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La caballería española del siglo XIX

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España comenzó el [[siglo XIX]] combatiendo con Portugal, para sufrir luego los desastres de una de las [[guerra]]s más despiadadas que haya conocido, con motivo de la invasión napoleónica. Por este motivo, las nuevas ideas liberales no llegaron a triunfar y provocarían una permanente lucha entre los partidarios del Antiguo Régimen y los promotores del nuevo, enfrentamiento que derivó en varias [[guerra]]s civiles. Acabada la [[guerra de Independencia Española]] (1801-1814) se iniciaría otra no menos importante en las [[guerras de Independencia Hispanoamericanas]], que se alzarían con su independencia gracias a la claudicación política de la metrópoli. Las tragedias de este siglo, funesto para la nación, no acabarán ahí. A lo largo de cien años se suceden dos invasiones, cinco [[guerra]]s civiles, cuatro coloniales y un [[pronunciamiento]] cada diecisiete días, que dieron como resultado la promulgación de nueve constituciones. Al final del periodo, España había perdido todo su [[Imperio español|imperio ultramarino]] y se había convertido en una potencia de segunda fila en una Europa cada vez más industrializada.
Tras el motín de Aranjuez de marzo de [[1808]], el príncipe de Asturias [[Fernando VII de Borbón|Fernando]] se trasladó a Bayona, donde Napoleón consiguió presionarle para que abdicara de sus derechos al trono sobre su padre, [[Carlos IV de Borbón]], sin suponer que este lo había hecho en la persona del emperador. Por ello, la corona española pasó de forma más o menos "legítima" a su hermano José I Bonaparte.
Ignorante de este drama, el pueblo español se levanta el 2 de mayo en Madrid contra las [[división|divisiones]] francesas que, supuestamente, debían dirigirse a Portugal, aunque nunca fue esa su intención. Al encontrarse ausente el monarca, el mando del [[Ejército]] español recaerá primero en las Juntas de Defensa, posteriormente en la Regencia y, desde [[1811]], en las Cortes de Cádiz. Tras tres años en los que la fortuna se inclinó alternativamente hacia ambos contendientes, los españoles y sus aliados británicos conseguirán poner en fuga al invasor, obligando a José Bonaparte a abandonar definitivamente suelo español en [[1813]].
Este periodo puede considerarse como uno de los más complicados respecto a la orgánica, debido al elevado número de [[unidadunidades]]es que se crearon, a la efímera vida de la mayoría de ellas y a la frecuente carencia de fuentes oficiales para su estudio. Todas las instituciones públicas y privadas rivalizan en levantar [[partida]]s, [[escuadrón|escuadrones]] e, incluso, [[regimiento]]s de [[infantería]], de [[caballería]] o mixtos. Algunos mejor organizados que otros y con [[mando]]s que en la mayor parte de los casos, nunca habían tenido relación directa con el [[ejército]] regular. Pese a todo, en algunos desarrollaron unas aptitudes castrenses que ni ellos mismos podían sospechar, gracias a su audacia, valor y conocimiento del terreno en que se movían. En ocasiones, unas decenas de hombres ponían en jaque a una [[columna]] [[enemigo|enemiga]] compuesta por [[tropa]]s perfectamente organizadas y disciplinadas.
Aunque en los [[ejército]]s invasores era mayoritario el componente francés, también sirvieron junto a José Bonaparte algunas unidades de [[caballería]] formada por españoles mal llamados afrancesados, ya que no eran sino leales a la legitimidad dinástica y estaban contagiados del mismo espíritu liberal de la Revolución francesa que luego lucharía contra [[Fernando VII de Borbón|Fernando VII]].
Pese a haber sido recientemente reclutada y por tanto carecer de una adecuada [[instrucción]], la superioridad de la [[caballería]] francesa quedó patente durante la [[guerra de Independencia Española]], donde resultó decisiva en casi todas las [[batalla]]s con excepción de los sitios. Villaseñor ([[1880]]) afirma que la [[infantería]] española, solo llegó a ser realmente eficaz cuando estuvo apoyada por [[caballería]] británica, dada la escasez de la hispana. Gran parte de culpa la tuvo el propio Napoleón, cuando convenció a [[Carlos IV de Borbón]] de enviar a Italia y Dinamarca a cinco [[regimiento]]s completos con la expedición del marqués de la Romana. Los 540 [[caballo]]s adicionales para reforzarlos tuvieron que ser facilitados por el resto. Además, cada [[regimiento]] tuvo que ceder dos o tres [[escuadrón|escuadrones]] para la campaña de Junot en Portugal de [[1807]].
El arma tenía ese año un total de 16.600 [[jinete]]s y 10.600 [[caballo]]s, de los que la mitad se encontraban fuera de España cuando se inició la [[guerra]], por lo que solo un tercio de los efectivos pudo conseguir una montura. Aunque se crearon muchas [[unidadunidades]]es, la [[caballería]] no es un [[arma]] que pueda improvisarse. En la [[batalla de Medina de Rioseco ]] ([[1808)]]), de los 22.000 españoles solo había 750 [[jinete]]s y en [[batalla de Bailén |Bailén]] ([[1808)|Bailén]] ) solo formaron 1.200 de un total de 15.000. Otras batallas como [[batalla de Talavera |Talavera]] ([[1809)|Talavera]]), [[batalla de Albuera |Albuera]] ([[1811)|Albuera]]), [[batalla de Salamanca |Salamanca]] ([[1812)|Salamanca]] ) o [[batalla de Vitoria |Vitoria]] ([[1813)|Vitoria]] ) no fueron realmente decisivas por la carencia de una [[caballería]] que aniquilase a los franceses en su [[retirada]].
La [[oficial]]idad sumaba 963 efectivos, de los que dos tercios provenían de la clase de [[cadete]]s (mejor preparados) y el resto de los [[sargento]]s (más disciplinados). En general, la escalilla estaba bastante envejecida, teniendo la media de edad más alta de Europa: 64 años entre los [[coronel]]es, 58 entre los [[capitán|capitanes]] y 50 entre los [[teniente]]s y [[alférez|alféreces]]. El [[comandante]] Jerónimo Ramírez, del [[Regimiento de Caballería España]], por ejemplo, tenía 79 años de edad y 52 de servicios. El [[coronel]] de mejor carrera era Luis Gref, que se encontraba de baja por haberse roto una pierna en tres partes y haber perdido el pie en la explosión de un polvorín.
La influencia gala se advierte en varias reorganizaciones de posguerra, pese a que en [[1814]] se había adoptado el reglamento táctico inglés, traducido por el [[comandante]] [[Francisco Ramonet]] en [[1809]] y que estuvo vigente 33 años. Como ejemplo de ello, baste citar la adopción generalizada de la [[lanza]], introducida en España por los [[lanceros|ulanos]] polacos de Napoleón, si bien en [[batalla de Bailén (1808)|Bailén]] compartieron protagonismo con los garrochistas andaluces.
Por el mismo motivo, algunas [[unidadunidades]]es de la [[caballería de línea]] recibieron de nuevo una [[coraza]], aunque no todos estuvieron de acuerdo con esta medida. El [[brigadier]] Ramonet lo consideró un error, debido a la baja estatura del [[jinete]] español y a la falta de [[caballo]]s de gran alzada que pudieran soportar ese peso añadido. Como ejemplo, citaba las libras que se colocaban en las sillas de los hockeys ingleses durante las carreras, para compensar su diferencia de peso. Como tampoco veía bien la solución austriaca de suprimir el espaldar porque desequilibraba al [[jinete]], proponía crear una especie de ''escaupiles'' de cuero doble de buey o tapir, capaz de resistir cuchilladas, lanzadas o balazos a doscientas varas.
En [[1818]] volvieron a suprimirse las [[coraza]]s y dos años después desaparecía el [[instituto]] de [[húsares]]. En [[1821]] desaparecieron también las denominaciones de [[lanceros]] y [[cazadores]], reaparecieron los [[coraceros]] y los [[dragones]] se convirtieron en caballería ligera. Aunque al principio se creía seguir el principio napoleónico de no especializar a ningún [[instituto]] en el [[combate]] pie a tierra con [[arma]]s de fuego, el abandono de la [[instrucción]] correspondiente hizo que se perdiera la preparación necesaria para realizarla.
Los frecuentes cambios de gobierno que se produjeron a lo largo del reinado de [[Isabel II de Borbón]] tuvieron su reflejo en la organización del [[Ejército]], que sufrió más modificaciones en la [[uniformidad]] y [[armamento]] que en todos los anteriores reinados y en la mayoría de los sucesivos. Afortunadamente, empezaron a circular las "cartillas de uniformidad", que recogían en textos e imágenes todas estas vicisitudes para regocijo de los estudiosos de estos temas. Sin embargo, no fueron exhaustivas en cuanto a cubrir todos los cambios habidos, por lo que aún existen algunas lagunas.
Aunque durante esta época se dieron frecuentes cambios de escala y de adscripción a los diferentes [[instituto]]s, la labor del [[general]] inspector de [[caballería]], [[Valentín Ferraz]], permitió contar con una [[caballería]] eficiente y útil, partiendo casi de cero. Sin embargo, la confusión entre los diferentes [[instituto]]s trajo consigo que muchos [[general]]es y teóricos [[militar]]es posteriores no supieran distinguir y determinar claramente sus misiones. Cuando se entra en la segunda mitad del [[siglo XIX]], comienzo de la gran crisis de la [[caballería]] a nivel mundial, la caballería no tiene una idea clara de cuáles son sus fines y los medios más adecuados para llevarlos a cabo. Las [[unidadunidades]]es cambiaban tan rápidamente de numeración que llegaron a marcar a sus [[caballo]]s con el nombre, lo que tampoco serviría de mucho, ante los cambios que se avecinaban.
Durante la [[primera guerra Carlista]] ([[1833]]-[[1840]]), Vasallo llegó a decir que ''si nuestros jefes hubieran confiado en la táctica, se habría ahorrado la mitad de la sangre que derramaron nuestros soldados''. Villaseñor aseguraba que en [[1833]] no existían más de 3.000 [[caballo]]s, cuando para completar una proporción mínima de [[caballería]] (10%) habrían hecho falta 30.000. La escasez de [[caballería]] era tal, que a la disponible se le encomendaba todo tipo de misiones sin tener en cuenta su [[especialidad]]. Igual formaban los [[húsares]] en [[línea]] para [[carga]]r, como los [[coraceros]] en [[guerrilla]] para explorarar o los [[lanceros]] en [[columna]] para proteger un [[convoy]]. Zumalacárregui, que no disponía de [[arma]]s de fuego, organizó solo [[escuadrón|escuadrones]] de [[lanceros]]. Destaca por su curiosidad la creación de una [[sección]] de [[caballería]] en la [[compañía]] de [[infantería]] de marina que organizó Felipe Caldero<ref>Padrastro del general Cabrera.</ref> para operar con lanchas cañoneras por el delta del Ebro.
En las numerosas marchas y contramarchas que se realizaron durante la [[guerra]], una de las misiones que con más frecuencia se encomendó a la [[caballería]] fue la de realizar las grandes [[guardia]]s. Para ello la [[unidad]] designada se dividía en tres partes: la primera formaba el cordón de seguridad, la segunda permanecía de retén cerca de los [[caballo]]s y la tercera descansaba.
 
[[File:1838 Húsares de la Princesa.jpg|center|600px|thumb<center>Húsares de la Princesa (1838)</center>]]
En [[1856]] se restableció el servicio militar obligatorio, según el criterio de las Cortes de Cádiz, aunque muy pronto empezaron a admitirse redenciones en metálico y a decretarse exenciones. A partir de la década de los 60, los adelantos técnicos permitieron la fabricación de [[fusil]]es de repetición "Spencer" y de las primeras [[ametralladora]]s "Gatlin". El uso de estas [[arma]]s, junto al cada vez mayor empleo de [[trinchera]]s y alambradas, sembraron las primeras dudas sobre la capacidad del [[caballo]] para permitir al [[arma]] cumplir sus misiones.
Comenzó una etapa crítica para la [[caballería]], llegándose a dudar de su utilidad y reduciéndose sus cometidos prácticamente a la [[carga]]. Francisco Villamartín ([[1860]]) escribió:
:''La caballería es un arma auxiliar, tiene mucha aptitud de movimiento en determinados terrenos y ninguna en otros. Su fuerza solo es ofensiva y su acción resolvente, por eso necesita el auxilio de otra arma que prepare con la destrucción lo que ella va a resolver con el movimiento''.
Si el [[enemigo]] era también de [[caballería]] recomendaba igualmente el [[galope]], pero no se atrevía a contradecir a Jomini. Sin embargo sostenía que el [[choque]] y la pelea rara vez se verificaban, lo que no era exacto. El príncipe de Hohenlohe escribiría pocos años después cómo la [[caballería]] francesa siempre aceptó el [[combate]] con la prusiana y jamás volvió [[grupa]]s antes del [[choque]] en sus [[guerra]]s contra austriacos y prusianos. Sirvan como ejemplo las [[batalla]]s de Eckmüll entre los [[coraceros]] franceses y austriacos o el impresionante enfrentamiento a [[lanza]] y [[sable]] de Mars la Tour entre franceses y prusianos.
Concluía Villamartín que el carácter distintivo de la [[caballería]] no era la tenacidad sino el ímpetu, y que si en el primer momento no conseguía la victoria, debía replegarse al amparo de otras fuerzas para rehacerse. Nunca debía ser ciega en sus persecuciones ni tímida en sus correrías; aunque podía cruzar el país en todas direcciones y alejarse mucho, debía estar presta a retroceder a sus [[línea]]s sin comprometerse en [[combate]]s infructuosos. De esta forma, un [[ejército]] tenía seguras sus comunicaciones, despejado su [[frente]], abundantes recursos y noticias exactas del [[enemigo]]. Lástima que Villamartín no hubiera estado más atento al desarrollo de la guerra de Secesión Estadounidense ([[1861]]-[[1865]]) pues, al igual que el resto de [[militar]]es europeos, consideraba a su [[caballería]]
:''una banda de alborotadores que se perseguían a través del país y de la que no había nada que aprender''.
==Sexenio Democrático==
La más absoluta falta de medios morales y humanos por el absurdo temor a un inexistente pretorianismo metropolitano, comenzará a desestabilizar las bases del [[Ejército]] durante el Sexenio Democrático, proceso que culminará al final de la centuria en dos graves desastres en Melilla y Ultramar. La [[guerra Larga de Cuba]] ([[1868]]-[[1878]]) comenzó el 10 de octubre, perfectamente sincronizada con la revolución que derrocó a [[Isabel II de Borbón]]. La protesta más o menos airada de criollos descontentos con el centralismo y la corrupción y de esclavos ansiosos de libertad, dieron paso a una lucha encarnizada en la que se confrontaron el inmovilismo radical, esclavista y económico de los intereses azucareros, con el reformismo a ultranza de los criollos abolicionistas, que convirtieron estos ideales en un virulento separatismo independentista. Simultáneamente el lejano y cambiante gobierno nacional tenía ante sí como amenaza más peligrosa la [[tercera guerra Carlista]] ([[1872]]-[[1876]]).
En Filipinas nunca llegó a haber una colonización en sentido estricto, sino más bien una cristianización misional. Las características raciales, el idioma tagalo, el inmovilismo institucional y la extensión del océano Pacífico no habían permitido que prendiesen allí las ideas secesionistas americanas de comienzos de siglo. Sin embargo, la apertura del canal de Suez el 17 de noviembre de [[1869]] favoreció que los hijos de la clase dirigente acudieran masivamente a la metrópoli a cursar sus estudios superiores y regresaran a las islas convertidos en apasionados reformistas. En [[1871]] comenzó en Cavite una vasta conjura separatista a la que se unieron movimientos separatistas como el de los moros juramentados, antecesores de los fundamentalistas islámicos actuales. En las acciones emprendidas contra ellos, la [[caballería]] solo estuvo representada por el [[Escuadrón Lanceros de Luzón]], cuya actuación fue meramente testimonial.
La Restauración no fue responsable de los problemas [[militar]]es, simplemente los heredó; pero los políticos no se atrevieron a resolverlos sino que prefirieron contemporizar, lo que no hizo sino complicarlos. Tanto un partido como otro fueron incapaces de afrontar la problemática existente, que cada vez se enrevesaba más y como consecuencia de todo ello padeció el distanciamiento [[militar]].
Pasada la época de los pronunciamientos, el [[Ejército]] politizado dejó paso a otro más interesado en la defensa nacional y en su modernización profesional. Aunque tenía una clara conciencia de su misión como salvaguarda de la patria, seguía existiendo en las Cortes una serie de [[general]]es que vetaba cualquier reforma profunda en la estructura, sobre todo tras analizar los resultados de la guerra Franco-Prusiana ([[1870]]-[[1871]]).
De acuerdo con el propio Bismarck, el [[teniente]] Prieto ([[1872]]) sostenía que
:''la acción de la caballería es de gran importancia antes y después del combate; durante la lucha pese a haber perdido la importancia de antaño, puede contribuir al éxito a veces con su acción y otras con su mera presencia''.
En el teatro de operaciones del Norte, el único digno de tal nombre, apenas hubo acciones de envergadura en las que interviniera la [[caballería]] como protagonista, con las excepciones de las batallas de [[batalla de Oteiza |Oteiza]] ([[1874)|Oteiza]]), [[batalla de Treviño |Treviño]] ([[1875)|Treviño]] ) y [[batalla de Aoiz |Aoiz]] ([[1875)|Aoiz]]). El resto de los [[combate]]s fueron puntuales asaltos a [[trinchera]]s, pues el terreno no era propicio la [[carga]] clásica y los [[jinete]]s tenían que aumentar su distancia para compensar el aumento de volumen, [[alcance]] y precisión de los [[fusil]]es de la [[infantería]]. La [[tercera guerra Carlista]] terminó en Cataluña con la toma de la Seo de Urgel el 27 de agosto de [[1875]], y en el Norte con la de Estella el 19 de febrero de [[1876]].
Pocas enseñanzas pueden extraerse del empleo de la [[caballería]] en este conflicto, pues todavía era más escasa que en las anteriores. Sin embargo, el [[jinete]] carlista Vayreda ([[1898]]) afirmó que
: ''No hay acción por grande o pequeña que sea en la que no tenga que intervenir, sin tener en cuenta ni su entidad o lo propicio del terreno, mientras que la republicana solamente sirve para alardear''
==María Cristina==
Al contrario de lo que sucedería con su hijo, las relaciones de la regente con el [[Ejército]] fueron escasas: bordó la [[bandera]] de la [[Academia General Militar]], realizó una ascensión en un [[globo aerostático]] del [[cuerpo]] de [[ingenieros]] (algo insólito para la realeza de la época), dio su nombre a una nueva [[orden militar de María Cristina|orden militar]] y prestó su efigie a varias [[condecoración|condecoraciones]]. Por el contrario, tuvo que afrontar la [[primera guerra de Melilla]] ([[1893]]-[[1894]]), la [[guerra de Independencia Cubana]] ([[1895]]-[[1898]]), la [[Revolución filipina]] ([[1896]]-[[1898]]) y la [[guerra Hispano-Norteamericana]] ([[1898]]) que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Tras la venta de las Carolinas y Marianas a Alemania ello supuso la liquidación del [[Imperio español]].
La [[caballería]] acabó el [[siglo XIX]] en una situación pésima para afrontar la gran crisis de las primeras décadas del siguiente. Continuaba aproximadamente con los mismos efectivos, mientras que la [[infantería]] había triplicado su fuerza en los últimos 40 años. El número de [[oficial]]es resultaba desmesurado, mal común al resto de [[arma]]s. Al término de la [[tercera guerra Carlista]] contaba con 2.085 [[oficial]]es y 14.027 [[caballo]]s; en [[1885]] los primeros habían aumentado hasta 2.990 mientras que el [[ganado]] había descendido a 9.370.
Por otro lado, las dudas de Jomini sobre si la [[carga]] debía darse al [[trote]] o al [[galope]] dejaron de tener sentido. Se hacían a [[galope]] tendido que, por otra parte, fatigaba menos al [[caballo]] que el contenido, aunque se precisaba una adecuada [[instrucción]] para acostumbrar al [[jinete]] y al [[caballo]] a los efectos de las nuevas [[arma]]s automáticas.
El [[Reglamento para el servicio en campaña (1882)]], aprobado por R.O. RO de 5 de enero de ([[1882]])(CL 25), ilustra sobre los principales detalles de la [[táctica]] de la época. Para realizar sus cometidos, la [[caballería]] se articulaba en dos grandes núcleos, las [[brigada]]s de la [[División de Caballería]] y los [[regimiento]]s asignados a las [[división|divisiones]] de [[infantería]]. Las primeras aseguraban el [[frente]], los [[flanco]]s y la [[retaguardia]] del [[ejército]] y le protegían de movimientos envolventes. Las segundas se empeñaban en [[combate]] en las inmediaciones de su [[gran unidad]] y se abrían a sus [[flanco]]s para rebasar al [[enemigo]], pero sin alejarse de la [[línea]] de [[combate]]. En ambos casos, se atacaba siempre en [[línea]] y se maniobraba por [[columna]]s, decidiéndose el [[combate]] por los [[ataque]]s reiterados de los [[escuadrón|escuadrones]] de segundo y tercer escalón.
Pese a todo, no faltaron voces como la del [[teniente coronel]] Caruncho ([[1894]]), quien afirmaba que
:''La caballería no solo vale por lo que hace, sino sobre todo por lo que parece que puede hacer''.
El marqués de Medina sostenía que la seguridad de todo el [[ejército]] estribaba en que la [[caballería]] cumpliese bien sus misiones: reconocer, despejar el terreno, seguir los movimientos del enemigo, hostilizarlo continuamente, interceptar sus convoyes, apoderarse de sus espías, destruir sus depósitos, entorpecer sus operaciones, etc. (Maturana , [[1879]]). De esta forma obligaba al [[enemigo]] a emplear en su defensa fuerzas que necesitaba para la [[ofensiva]]. En el avance, el [[arma]] servía de [[vanguardia]]; en la [[retirada]], de [[retaguardia]]; y en ambas, de flanqueo. En la [[batalla]] debía tantear al [[enemigo]], cerrar brechas, debilitar las resistencias enconadas y perseguir a quienes huyeran, cortando su [[retirada]] y sembrando el desaliento en sus [[fila]]s para evitar su reorganización. En caso de derrota, también le atañía la misión de servir de [[escudo]] frente al vencedor, evitando que envolviese a las [[columna]]s deshechas y resistiendo a costa del propio sacrificio su empuje victorioso para dar tiempo a una [[retirada]] ordenada, que sin su intervención podría convertirse en desastrosa. La [[caballería]], finalizaba
:''unas veces decide la victoria, otras la engrandece, otras disminuye los desastre y siempre es la encargada de completar el triunfo''.
* Villaseñor y Ariño, Ricardo. ''Organización militar universal''. Montegrifo. 1880.
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