenanzas que pretenden poner fin a la indisciplina generalizada de las tropas, debida a la falta de pagas y a la tolerancia de los mandos superiores.

La intervención en la guerra de los Treinta Años se saldó desfavorablemente para las armas españolas, que sufrieron la derrota de la Armada en la batalla de las Dunas (1639) cuando transportaba a 14.000 soldados de refuerzo. La sublevación de Cataluña y la guerra de Restauración Portuguesa obligaron a España a firmar el tratado de Munster (1648) y a abandonar definitivamente cualquier pretensión para volver a someter las provincias septentrionales.

Francia aprovechó la coyuntura para invadir Cataluña, cuya Generalidad se vio obligada a solicitar el regreso de los tercios en su ayuda. La derrota de estos en la batalla de Rocroi (1643), la primera en campo abierto, fue interesadamente magnificada por la propaganda francesa, si bien los supervivientes se cobraron su venganza en la batalla de Valenciennes (1656). A la postre, esta victoria arruinaría la posibilidad de una paz favorable con Francia, al hacer concebir falsas esperanzas a la diplomacia española sobre el verdadero estado de su ejército. Cuando se firmó finalmente el tratado de los Pirineos en 1659, los términos resultaron mucho menos ventajosos.

Carlos II

El comienzo del reinado de Carlos II de Habsburgo coincidió con la guerra de Devolución (1667-1668), que finalizó con el tratado de Aquisgrán por el que se reconocía de iure la independencia portuguesa, que había sido proclamada de facto en 1640. Casi sin solución de continuidad, el Imperio español se vio envuelto en la guerra Franco-Holandesa (1672-1678), paradójicamente, en defensa de sus antiguas provincias rebeldes frente a las aspiraciones de Luis XIV, quien consiguió apoderarse del Franco Condado y de otras plazas fuertes. Finalmente, la guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697) se extendió a las colonias americanas y finalizó con la paz de Rijswijk, que supuso nuevas pérdidas territoriales (Haití, Estrasburgo), si bien se recuperó Luxemburgo y la Cataluña ocupada por los franceses.

Los ejércitos del Imperio español se distribuyen de la siguiente forma:

Cada ejército mezcla unidades de distinta procedencia:

  • Súbditos de la monarquía:
    • Españoles;
    • Italianos;
    • Borgoñones.
  • Súbditos imperiales contratados mediante capitulaciones:
    • Alemanes altos (alsacianos, sajones; prusianos);
    • Alemanes bajos (suizos, bávaros, austriacos).
    • Croatas.
  • Mercenarios:
    • Ingleses;
    • Escoceses;
    • Irlandeses.

El mando de cada ejército lo ostentaba un capitán general, noble designado por el rey para la ocasión. Le auxiliaban un gobernador de las armas, un maestre de campo general para la infantería, un general para la artillería y otro para la caballería. Este último contaban con uno o varios tenientes generales, llamados así porque "tenían" el mando cuando faltaba el titular. No existía un estado mayor permanente a nivel nacional, pero cada gobernador o virrey contaba en su territorio con una réplica de ese estado mayor operacional. El maestre de campo general está auxiliado por un sargento general de batalla.

Los oficiales solo pueden servir en las unidades de su propia nacionalidad, salvo los españoles que pueden mandarlas todas. Los soldados suelen ser voluntarios y muchos, en realidad, oficiales reformados. Esto es, aquellos que habían cesado en el mando de su unidad y aceptaban servir por un sueldo inferior a la espera de recibir una nueva patente. De ellos, algunos son nobles que se equipan a sus propias expensas, tanto como símbolo de valentía y honor, como para presentar posteriormente su relación de servicios a la corona en busca de algún título o privilegio. Este detalle resulta crucial para comprender el elevado grado de preparación y disciplina de las tropas.

En caso de necesidad, la corona puede ordenar a los gobernadores respectivos que trasladen tropas de un territorio a otro, o bien que levanten unidades nuevas. Estas, generalmente, son reformadas al término de cada campaña de forma que las unidades más antiguas acaban siendo también las más longevas. Algunas retienen las denominaciones geográficas de procedencia o de guarnición, pero la mayoría se conoce por el nombre de su maestre de campo o coronel, mudándolo con cada relevo. Esto ha complicado tradicionalmente la labor de los historiadores debido a cuatro factores:

  • Un mismo oficial podía pasar de una unidad a otra de mayor preferencia: española sobre el resto; caballería sobre dragones y estos sobre infantería; coraceros sobre arcabuceros.
  • La particular grafía con la que cada escribano interpretaba los nombres extranjeros en los documentos oficiales.
  • La coincidencia en un mismo personaje de varios títulos nobiliarios, empleándose uno u otro de forma indistinta.
  • Los cometidos, voluntaria o involuntariamente por el cronista oficial de la época (conde de Clonard) y que serán repetidos impenitentemente por sus epígonos.

Referencias

Notas

Bibliografía

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  • Boeri, Gian Carlo, José Luis Mirecki y José Palau. The Spanish Armies in the War of the League of Augsburg. Boeri. 2002. Edición española limitada a los escenarios español y africano en Los tercios de Carlos II en la Guerra de los 9 Años. La Espada y la Pluma. 2005.
  • Clonard, Serafín María de Sotto Langton, conde de. Historia Orgánica de las armas de infantería y caballería españolas. D. B. González.
    • Tomo III: Austrias Mayores. 1853.
    • Tomo IV: Austrias Menores. 1853.
  • Giménez González, Manuel. El Ejército y la Armada. Almena, 1864 (reed.).
  • Martínez de Merlo, Jesús y Juan Álvarez Abeillhé. La heráldica y la orgánica de los reales ejércitos. Ministerio de Defensa. 2015.
  • Martínez Ruiz, Enrique: Los soldados del rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica (1480-1700). Actas, 2008.
  • O'Donnell, Hugo (coord.). Historia Militar de España. Laberinto.
    • Tomo III: "Edad Moderna", V2: "El escenario europeo". 2013.
  • Silvela Miláns del Bosch, Juan et al.
    • La caballería en la historia militar. Academia de Caballería, 1979.
    • La caballería española: un eco de clarines. Tabapress, 1992.
  • Sotto Montes, Joaquín de. Síntesis histórica de la caballería Española. Escelier. 1969.

Webgrafía

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