Diferencia entre revisiones de «Campaña de Margarita de Parma»

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La partida se retrasa hasta el 10 de enero de 1561, pero la flota se dispersa y no llega a Laredo, como estaba previsto: Juan de Mendoza (Nápoles) y catorce compañías desembarcan en Coruña, Betanzos, Ribadeo y otros puertos del Cantábrico; Julián Romero (Sicilia) llega a Portugal con tres compañías, desde donde viaja hasta Cádiz y luego a Toledo para informar al rey el 23 de febrero. Allí recibe órdenes de partir a reforzar La Goleta con tres compañías. En junio de 1561 Mendoza embarca el resto hacia Sicilia y Nápoles, donde despliega en diversas fortalezas junto a las del Tercio de Nápoles IV.
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La flota se hace finalmente a la mar el 10 de enero de 1561, pero una tormenta la dispersa y no llega a Laredo, como estaba previsto: Juan de Mendoza (Nápoles) y catorce compañías desembarcan en Coruña, Betanzos, Ribadeo y otros puertos del Cantábrico; Julián Romero (Sicilia) llega a Portugal con tres compañías, desde donde viaja hasta Cádiz y luego a Toledo para informar al rey el 23 de febrero. Allí recibe órdenes de que las tres partan a reforzar La Goleta. En junio de 1561 Mendoza embarca el resto hacia Sicilia y Nápoles, donde despliega en diversas fortalezas junto a las del tercio del reino.
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En Flandes, Margarita decide nombrar ella misma a los capitanes de la nueva milicia local, como había hecho María de Hungría, a fin de garantizarse su lealtad. De esta forma, queda extinto el empleo de maestre de campo, lo que enfurece a los nobles. De hecho, Orange decide casarse con la luterana Ana de Sajonia, contrariando la opinión de Margarita.
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El papa Pío IV nombra a Granvela Cardenal el 25 de febrero de 1561, pero este retrasa su aceptación hasta contar con el beneplácito del rey.
  
 
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Revisión del 11:00 8 sep 2018

1559

Una vez firmada la paz con Francia, Felipe pretende crear un reino unificado en los Países Bajos pero, ante la multiplicidad de jurisdicciones y fueros, desiste y reparte los gobiernos entre la nobleza local y los 50 caballeros del Toisón:

  • Ducado de Brabante: Margarita de Parma, hermanastra del rey y gobernadora de los Países Bajos;
  • Ducado de Luxemburgo: conde Ernesto de Mansfeld;
  • Ducado de Namur: conde Carlos de Berlaymont;
  • Ducado de Limburgo: conde Juan de Frisia;
  • Ducado de Güeldres y condado de Zutphen: Carlos Brimeu, conde de Mega;
  • Condado de Henao: Juan de Lannoy > Juan Glimeau, marqués de Berghes;
  • Condados de Flandes y Artois: conde Lamoral de Egmont;
  • Condados de Holanda, Zelanda y Utrecht: Guillermo de Nassau, príncipe de Orange;
  • Condado de Borgoña: Claudio Vergio, señor de Camplit;
  • Señoríos de Flandes valón: Juan de Montmorancy, señor de Montigny;
  • Señoríos de Frisia y Overijssel: Juan de Ligny, conde de Arenberg.

En cuestiones religiosas, implanta la Inquisición para perseguir la herejía y aumenta a 14 el número de obispos en estas provincias (hasta entonces, 4), prefiriendo para el cargo a muchos españoles o simpatizantes, lo que enfurecerá a los reformistas.

Hecho esto, reforma la milicia: el gobierno de la Armada recae en Philip de Montmorancy, conde de Horn, y el de la artillería a Philip EStaveleu, señor de Glayoni; se reducen las bandas de ordenanza a 3.000 caballos repartidos entre 14 cornetas, cuyos capitanes eran los mismos gobernadores de las provincias excepto Juan de Frisia, complementados por:

  • Philip de Croy, duque de Arschot;
  • Conde Maximiliano Henni de Bossu;
  • Conde Antonio Laligni de Hoectrat;
  • Conde Juan Croy de Reyx;
  • Conde Henrico Borederod.

Inmediatamente, los estados generales solicitan al rey que saque de las provincias todas las tropas extranjeras. Este accede a licenciar a las tropas alemanas e italianas, pero se resiste a deshacerse de los dos tercios españoles, que guarnecen los presidios fronterizos y son de su plena confianza. Al final, consigue una demora de cuatro meses para encontrar una solución. En septiembre emprende Felipe su regreso a España sin comprobar que el gobierno de las provincias comience a rodar sin sobresaltos.

Inmediatamente se promueve una conspiración para que los tercios abandonen el país, acusando a su tropa de promover revueltas en las ciudades. Participan en ella el príncipe de Orange, molesto por haber quedado el cardenal Granvela como lugarteniente de Margarita, y frustrado en sus aspiraciones de casar con la hija de Cristina de Dinamarca; Horn, que aspiraba al gobierno de Güeldres; Egmont, burlado por Granvela cuando aspiraba al gobierno de Hesdin; y Lazaro Zuvend, cabo de las tropas alemanas en las guerras de Hungría y San Quintín. Paralelamente, la herejía calvinista se va extendiendo desde Westfalia y Frisia al resto de los Países Bajos.

1560

Los dos tercios se fusionan en uno mandado por Alonso de Navarrete, quedando activos otros 16 capitanes. Pese a las gestiones de la duquesa, los estados generales se niegan a aportar el dinero necesario para pagarlos y exigen su retirada. Margarita tiene que pagarles de su propio bolsillo, debiendo solicitar créditos para ello. El 4 de octubre Margarita escribe al rey que las quejas de la población contra los desmanes de la tropa española han conducido a una situación insostenible, y que tienen que salir inmediatamente de Flandes. Este envía el dinero necesario y ordena que el tercio parta hacia Flesinga (Zelanda), donde es embarcado en octubre a la espera de un viento propicio para zarpar.

Poco después, las cartas de Granvela advierten al rey de su error, por lo que este ordena a Margarita que contemporice. En carta del 15 de octubre de 1560, ella le contesta que las ciudades se niegan a pagar sus impuestos mientras los extranjeros no salgan del país y que, de producirse una revuelta general, esos 3.000 españoles no bastarían para sofocarla. El 12 de diciembre el rey accede a que el tercio de los españoles se haga a la mar, ya que así podrá emplear sus pagas en levantar nuevas tropas en Italia, muy mermadas tras la derrota de los Gelves. También ordena que, una vez en tierras españolas, las compañías partan deshiladas a Nápoles o Sicilia, responsabilizándose sus maestres de campo de la disciplina general. Justo antes de la partida, muere Navarrete y todas las compañías quedan a cargo de Alonso de Cáceres.

1561

La flota se hace finalmente a la mar el 10 de enero de 1561, pero una tormenta la dispersa y no llega a Laredo, como estaba previsto: Juan de Mendoza (Nápoles) y catorce compañías desembarcan en Coruña, Betanzos, Ribadeo y otros puertos del Cantábrico; Julián Romero (Sicilia) llega a Portugal con tres compañías, desde donde viaja hasta Cádiz y luego a Toledo para informar al rey el 23 de febrero. Allí recibe órdenes de que las tres partan a reforzar La Goleta. En junio de 1561 Mendoza embarca el resto hacia Sicilia y Nápoles, donde despliega en diversas fortalezas junto a las del tercio del reino.

En Flandes, Margarita decide nombrar ella misma a los capitanes de la nueva milicia local, como había hecho María de Hungría, a fin de garantizarse su lealtad. De esta forma, queda extinto el empleo de maestre de campo, lo que enfurece a los nobles. De hecho, Orange decide casarse con la luterana Ana de Sajonia, contrariando la opinión de Margarita.

El papa Pío IV nombra a Granvela Cardenal el 25 de febrero de 1561, pero este retrasa su aceptación hasta contar con el beneplácito del rey.

1566

El 2 de abril de 1566 entraron en Bruselas 350 jinetes al mando de varios nobles flamencos. Tras alojarse en casa de Guillermo de Orange, fueron recibidos por la gobernadora, quien ante esta demostración de fuerza decidió relajar el rigor de los edictos y conceder un perdón general. Los rebeldes enviaron entonces al marqués de Berghes y al barón de Montigny a la corte, pero el rey los entretuvo durante meses, mientras negociaba con la gobernadora nuevas ofertas e intentaba ganar tiempo para hacer frente a la amenaza turca.

Los rebeldes tomaron el gesto como un signo de debilidad y aumentaron sus demandas, pues lejos de buscar el bien del pueblo y su libertad de conciencia, lo que pretendían era obtener el poder absoluto en Flandes y la independencia de España. Con pocos días de diferencia se produjeron asaltos a iglesias, profanación de imágenes, biblias y ornamentos sagrados en lugares tan alejados como Saint Omer, Yprés, Amberes y Gante, lo que demuestra que no fue un levantamiento espontáneo. Como las autoridades no ofrecieron ninguna respuesta, fueron los propios habitantes católicos, hartos de sacrilegios, quienes se enfrentaron a los rebeldes. Los encabezaron los líderes del bando realista, los condes de Mansfeld, Arembergh, Noircarmes y Berlaymont.

Margarita de Parma concedió un nuevo perdón general, a cambio de que los protestantes respetaran las propiedades y el culto de los católicos. Felipe II se limitó a excusarse de acudir a Flandes por enfermedad y a aconsejarle que nombrase gobernadores católicos para las provincias en las que éstos eran mayoritarios. Sin embargo, los disturbios volvieron a producirse, forzando a los propios ciudadanos católicos a enfrentarse a los rebeldes que recibieron apoyo de Inglaterra, Suiza y los protestantes alemanes y franceses. En cambio, el apoyo del emperador Maximiliano a los católicos no pasó del nivel diplomático.

Cuando los nobles sediciosos se confederaron en Termonde, solo le quedó al monarca el recurso de la fuerza, por lo que decidió enviar al ejército, al mando de don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, a pacificar los Países Bajos. La partida de las tropas se retrasó hasta la primavera por motivos logísticos, lo que aprovecharon los rebeldes para provocar nuevos enfrentamientos con la excusa de la revocación del edicto de libertad religiosa, debido a que no habían depuesto las armas. El levantamiento se generalizó en Valenciennes, Tournai, Amberes, Maastricht, Bois-le-Duc, Utrecht, Rotterdam y Groninga. Mientras Guillermo de Orange se mostraba abiertamente partidario de la insurrección, otros nobles flamencos permanecieron en el bando real: Cressonniere, Beavoir, Noirquermes, Berlaymont, Meghem, Arschot, Arembergh y Mansfeld. Egmont por su parte, permaneció fiel a la gobernadora, pidiéndole el perdón general de los sublevados.

Ésta decidió no esperar a Alba y levantó un pequeño ejército que puso bajo las órdenes de sus aliados. Noirquermes, al mando de 8 banderas de infantería valona y 300 hombres de armas, asaltó Tournai en marzo, degollando de paso a 2.000 calvinistas que se dirigían a defender Valenciennes. Tras dos días de intenso bombardeo, esta ciudad también se rindió, así como las de Maastricht y Bois-le Duc. Sus privilegios fueron abolidos, sus rebeldes desarmados y sus cabecillas ejecutados. Simultáneamente, los civiles católicos expulsaban a los rebeldes de Amberes, el feudo de Guillermo de Orange, y aunque buscaron refugio en Ousterweel, fueron derrotados por Berghes. A continuación llegó el turno de Ámsterdam, donde Noirquermes y Meghem con solo 13 compañías derrotaron a los 14.000 sublevados del caudillo Breberode. Finalmente, Groninga se sometió al conde de Arembergh. Margarita ordenó ejecutar a los profanadores de imágenes y a los cabecillas rebeldes, reconstruir los templos católicos y derruir los protestantes. A sabiendas de que la llegada del duque de Alba no conseguiría mejorar la situación, escribió al rey, aconsejándole que detuviera la marcha de los tercios y que en su lugar, acudiera personalmente a confirmar la sumisión de las provincias, mostrando clemencia. Por su parte, temiendo la llegada del duque de Alba, Guillermo vendió todas sus posesiones en los Países Bajos y huyó a Alemania junto a sus hermanos. Sin embargo, no pudo convencer a Egmont y a Horn, que valientemente prefirieron quedarse a defender la causa protestante.

Referencias

Notas

Bibliografía

  • Giménez Martín, Juan. Tercios de Flandes. 1999.
  • Sandoval, Prudencio. Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V. Bartolomé París. 1512/1634.
  • Strada, Famiano: Guerras de Flandes. Colonia. 1632/1681.