La caballería helenística

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Grecia clásica

Dado lo accidentado del territorio de la Grecia continental, el caballo nunca fue empleado decisivamente en los ejércitos helénicos, si bien la presencia de carros y jinetes está sobradamente atestiguada en el arte clásico, especialmente en la cerámica. Del estudio de estas piezas puede comprobarse que el caballo helénico era de gran alzada. De hecho, el impacto que produjo en los antiguos griegos la visión del primer jinete originó el mito del centauro, un animal mitad humano mitad equino que habitaba en Tesalia, precisamente, el único territorio de Grecia apto para la equitación. El rapto de Hipodamía durante su boda con el rey Piritoo de los lápitas por parte de los centauros dio origen a un tema recurrente del arte griego: la centauromaquia.

Todas las poleis optaron por la falange hoplita y por unas tácticas que diferían enormemente de las usuales en las llanuras asiáticas. Para el reclutamiento de sus escasos jinetes, Atenas recurrió a aquellos ciudadanos que podían costearse y mantener a sus expensas a un caballo: los hippeis. Su número fue tan bajo que apenas tuvieron influencia en las guerras Médicas. Por su parte, Esparta recurrió inicialmente a importar 600 esciritas mercenarios, que serían posteriormente suprimidos por las leyes de Licurgo. La única caballería de envergadura en toda Grecia fue la tesalia, pero resultó rápidamente arrollada por la persa. Dado el respeto que los griegos sentían por los tesalios, su derrota fue tomada como un augurio desesperanzador, de ahí que decidieran plantear la lucha en el mar, donde cosecharon la victoria de Salamina.

Para el previsible combate terrestre, los griegos intentaron desesperadamente contratar 4.000 jinetes sículos, pero el inoportuno ataque de Amílcar de Cartago contra Siracusa obligó a desbaratar sus planes y tuvieron que basar su defensa en obstaculizar a la caballería enemiga, de ahí que para el primer choque se escogiera el desfiladero de las Termópilas. Aunque en Platea (479 AC) pudo desplegar la caballería persa, el terreno quebrado provocó su derrota y la muerte de su jefe Masistio. Pocos días después los supervivientes se tomaron la revancha al cortar las líneas de abastecimiento de Pausanias.

En honor a la verdad, el fracaso de Jerjes no se debió solo a un terreno poco propicio para su caballería sino, sobre todo, al nuevo y desesperado espíritu nacional que las invasiones habían contribuido a fomentar entre los griegos, frente a la escasa motivación de los mercenarios asiáticos que servían en la infantería ligera persa. Tanto es así que, tras su retirada, los soberanos persas no dudaron en contratar a hoplitas griegos, como fue el caso de Jenofonte. Este tuvo contacto en Asia con la guerra a caballo y a su vuelta escribió, además de su Anábasis, la Equitación y el Hipárchico o "Del oficio del jefe de caballería". En estas obras criticaba la costumbre griega de dejar al jinete la responsabilidad del cuidado de su propia montura y preconizaba por una cría caballar a cargo de la polis.

Sus enseñanzas fueron adecuadamente adoptadas por Tebas, donde se educó el mejor general que tuvo la caballería griega: Górgidas. En la batalla de Leuctra (371 AC) contribuyó decisivamente al triunfo de la falange tebana, mandada por Epaminondas. Contra la costumbre establecida, dispuso en el ala izquierda a sus mejores tropas y las reforzó con el "Batallón Sagrado" de Pelópidas. Simultáneamente, Górgidas realizó una maniobra de envolvimiento y atacó por la retaguardia de ese mismo flanco a la infantería espartana, que se derrumbó como un castillo de naipes. El pánico cundió en el otrora disciplinado ejército lacedemonio, que cosechó así una importante derrota.

En la batalla de Mantinea (362 AC), Epaminondas utilizó idéntico dispositivo aunque dando el ataque con su ala derecha. Para favorecer la sorpresa se realizó una concienzuda preparación de la maniobra. Primero formó perpendicularmente a la dirección de marcha, forzando a los espartanos a adoptar el mismo despliegue. Antes de tomar contacto, su flanco derecho que, había quedado oculto por un espolón, completó una maniobra envolvente y apareció justo al flanco de los sorprendidos espartanos, que tampoco esta vez vieron llegar por su retaguardia a la caballería.

Macedonia

Filipo organizó su falange a la manera tebana, pero dotándola de largas picas de diferentes longitudes (sarissa), lo que permitía entrar en combate simultáneamente a varias filas. Los macedonios, como los tracios y tesalios aprendían a montar en su infancia, por lo que estaban familiarizados con el empleo de la caballería. Generalmente la falange macedonia fijaba el frente del enemigo, mientras la caballería lo desbordaba por los flancos. El joven Alejandro aplicó esta táctica en la batalla de Queronea (338 AC) al mando de 15.000 jinetes entre los que destacaban sus compañeros (hetairoi), obteniendo una victoria aplastante sobre los griegos.

Muerto ya Filipo en 334 AC, Alejandro cruzó el Helesponto con su ejército y derrotó al sátrapa de Frigia en Gránico. Dos años después, en Issos, las cargas de caballería contra el ala izquierda y posteriormente contra el centro persa le abrieron las puertas de Asia Menor. Pero fue en la batalla de Gaugamela (331 AC) donde se decidió el destino del Imperio persa. Allí había reunido Darío III el Grande un formidable ejército que incluía 40.000 jinetes medos, sirios, partos, armenios, hircanios, capadocios y albaneses, 15 elefantes y 200 carros falcados persas. Estos tenían unas guadañas tan afiladas en los ejes que muchos soldados seguían intentando avanzar sin darse cuenta de que habían perdido una pierna o un brazo, que se agitaba en el suelo.

Para facilitar su empleo, Darío ordenó nivelar el terreno en las vísperas de la batalla. Cuando esta comenzó, Alejandro avanzó en oblicuo hacia el ala izquierda enemiga, forzando a Darío a enviar a sus mejores escuadrones medos en su persecución, para evitar que abandonase el terreno nivelado. Tras fijar a los bactrianos con su caballería griega, Alejandro ordenó un giro de 90º y penetró entre los huecos dejados por los carros para precipitarse sobre Darío y su escolta, que tuvo que retirarse atropelladamente. El emperador se salvó gracias a que Alejandro tuvo que acudir con su caballería en defensa de los tesalios, cuyos apuros amenazaban con hundir toda su ala izquierda. Viendo huir a su soberano, los persas emprendieron la desbandada, salvo el ala izquierda de la caballería persa, que se retiró ordenadamente y fue perseguida por los macedonios 36 km hasta Arbelas.

El ejército de Alejandro tenía tres tipos de jinetes:

Mientras los griegos y los persas atacaban en líneas de cuatro o cinco jinetes de fondo, los macedonios, tracios y escitas cargaban en cuña y los tesalios en rombo. Orgánicamente había siete tipos de unidades, excluyendo a la zoarquía que consistía en un único elefante y su tripulación de arqueros:

Alejandro cabalgó 16.000 km por el Próximo y Medio Oriente, hasta llegar a las puertas de la India sin haber perdido nunca una batalla. Aunque a veces copió de los persas el empleo de carros, elefantes y camellos, el núcleo de su caballería y, por ende, de su ejército siempre fueron sus escuadrones de jinetes. Con su temprana muerte (323 AC) no solo murió su sueño de un imperio panhelénico, sino la posibilidad de unión de los pueblos indoeuropeos. Al contrario de los griegos, que les denominaban bárbaros, Alejandro era consciente de su parentesco con los persas, bactrianos, escitas, medos, armenios y capadocios, de ahí que tanto él como ochenta de sus generales casaran con extranjeras y consideraran compartir con ellas el dominio del mundo. Sus descendientes transmitirían a Occidente las ideas teocráticas sobre las que se sustentarían los Imperios romano y cristiano.

Grecia antigónida

A la muerte de Alejandro Magno, su imperio pasó al regente Pérdicas en tanto nacía el hijo de Roxana. Inmediatamente, Ptolomeo se rebeló y derrotó en Pelusio a Pérdicas, que fue asesinado por sus propios oficiales. En 320 AC forzó el pacto de Triparadiso, por el que aseguró el dominio de Egipto a su dinastía.

El periodo que siguió a la hegemonía macedónica fue muy oscuro en la Hélade y concluyó con la pérdida de su independencia al ser conquistada por Roma en 146 AC. Sin embargo es en esta época cuando destacará la personalidad de un jefe nato de caballería. Filopemen era jinete desde niño y estudioso de la historia y la táctica. A los 30 años fue nombrado general de la caballería aquea por su victoria en la batalla de Mantinea (207 AC) contra los lacedemonios, a los que causó 4.000 bajas. Partiendo de unos jinetes sin disciplina ni valor, mal montados y peor armados, supo estimularles y adiestrarles con continuos ejercicios y competiciones. Todo ello lo completó con una cuidadosa selección de potros y un exhaustivo entrenamiento.

Alargó la lanza y agrandó el escudo, adoptó la coraza y el yelmo con carrilleras, exigiéndoles a sus hombres que estuvieran siempre en perfecto estado. El continuo ejercicio le mantuvo en buena forma hasta que a los 70 años se puso al frente de la caballería aquea para combatir a las legiones romanas de Manio. Tras pasar toda la jornada luchando cuerpo a cuerpo con los traidores jinetes griegos de Dinócrates, murió asesinado después de que su caballo tropezara y le derribase. Plutarco le dedicó su epitafio: De los astutos ganó por la sorpresa y de los fuertes triunfó con el valor.

Discípulo suyo y también jefe de la caballería aquea fue Polibio, quien acompañó a Escipión en la campaña contra Cartago. Autor de una Historia General, de una Biografía de Filopemen y de la Guerra de Numancia, dejó también un interesante Tratado de Táctica.

Otros autores griegos fueron en su juventud jefes de la caballería romana. Plutarco (siglo I) escribió Vidas Paralelas, biografía de muchas personalidades griegas y romanas. Flavio Arriano (siglo II) escribió obras importantes para el estudio de la guerra en la Antigüedad, destacando el relato de su campaña contra los alanos. Eliano (siglo III) escribió la Táctica de los griegos, más extensa pero de inferior calidad a las anteriores.

Seleucía

Seleuco I se apoderó de Mesopotamia, Armenia, Capadocia, Persia, Partia, Bactriana, Arabia, Tapuria, Sogdiana, Aracosia, Hircania y sus pueblos adyacentes, aún no helenizados. El conflicto con Ptolomeo por el control de la costa mediterránea condujo a una serie de seis guerras Sirias:

  1. (274 AC): Antíoco I derrota a los gálatas y, aliado con Ariobarzanes de Ponto, ocupa las costas de Siria, Caria y Cilicia.
  2. (260 AC): Antíoco II derrota en Cos a Ptolomeo II, pero muere envenenado por su esposa Laodice, a quien había repudiado para casar con la egipcia Berenice.
  3. (246 AC): Ambas mujeres conspiran para coronar a sus respectivos hijos, lo que aprovecha Ptolomeo III para arrebatar Siria a Seleuco II.
  4. (219 AC): Antíoco III recupera Siria pero se demora en invadir Egipto, lo que permite a Ptolomeo IV derrotarlo en Rafia.
  5. (202 AC): Aprovechando la minoría de edad de Ptolomeo V, Antíoco III se alía con Filipo V de Macedonia para recuperar Siria.
  6. (170 AC): Los regentes de Ptolomeo VI declaran la guerra a Antíoco IV, pero son derrotados. Antíoco asedia infructuosamente Alejandría, pero es obligado por Roma a retiarse.

Aprovechando estas guerras, algunos sátrapas independizaron partes del imperio:

  • Chandragupta Mauria se apoderó en 305 AC de las actuales Afganistán y Pakistán tras derrotar a Seleuco con un formidable ejército compuesto por 600.000 infantes y 9.000 elefantes [1]. A cambio del reconocimiento a su nuevo Estado, entregó al vencido 500 elefantes que desempeñarían un gran papel en las guerras de los diádocos.
  • En 245 AC Diodoto independizó Bactriana, fundando un reino que se caracterizó por una rica cultura helenística.
  • En 238 Arsaces independizó Partia.
  • La derrota de Filipo V en Cinoscéfalos (197 AC) impulsó a Antíoco III a intentar invadir Grecia, pero fue derrotado en Magnesia por los romanos. El humillante tratado de Apamea (188 AC) le obligó a entregar sus posesiones anatólicas a Pérgamo.
  • El final de su reinado coincidió con la revuelta de los Macabeos, que se oponían al intento de helenizar Judea.

Hacia 100 AC el Imperio seléucida se veía reducido a Antioquía y otras ciudades sirias, que 17 años después serían anexionadas a Armenia por Tigranes II, quien en 63 AC sería derrotado por Pompeyo.

Partia

La primera mención a los partos corresponde a la inscripción de Behistún, en la que figuran como una de las tribus escitas sometidas a Darío I. Habitaban en el sureste del mar Caspio y se distinguían por ser buenos criadores de caballos arios y de camellos bactrianos. Su sátrapa Fratafernes participó en la batalla de Gaugamela, pese a lo cual Alejandro le confirmó en el poder.

Tras la muerte del macedonio, Partia se incorporó al reino Seléucida de Nicanor, pasando después de mano en mano hasta que en 247 Arsaces aprovechó la conquista de Antioquía por Ptolomeo III para proclamar su independencia. Heredero de la tradición cultural meda y persa, aspiraba a recuperar también el ideal panhelénico de un imperio oriental unificado. Aprovechando las guerras entre los diádocos, los partos se extendieron por todo Irán, entregando tierras a los nobles a cambio de su apoyo militar. Nació así una especie de estado protofeudal. En 141 Mitrídates I anexiona Mesopotamia y es el primero en adoptar el título de shah (rey de reyes). Su sucesor Mitrídates II abrió la ruta de la seda en 115 AC.

Envidioso de los éxitos de Pompeyo en Levante, Marco Licinio Craso decidió invadir Mesopotamia sin el consentimiento del Senado, con un ejécito de 28.000 legionarios y 4.000 auxiliares. Su cotriunviro Julio César, que conocía bien la eficacia de la caballería bárbara por sus campañas contra el suevo Ariovisto y el britano Casivelauno, le envió un contingente adicional de 1.000 jinetes galos bajo el mando del hijo de Craso, Publio. Además, se le incorporaron otros 4.000 infantes y 3.000 jinetes árabes como gesto de buena voluntad del jeque Agbar.

En la primavera de 53 AC Craso cruzó el Éufrates y se adentró en el desierto para llegar al Tigris. Los partos no aparecieron hasta muchos días después y fueron perseguidos por los árabes. El resto continuó su avance hasta que se vio rodeado por el ejército parto a 10 km de Carrhae (Harrán): 1.000 catafractos y 10.000 arqueros a caballo, entre los que se encontraban los traidores beduinos. El visir Surena[2] había prescindido de su infantería considerándola ineficaz y enviándola hacia Armenia para castigar a su rey Artabán por haber prometido ayuda a Roma en el conflicto. La batalla fue una carnicería en la que los romanos cayeron frente a unos arcos mucho más potentes que los suyos y a la primera caballería acorazada del mundo. Aunque la descripción de la batalla carece de interés, supuso la primera victoria de un ejército compuesto únicamente por caballería sobre otro fuertemente pertrechado y bien adiestrado. Era el preludio de la caballería medieval.

Referencias

Notas

  1. Plinio, Naturalis Historia, VI.22.4
  2. En realidad se desconoce su nombre, pues surena significa "caudillo" en lengua parta.

Bibliografía

  • Apiano. Historia romana. Gredos. 1994.
  • Bengtson, Hermann. "Griegos y persas". Historia Universal, vol. 5. Siglo XXI. 1972.
  • Cassin, Elena:
    • "El fin del segundo milenio". Historia Universal, vol. 3. Siglo XXI. 1970.
    • "La primera mitad del primer milenio". Historia Universal, vol. 4. Siglo XXI. 1971.
  • Grimal, Pierre:
    • "La formación del Imperio romano". Historia Universal, vol. 6. Siglo XXI. 1972.
    • "El helenismo y el auge de Roma". Historia Universal, vol. 7. Siglo XXI. 1973.
  • Lión Valderrábano, Raúl:
    • El caballo y su origen. Institución cultural de Cantabria. 1970.
    • La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Livio, Tito. Ad Urbe Condita. Gredos.
  • Maier, Franz Georg. "Las transformaciones del mundo mediterráneo". Historia Universal, vol. 9. Siglo XXI. 1972.
  • Millar, Fergus. "El Imperio romano y sus pueblos limítrofes". Historia Universal, vol. 8. Siglo XXI. 1973.
  • Mommsen, Theodor. Historia de Roma. Turner. 1960.

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