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La caballería europea del siglo XIX

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Esta nueva era cambia por completo el paisaje europeo. Italia consigue reunificarse por primera vez desde el Imperio romano. Alemania también se reunifica y se convierte, además, en la nación más poderosa del continente. El Imperio británico alcanza su máximo apogeo con la reina Victoria. Francia llega a dominar toda Europa con [[Napoleón Bonaparte]], para ver después reducidas sus fronteras a los límites del siglo anterior y sufrir la amputación de Alsacia y Lorena. Austria se ve separada de Alemania y comienza a expandirse en los Balcanes. El Imperio Otomano tiene que ceder numerosos territorios europeos que, al final, quedan reducidos a Tracia. Rusia se expande en todas direcciones y sueña con arrebatar Constantinopla a la Sublime Puerta.<br />
La [[caballería]] no sufre grandes modificaciones respecto al siglo anterior. Se mantiene la [[carga]] al [[galope]] y al [[arma]] blanca, reagrupándose las [[unidadesunidad]] es para dar una nueva en caso de resultar fallida la primera. La no observación de esta norma provocará no pocos desastres. Desde Federico II de Prusia había vuelto a ser un [[arma]] tan decisiva como la [[infantería]], aunque sin llegar a quitarle protagonismo en la [[batalla]] como hará la [[artillería]] tras la Revolución industrial. Esta tendencia se inicia con el artillero más famoso del mundo: [[Napoleón Bonaparte]] y llega a su máxima expresión con los rusos, que compensan así la debilidad y escasa motivación de su [[infantería]].<br />
Mientras los franceses impulsaban el desarrollo de la [[infantería]] ligera, que en nutridas avanzadillas precedía a las columnas, Wellington seguía formando en las dos [[línea|líneas]] clásicas, aunque suavizando algo la rigidez prusiana. Ahora pasa a ser más fuerte la segunda [[línea]], que normalmente se mantiene apartada del combate y protegida por obstáculos naturales o por la [[artillería]] y [[caballería]] propias hasta la fase decisiva del [[combate]].<br />
==Francia==
Los revolucionarios franceses sustituyeron los movimientos precisos y complicados de la [[táctica]] alemana, por otros más sencillos, efectuados por [[columna|columnas]] independientes que les permitían aprovechar mejor el [[terreno]]. La Grande Armée se dividió en seis [[cuerpo de ejército|cuerpos de ejército]], interarmas, autónomos y polivalentes, que se convirtieron en la [[unidad]] fundamental de [[combate]] al mando de un [[mariscal]]. Cada uno se articulaba en varias [[divisiones]] de [[infantería]] a cuatro [[regimientos]] como [[unidadesunidad]] es de [[maniobra]] y otra de [[caballería ligera]] como [[unidad]] de [[reconocimiento]] y [[reserva]]. Además, había un séptimo cuerpo compuesto únicamente por [[caballería pesada]], que actuaba como [[reserva]] estratégica junto a la Guardia Imperial. La [[bayoneta]] y el [[sable]] se convirtieron en las estrellas de los campos de [[batalla]]. Los tiradores, a pie o a [[caballo]], se limitaban a preparar el [[combate]] desde posiciones ventajosas y a cubierto de la vista y el [[fuego]] del [[enemigo]]. Triunfó, por tanto, la movilidad y la iniciativa individual sobre el rígido orden de la escuela prusiana.<br />
El autor de dicha [[táctica]] fue Guibert, autor del único libro que llevaba [[Napoleón Bonaparte]] en su maletín de [[campaña]]. Las Ordenanzas de [[1778]] ya incluían esta [[táctica]], que en síntesis consistía en un movimiento inicial por [[columna|columnas]] de [[batallón]], un despliegue de tiradores y [[artillería]], una [[maniobra]] de la [[caballería]] y un asalto final al [[arma]] blanca. Con el empleo de las columnas se pretendía también ofrecer menos frente a unos [[cañón|cañones]] cada vez más precisos.<br />
En general, [[Napoleón Bonaparte|Napoleón]] disponía sus fuerzas en dos [[línea|líneas]] de igual potencia pero, mientras la primera desplegaba en [[batalla]], la segunda lo hacía en [[columna]]. Por delante se situaba una [[vanguardia]], cuya fuerza era un quinto del total. En [[retaguardia]] situaba a la caballería divisionaria, con la misión de detener a la [[enemigo|enemiga]] si rebasaba a la primera [[línea]]. La [[artillería]] se emplazaba en el centro y las [[ala|alas]] de la primera [[línea]]. En las marchas evitaba las grandes guarniciones, prefiriendo [[vivac|vivaquear]] por [[divisiones]], lo que le permitía aprovechar mejor los recursos del país, sin esquilmarlo con una densidad elevada de [[unidadesunidad]]es.<br />
A la Francia revolucionaria le costó tiempo y esfuerzo reconstruir su [[caballería]], al desaparecer prácticamente la [[oficial|oficialidad]] aristocrática. La mayor parte de los nuevos [[jinetes]] apenas sabía montar y casi ninguno de ellos cuidaba a sus [[caballos]] de forma adecuada. La [[guerra de la Convención]] acentuó la tendencia de especializar el [[armamento]], la [[instrucción]] y, a la postre, los [[instituto|institutos]] del [[arma]].<br />
El [[fuego]] para Jomini solo era conveniente cuando se pretendía debilitar a la [[infantería]] antes de una [[carga]] al [[arma]] blanca. En cambio, De Presle aseguraba que el [[fuego]] era el único modo de detener la [[carga]] [[enemigo|enemiga]] cuando había sorprendido a la propia y no le permitía retirarse. Así lo hicieron con éxito el [[general]] Lafarrier y los [[dragones]] de la División Saint Croix cerca de Pombal en [[1811]]. Warnery también recomendaba utilizar las [[armas]] de [[fuego]] en [[maniobra|maniobras]] de [[retirada]] en presencia de fuerzas irregulares del [[enemigo]]. Con todo, los autores que dieron más importancia a las [[armas]] de [[fuego]] fueron Bismarck y Okonef.<br />
Aunque la opinión general era que una [[carga]] de [[caballería]] no resultaba efectiva contra un [[batallón]] de [[infantería]] formado en [[cuadro]], a no ser que se acompañara de una notable concentración [[artillería|artillera]], Jomini recordaba los casos de Eylau y Dresde, en los que una fuerte ventisca azotaba de tal forma a la [[infantería]] que le impedía concentrarse. En el caso del [[choque]] entre dos [[unidadesunidad]] es de [[caballería]], era partidario de la [[carga]] al [[trote]], con algunos [[escuadrones]] de [[caballería ligera]] o irregular lanzados a la desbandada contra los [[flanco|flancos]] contrarios. Rocquancourt reconocía que la velocidad no era lo más importante de una [[carga]], sino mantener una formación cerrada y bien alineada, por lo que recomendaba no pasar al [[galope]] tendido hasta llegar a unos 60 metros del [[enemigo]]. Por el contrario, el duque de Ragusa prefería el ímpetu al orden. Todos ellos fueron partidarios de [[carga|cargar]] en dos [[fila|filas]] con [[intervalo|intervalos]] entre [[escuadrones]] y preferiblemente por escalones sucesivos. Los austriacos, en cambio, solo dejaban [[intervalo|intervalos]] entre las [[divisiones]] lo que equivalía, según su [[orgánica]], a cada dos [[escuadrones]].<br />
Jomini consideraba que un [[ejército]] en [[campaña]] debía estar compuesto en su sexta parte por [[jinetes]] o bien en un décimo si se combatía en terreno montañoso. Por esta época, la [[caballería]] suponía en Prusia y Baviera un cuarto de su [[ejército]], en Francia y Austria un quinto, en Rusia un sexto y en Gran Bretaña un octavo. Pese a ello, casi todos los [[general|generales]] de la época llegaron a quejarse de carecer de la [[caballería]] suficiente para haber evitado la derrota o para haber explotado la victoria. Sirva como ejemplo las batallas de Lutzen y Bautzen ([[1813]]), en las que Francia no pudo obtener una victoria decisiva por estar su [[caballería]] excesivamente desgastada tras la campaña rusa.<br />
* Las reservas.
Los primeros informaban del número y posiciones del [[enemigo]], interceptaban la correspondencia y hacían prisioneros. Envolvían al contrario en una red que tanto descubría sus movimientos como enmascaraba los propios. Comenzado el [[combate]], la [[caballería]] se replegaba a las [[ala|alas]] para reorganizarse, cayendo sobre el [[enemigo]] vigorosamente cuando se encontraba suficientemente quebrantado. Al atacar siempre por los [[flanco|flancos]], no entorpecía el [[fuego]] de las otras [[armas]]. Terminada la [[batalla]], perseguía y cortaba la [[retirada]] del vencido. En la práctica, estas últimas acciones no se prodigaron, pues predominó la cautela. De hecho, las [[unidadesunidad]] es de [[coraceros]] prusianos volvieron casi intactas a sus [[acuartelamiento|cuarteles]] al acabar la [[campaña]]. Para unos el mérito estribó en la [[táctica]], para otros en la eficacia de sus [[coraza|corazas]]. Probablemente se debiera a la combinación de ambas.<br />
El propio príncipe Hohenlohe confesaba tras la [[campaña]] que no hubiera obtenido tan brillantes resultados si el [[enemigo]] hubiera empleado su [[caballería]] de la misma forma. En lugar de eso, fiel a la tradición, la mantuvo en [[reserva]] para dar un golpe decisivo que nunca tuvo lugar. Pese a que la proporción de [[caballería]] en el [[ejército]] prusiano era de 1:4, Hohenlohe se quejaba de su escasez. En el francés no llegaba a 1:6.<br />

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