La guerra sin caballería

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Paleolítico

Según la Real Academia, la guerra es una lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. Un aforismo, no por más extendido menos falaz, sostiene que la guerra es consustancial a la humanidad pero, en realidad, durante los dos millones de años transcurridos desde la aparición del género Homo hasta la Edad del Bronce, no está constatado ningún conflicto bélico. De entrada, recientes investigaciones desmienten la teoría clásica de que los primeros cromañones que llegaron a Europa procedentes de África se impusieran de forma violenta sobre los últimos neandertales autóctonos, y proponen una "coexistencia pacífica" sin llegar a la hibridación. La especie más antigua se habría extinguido debido a una peor adaptación a la lucha por los recursos.

Parece obvio que un hombre capaz de inmortalizar pictóricamente a las víctimas animales de sus cacerías habría hecho lo mismo con sus congéneres en aquellos hipotéticos enfrentamientos que hubiera sostenido durante la era glaciar. Sin embargo, la figura humana no aparece en el arte rupestre hasta el Neolítico tardío de la península Ibérica, y siempre asociada a escenas cinegéticas o folklóricas. Solo se ha encontrado un ejemplo que pudiera interpretarse como un enfrentamiento armado, el de los arqueros de Ares del Maestre (Castellón). No obstante, dada la ausencia de caídos en ese hipotético combate, bien podría representar un ritual para favorecer la caza, similar a las danzas tribales africanas o amerindias. En cualquier caso, la ausencia de otros vestigios bélicos durante toda la Prehistoria parece confirmar que la violencia no es innata del género humano, sino una adaptación desafortunada a unas circunstancias determinadas.

Entre esas circunstancias destacan la búsqueda de sustento (común a otras especies animales) y la defensa de la patria, entendida esta como "tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos". Una tribu nómada no suele sentir apego alguno por su hábitat temporal, prefiriendo mutarlo antes que morir defendiéndolo. Todo lo contrario que una cultura sedentaria, debido a que las tierras cultivables no pueden transportarse junto a los enseres y, en caso de abandono, se pierde todo el trabajo invertido. Esto bastaría para explicar por qué el primer conflicto documentado históricamente no se dio entre las tribus de cazadores-recolectores anteriores al Neolítico sino entre las poblaciones sedentarias de la Edad del Bronce.

Durante todo el paleolítico el caballo fue objeto de una caza masiva ya que, al contrario de lo que ocurría con otras especies, era relativamente fácil de cazar mientras se encontraba abrevando y resultaba una pieza altamente rentable de la que se aprovechaba:

  • La carne como alimento;
  • La piel como vestido;
  • Los huesos para fabricar armas, utensilios y objetos artísticos;
  • Las crines y tendones para trenzar hilo y cuerdas.

Neolítico

Hacia el año 8000 AC comenzó la Revolución neolítica en el territorio que hoy se conoce como Creciente Fértil: una región que se extendía en forma de media luna desde el delta del Nilo a la desembocadura del Tigris y el Éufrates, incluyendo Mesopotamia, Siria, Canaán y el sur de Anatolia. Sus habitantes comenzaron a agruparse en pequeñas aldeas y a combinar la caza con el cultivo de cereales, principalmente una variedad de trigo llamada escanda. En lugar de perseguir a las manadas de animales salvajes, aprendieron a domesticarlos, encerrándolos en cercados junto a sus viviendas, siendo los primeros el perro, la oveja y, posteriormente, la cabra, el buey, el cerdo y el asno. Sin embargo, no pudieron hacerlo con el caballo porque tras la última glaciación se había extinguido prácticamente en todo el planeta, sobreviviendo los últimos ejemplares en las llanuras de Eurasia. Durante los siguientes tres milenios aparecieron los primeros arados, los botes a vela, la cerámica y la rueda. Curiosamente, este último invento no se hizo extensivo a Egipto.

Calcolítico

Egipto

Hacia 3150 AC el primer faraón de la primera dinastía, Narmer, emprendió la unificación del Alto y Bajo Egipto sometiendo o expulsando a las tribus libias que poblaban el delta del Nilo. Su ejército se reducía a un pequeño contingente de lo que hoy se denominaría infantería ligera (mesha), y se armaba con los mismos útiles que se empleaban para la caza: jabalina, cuchillo y arco que, ante la falta de enemigos protegidos por armaduras, nunca evolucionó hasta alcanzar el poder de penetración de sus homólogos orientales. La única novedad estrictamente militar era el empleo de someros escudos de bambú recubiertos de piel, protección más que suficiente para detener las flechas enemigas o desviar el golpe de una maza de sílex. El asno se empleaba como animal de carga pero, como aún no se conocía la rueda, el transporte de las tropas se realizaba en falúas[1] por el Nilo.

Al estar Egipto rodeado por desiertos y mares aún no transitables, los faraones del reino antiguo no sintieron la necesidad de reclutar un ejército permanente, decretándose la movilización solo para hacer frente tanto a obras públicas de importancia[2], como a las ocasionales revueltas de los nomarcas provinciales. Una vez concluidas aquellas o sometidos estos, la mesha regresaba a sus faenas agrícolas, práctica común a la mayoría de pueblos de la Antigüedad pues a cualquier economía de subsistencia le resultaba muy oneroso mantener a personal no productivo.

Creta

La civilización minoica se desarrolló entre 3000 AC y 1700 AC, alcanzando su apogeo en torno al año 2000 AC. Dado su hábitat insular, el pueblo cretense era de carácter marinero y volcó todo su esfuerzo bélico en el mantenimiento de una gran flota, con la que establecieron su talasocracia en el Mediterráneo oriental.

Pese a sus contactos con los vecinos de ambas riberas, los cretenses no conocían el carro de guerra, la rueda ni, por supuesto, el caballo, aunque desarrollaron un importante sistema de escritura para llevar la contabilidad del templo-palacio.

Referencias

Notas

  1. Embarcación a vela de pequeño calado, destinada al transporte fluvial.
  2. Por ejemplo, las grandes pirámides de Gizeh, cuya construcción se atribuyó durante mucho tiempo a una masa de esclavos en un periodo en el que aún no está constatada la práctica de la esclavitud.

Bibliografía

  • Bertorelle, Giorgio et al. Evidence for genetic discontinuity between Neandertals and 24.000 years-old anatomically modern Europeans. Universidad de Florencia. 2003.
  • Leakey, Richard y Roger Lewin. Los orígenes del hombre. Aguilar. 1980.

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