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La caballería de los Austrias mayores

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Carlos I
Los [[arcabucero]]s a caballo también podían emplearse en misiones de [[exploración]], recibiendo en este caso el nombre de ''despepitadores''. Formaban en tres o cuatro [[línea]]s homogéneas al [[frente]] y al [[flanco]] de las [[compañía]]s y, a veces, les exigían combatir a pie, de ahí que se les considere antepasados de los [[dragones]]. Pese a su misión auxiliar, los [[arcabucero]]s decidieron a veces la victoria, como ocurrió en la [[batalla de la Bicoca]] ([[1522]]), bajo el mando de [[Próspero Colonna]]. En la [[batalla de Pavía]] ([[1525]]), el [[marqués de Pescara]] dirigió magistralmente a sus [[arcabucero]]s, que desorganizaron a la [[caballería]] francesa con acciones de [[guerrilla]]. Al tener su retirada cortada, el propio Francisco I cayó prisionero de las [[tropa]]s imperiales. También tuvieron una actuación destacada en esta [[batalla]] las 400 [[lanza jineta|lanzas jinetas]] del marqués de Civita.
 
Pese a la diversidad de su [[armamento]], la polivalencia de los [[tercio]]s se vio seriamente mermada porque la [[caballería]] expedicionaria siguió organizada en [[compañía]]s sueltas hasta [[1649]]:
* [[Lanceros]]: como podían verse ensartados por los piqueros enemigos, se reservaban para perseguirles cuando huían, neutralizar a su [[caballería]] y masacrar a los [[arcabucero]]s mientras recargaban.
* [[Coraceros]]: además de explorar y prestar seguridad a las autoridades y convoyes, hostigaban a los cuadros enemigos ejecutando una maniobra conocida como la "[[caracola]]".
 
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File:Carga a la caracola.jpg|Carga a la caracola
File:Batalla de Nördlingen (1634).jpg|Caracola de ''reiters'' suecos al tercio de Torralto en Nördlingen
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Las formaciones de los [[tercio]]s no solo impresionaban a sus [[enemigo]]s por su fama de invencibles, sino también por su férrea [[disciplina]] y el severo silencio con el que marchaban. Se castigaban tanto los comentarios capciosos como cualquier ruptura del silencio que perjudicara la correcta transmisión de las órdenes, poniendo en peligro la victoria. Además, se consideraba que los gritos con los que otros [[ejército]]s se daban ánimos a sí mismo o intentaban amedrentar a sus [[enemigo]]s procedían más de la flaqueza de ánimo y de la cobardía que del valor. [[Carlos I de Habsburgo]], que sirvió de ejemplo para sus hombres por su intachable conducta como [[militar]], condenaba a los parlanchines porque opinaba que quien hablaba en [[combate]], aunque fuere para pedir [[munición]], estaba cerca de huir. El efecto sobre el [[enemigo]] de un [[ejército]] que atacaba, vencía y comenzaba la degollina en un profundo silencio, debía de ser aterrador.

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