La caballería a caballo
Cimerios
No existe ningún testimonio arqueológico que permita sostener la domesticación del caballo en Europa antes de 2000 AC. La propuesta de Anthony de colocar en una fecha muy antigua esta práctica ha sido rechazada tanto por Levine, como por Mallory y Adams. Antes de 3000 AC en Hungría (cultura de Baden) se conocía la carreta tirada por bueyes. Se han encontrado huesos de caballo durante el periodo Campaniforme (2500 AC), pero no está claro que estos animales fuesen ya montados por hombres en una fecha tan remota. El primer testimonio irrefutable de empleo militar del caballo en Europa para tirar del carro de guerra corresponde a los aqueos hacia 1600 AC. La equitación aún se retrasaría medio siglo, ya que la escasa alzada de los ponis esteparios impidieron su monta hasta que la cría selectiva mejoró la especie.
Algunos historiadores sostienen que en la batalla de Kadesh participaron contingentes de jinetes hititas y amorritas, pero este extremo no está constatado. En cualquier caso, ni unos ni otros habrían inventado la equitación. Los primeros documentos escritos que la mencionan proceden de egipcios e hititas, pero nació en el mismo lugar donde se había domesticado el caballo siglos atrás: en las estepas rusas. El primer vestigio de equitación hoy conocido procede de un kurgán de Andronovo pero su datación es muy discutida.
Los cimerios, un pueblo indoeuropeo que llegó a ser conocido como "señores de las estepas" fueron los primeros jinetes en entrar en Europa. Se asentaron inicialmente al norte del Cáucaso hacia 1200 AC, pero su poder se extendió por toda la ribera del Mar Negro hasta las llanuras de Hungría. Posteriores registros asirios los ubican en la región de Azerbaiyán hacia 714 AC. Sus orígenes son oscuros, pudiendo descender de tribus tracias o iranias.
Mientras que la domesticación del caballo se extendió lentamente, a la par que emigraban los pueblos que lo llevaban consigo, la equitación se extendió velozmente y en menos de un siglo la practicaban ya todos los pueblos que conocían el caballo. Esto explica por qué cuando los celtas entraron en la península Ibérica hacia 900 AC eran ya un pueblo de jinetes y sus únicos carruajes eran pesadas carretas de transporte. De este periodo datan el grabado con un jinete mitanio hallado en Tel Halaf, el sello kasita con un arquero montado encontrado en Luristán y la formación de jinetes representada en los pilares de Ugarit. En ninguna de ellas aparecen monturas y ni siquiera petrales, ya usados en los carros, por lo que se supone que los jinetes montaban directamente a pelo, o como mucho sobre una manta. Como freno empleaban los mismos filetes articulados que se habían experimentado anteriormente para los carros, aunque ahora las camas se fabricasen del mismo metal.
Esta nueva forma de hacer la guerra, la caballería a caballo, constituyó una auténtica revolución social. En primer lugar, privó a la aristocracia del monopolio de este arma, al hacerla asequible a cualquier guerrero pues ya no tenía que costear la fabricación del carro, mientras que un único caballo podía alimentarse fácilmente de los pastos. En segundo lugar, la tripulación del carro se vio indefensa frente a jinetes más veloces, ágiles y numerosos, por lo que perdieron su antaño papel fundamental en el ejército. Finalmente, cambió hasta la forma de vestir, adoptándose por primera vez el traje ceñido con faja, los calzones y las botas hasta la rodilla. Todos estos cambios no afectaron a campesinos y artesanos, que continuaron sirviendo a tiempo parcial en la sufrida infantería.
El nuevo sistema social exigía la posesión de grandes manadas de caballos y de extensas zonas de pastos, por lo que los pueblos esteparios más fuertes, como los escitas, empujaron a sus vecinos hacia el Mediterráneo. En 714 AC los cimerios fueron expulsados de las estepas por los escitas, invadieron Urartu y se asentaron en Asia Menor, tras destruir Frigia, Cilicia y varias colonias griegas (Éfeso, Magnesia, Esmirna). Posteriormente, se aliaron con los medos para impedir la entrada de los escitas en la región, resultando sus esfuerzos infructuosos. El vacío de poder fue aprovechado por Giges de Sardes para fundar el reino de Lidia que, tras expulsar a los escitas, se extendería por Capadocia y Cilicia, chocando contra los intereses persas.
El último registro histórico sobre los cimerios es la inscripción de Behistún, un monumental grabado en piedra que data del reinado de Darío el Grande, hacia 515 AC.
Escitas
Los escitas no eran sino los descendientes de los antiguos tocarios que habían sido expulsados por los hiung-nu del Altái y tras fundar el reino de Saka en el Luristán, habían emigrado hacia Europa. Al contrario que los anteriores, seguían siendo completamente nómadas, transportando a su familia y ajuar en carretas, lo que les permitía moverse por doquier, perseguir a sus enemigos o rehuir indefinidamente el combate. Sacrificaban sus mejores caballos al dios sol y ensartaban como adorno en sus bridas y monturas las cabelleras de sus enemigos. Sus caudillos se enterraban en kurganes junto a sus criados y cabalgaduras completamente enjaezadas. Crearon un estilo artístico singular basado en las representaciones del caballo que se extendería a todos los pueblos esteparios, llegando hasta China. En los kurganes más recientes han aparecido frenos de boca construidos expresamente para las honras fúnebres, ya que llegan a pesar más de dos kilos.
Al principio montaban únicamente ejemplares de raza mongólica, pero cuando se adentraron en Europa los sustituyeron por tarpanes ucranianos. En ambos casos los alimentaban enteramente de los pastos de los territorios ocupados, nunca de grano. Vestían calzones de cuero, chaquetas de fieltro y petos de cuero recubiertos de placas metálicas. Cubrían su cabeza con un casco de cobre o, más comúnmente, con el típico gorro escita. Fueron los primeros en dotar a sus monturas de cuero de un armazón de madera de abedul. Sus armas preferidas eran el arco de doble curvatura y el akinak, espada corta de hierro que les copiarían los chinos.
No resultan frecuentes los restos de carros escitas, diferenciándose de otros indoeuropeos por tener normalmente tres caballos, ruedas de nueve radios y asientos para los dos tripulantes. También inventaron la basterna, una especie de litera transportada por dos caballos en línea, especialmente útil para moverse por terrenos montañosos.
Sármatas
Aunque en una representación escita (Jettmar, 1965) aparece un jinete empleando unas correas de cuero para sujetar los pies a la montura, en realidad, los inventores tanto del estribo como de la espuela fueron los sármatas, otro pueblo indoeuropeo que se asentó en las orillas del mar Negro. La gran envergadura de sus tarpanes les permitieron protegerlos con bardas, mientras que los jinetes comenzaron a vestir pesadas armaduras metálicas. Este nuevo tipo de caballería pesada sería llevada hasta su máximo exponente con el catafracto parto y supondría el antecedente de la caballería medieval.
Cuando comienza la historia sármata hacia 600 AC, este pueblo se encontraba dividido en varias tribus: roxalanos, alanos, yacigos y aorsos. Sus enterramientos a orillas del Kubán y otros ríos del sur de Rusia son muy reveladores. En todos ellos yace el jinete cubierto de cota de malla de hierro y brazaletes de bronce, junto a largas espadas, jabalinas, lanzas, cuchillos y un escudo. El tocado característico sármata era un casco cónico sin penacho. Las sillas eran duras y presentan un borrén delantero muy elevado, con adornos metálicos geométricos. Al incorporar el estribo podían embestir con su lanza a la infantería sin verse desmontados en el choque. No obstante, en el siglo II DC la cambiaron por el arco, por influencia de los hunos (Millar, 1973).
Celtas
En torno al año 2000 AC se desarrolla en el sur de Alemania la cultura protocéltica de los Túmulos, caracterizada por la aparición de las primeras espadas, todavía sin empuñadura. Hacia el año 1000 AC toda Europa occidental se encontraba habitada ya por tribus protocélticas de goidelos, bretones, ilirios y ligures. En la cúspide de la pirámide social se encontraban los druidas y los [[guerrero]s, y en la base los herreros y los ganaderos ya que nunca fue el celta un pueblo de agricultores. En su código de honor figuraba el no dar acogida a quien no atravesase al menos dos veces las filas enemigas (César 51 AC). Es característica de los pueblos hallstáticos y posteriormente de los germanos su larga espada, muy diferente de la empleada por los celtas propiamente dichos (cultura de La Tène), que llegaron a Europa occidental empujados por los escitas.
El arma fundamental de estos pueblos fue la caballería, como se demuestra por la abundancia de caballos en la decoración y los cultos a Gaul y Epona, extendidos desde Lusitania hasta el Danubio. La última era diosa del caballo, la fertilidad y la naturaleza, siendo comparable a Cibeles. Su nombre proviene del gálico epos, que significa caballo, y deriva a su vez del griego hippos. En el Piamonte, donde se encontraron lápidas dedicadas a la diosa, los romanos fundaron hacia 100 AC una estación de intercambio de postas de caballos que denominaron Eporedia, y que actualmente es la ciudad de Ivrea. Epona fue la única diosa gala del panteón romano. Se convirtió en la protectora de la caballería legionaria y, de hecho, se conocen monedas en las que se muestra a la diosa con cabeza de caballo e imágenes suyas que adornaban las caballerizas y los establos. Además de ser venerada en el ejército también era una divinidad doméstica, como diosa de la abundancia o la prosperidad. Existía un festival en su honor el 18 de diciembre, en la propia Roma.
Los celtas introdujeron en Europa un caballo elipométrico y de escaso valor táctico de ahí que, antes de usarlo como montura, aprovecharan su fortaleza y resistencia para engancharlo a sus carros, vocablo que viene, precisamente, del céltico karr y, a su vez, del sánscrito karama. No obstante, la abundancia de árboles y terrenos accidentados en Centroeuropa favoreció el desarrollo de la equitación, por lo que ambas formas de caballería coexistieron entre los pueblos celtas hasta la Era Cristiana. No obstante, el escaso número de ejemplares y las dificultades para su cría en Europa (al contrario que en Oriente), hizo que su posesión quedase restringida a la aristocracia, que pagaba costosas sumas por ejemplares importados desde otros puertos del Atlántico.
En Polonia se utilizaban pequeños caballitos célticos conocidos como swierzepy, uncidos a carros de guerra llamados wózy, que tenían ruedas de 40 cm de diámetro. Eran descendientes del tarpán, con mucho pelo y cara plana, pocos aptos para la monta. En el norte de Italia, en cambio, la cultura palafítica de Terramare era poco propensa a su desarrollo, por más que Herodoto se empeñase en que sus caballos se alimentasen de peces. Su sucesora, la cultura de Villanova, era de origen danubiano y, por tanto, más proclive a la cría de caballos, como también lo fueron los primeros ilirios que se establecieron en el Véneto.
Los ponis fueron introducidos en las islas Británicas por las tribus célticas durante la Edad del Hierro. Su poca alzada hacía que los jinetes celtas se encontrasen en inferioridad ante escuadrones bien montados, por lo que conservaron unos carros con los que cargaban con temible ímpetu. Cuando César desembarcó en Britania con cinco legiones y dos mil caballos, Casivelauno licenció a toda su infantería y organizó una defensa elástica con solo 4.000 carros. Su táctica fue similar a la empleada por los escitas contra Darío: ceder terreno quemado y hostigar continuamente a las legiones en cada ocasión favorable, aprovechando la falta de ciudades y, por tanto, de objetivos rentables (César, 51 AC). Los britanos solían cargar a bordo de sus carros, arrojando contra los legionarios flechas y jabalinas para desorganizarlos. Después desmontaban para combatir a pie entre ellos mientras sus aurigas esperaban a corta distancia, prestos a recogerlos para emprender la retirada. Pese a su incuestionable maestría militar, César cosechó en Britania una de sus escasas derrotas.
La resistencia celta a la romanización fue enconada y solo tras una larga guerra de seis años consiguió César doblegarlos en las Galias. La rendición de Vercingetórix en Alesia (52 AC) supuso su definitiva incorporación al Imperio. El relato de la campaña, escrito por el propio César aunque en tercera persona, dotado de una sobriedad y precisión admirables, es desde el punto de vista historiográfico una fuente de valor incalculable e irrefutable que nos permite conocer no solo las campañas narradas o las tierras y los pueblos que las habitaban, sino también la organización militar de la Roma de mediados del siglo I AC.
Germanos
Las primeras noticias sobre los germanos se remontan a las campañas de Mario contra cimbrios y teutones (102 AC), cuyos jinetes habían alcanzado los Pirineos armados de cascos de bronce, largas espadas y un venablo característico (materis). Sin embargo, ninguno de estos pueblos debió tener una buena caballería, vista la facilidad con la que fueron derrotados por las legiones. Por el contrario, la helvética de Ariovisto fue bastante aguerrida, y en varias ocasiones hizo retroceder a los jinetes galos de César. Solo tras varias campañas y numerosas pérdidas, consiguió César contener a este pueblo y al suevo al otro lado del Rin (51 AC). Aunque César incorporó algunos contingentes de jinetes germanos durante las guerras civiles por su fortaleza y combatividad, hubo de dotarles de caballos hispanos para sacarles rendimiento.
Los jinetes germanos no eran originales en su modo de combatir ya que, al igual que los hispanos, iban acompañados de infantes, siendo aquellos quienes escogían a estos últimos de entre sus clientes. Si el caballero resultaba herido, su clientela debía protegerle en su retirada. Estos infantes eran tan rápidos que, según los historiadores latinos, podían correr junto a los caballos agarrados a sus crines. La fabricación de carros debió ser importante hasta el siglo III AC, no diferenciándose apenas de los hallados en Bohemia, Francia e Islas Británicas. La mayoría llevaban ganchos metálicos que cerraban su parte posterior y servían de apoyo a los tripulantes. Han aparecido algunos ejemplares de carros falcados con guadaña, a similitud de los persas. Los frenos de bronce eran muy escasos y tenían formas primitivas, en contraposición a la perfección en el acabado de la cabezada de hierro hallada en Mindelheim.
Durante el consulado de Augusto se intentó llevar la frontera hasta el Elba, pero el intento desembocó en un sonado fracaso cuando tres legiones al mando de Publio Quintilio Varo fueron completamente exterminadas en los bosques de Teutoburgo por Hermann (Arminio), caudillo de los queruscos (9 DC). Aunque posteriormente fue derrotado por Julio César Germánico, hermano del emperador Claudio, los romanos no pudieron mantener su dominio sobre Germania y decidieron levantar una cadena de fortificaciones entre el Rin y el Danubio a la que llamaron limes, para defenderse de las incursiones germánicas.
Marco Aurelio consiguió derrotar a los cuados y marcomanos, pero le sorprendió la muerte en Vindobonum (Viena) en 180 cuando pretendía extender el Imperio hasta el Vístula. Su hijo Cómodo abandonaría posteriormente el plan.
Referencias
Notas
Bibliografía
- Cassin, Elena:
- "El fin del segundo milenio". Historia Universal, vol. 3. Siglo XXI. 1970.
- "La primera mitad del primer milenio". Historia Universal, vol. 4. Siglo XXI. 1971.
- César, Julio. De Bello Gallico. Gredos (reed.).
- Grimal, Pierre:
- "La formación del Imperio romano". Historia Universal, vol. 6. Siglo XXI. 1972.
- "El helenismo y el auge de Roma". Historia Universal, vol. 7. Siglo XXI. 1973.
- Heródoto. Historia. Gredos. 1994.
- Jettmar, Karl. Estepas euroasiáticas. Seix Barral. 1965.
- Lión Valderrábano, Raúl:
- El caballo y su origen. Institución cultural de Cantabria. 1970.
- La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
- Maier, Franz Georg. "Las transformaciones del mundo mediterráneo". Historia Universal, vol. 9. Siglo XXI. 1972.
- Mallory, J. P. "Andronovo Culture", Encyclopedia of Indo-European Culture. Fitzroy Dearborn. 1997.
- Millar, Fergus. "El Imperio romano y sus pueblos limítrofes". Historia Universal, vol. 8. Siglo XXI. 1966.
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