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==Reyes Católicos==
==Carlos I==
Con la subida al trono de los [[Reyes Católicos]] la [[caballería]] española nació como [[arma]]. En primer lugar, la unificación de España provocó el nacimiento de un nuevo sentido de nacionalidad y el comienzo de la formación del Estado español. La [[caballería]] se integró en el gran [[ejército]] que se organizó para la expansión y la defensa de la nación, aunque estas misiones se confundirán primero con los intereses de la casa de Habsburgo y después con la de Borbón. En segundo lugar, la creación de las [[Guardas de Castilla]] en [[1493]] supuso la aparición de la primera [[unidad]] permanente del [[Ejército]] español.
[[Archivo:1525 Continos.jpg|right|300px|thumb|<center>Compañía de los Continos (1525)</center>]]
El desarrollo de las [[arma]]s de fuego confirmó la hegemonía de la [[infantería]], mientras que comenzaba a desarrollarse la [[artillería]]. La necesidad de atacar unas fortalezas cada vez más complejas determinará, igualmente, la reaparición de los [[ingenieros]], desaparecidos tras el Imperio romano al caer en el olvido sus técnicas de sitio. No obstante, Carlos I, verdadero [[caballero]] medieval, seguirá confiando en sus [[hombre de armas|hombres de armas]] para resolver sus [[batalla]]s. Les hacía formar en [[frente]]s de 20 a 30 [[caballo]]s por 15 a 20 de fondo, separados 2 o 3 pasos, en lugar de los amplios [[frente]]s y las grandes separaciones de las [[batalla|batallas]] medievales. Esta disposición impedía que, si la [[carga]] de una línea fracasaba ante los [[pica|piqueros]], las sucesivas se encontrasen demasiado alejadas para apoyarla.


Anteriormente la [[caballería]] constituía el único componente profesional del [[ejército]] y estaba imbuida de las virtudes y defectos de sus equivalentes europeos, con la salvedad de que nunca llegó a abandonar del todo la movilidad por la protección. A mediados del [[siglo XV]] hicieron su aparición los primeros [[jinete]]s con armas de fuego, pero en grupos tan pequeños que solo cumplían misiones muy limitadas, dado lo difícil de su empleo. La formación en [[batalla]] se convirtió en una verdadera [[unidad]] [[táctica]], que tendió a hacerse diferente para cada tipo de [[caballería]], especializadas progresivamente en [[misión|misiones]] diferentes.
Mientras la defensa peninsular descansaba en las [[Guardas de Castilla]], último vestigio de la [[caballería]] feudal, en las ordenanzas de Génova de [[1536]] se organizaron tres [[tercio]]s para guarnecer Nápoles y Sicilia, Niza y Milán. El nombre tuvo tal fortuna que se aplicaría a todas las unidades expedicionarias creadas durante el Siglo de Oro. Al mando de una serie de brillantes generales, se convertirían en la fuerza hegemónica europea derrotando a los franceses en San Quintín (Manuel Filiberto de Saboya), a los protestantes alemanes en Mühlberg (III duque de Alba) , a los otomanos en Lepanto (Juan de Austria) y a los suecos en Nördlingen (Cardenal Infante).


En Italia, el [[Gran Capitán]] se adelantó a su tiempo en el aprovechamiento de los nuevos medios. Forjado y experimentado en la [[guerra de Granada]], fue el primero en aprovechar el progreso generalizado de las [[arma|armas de fuego]]. Sus vastas concepciones estratégicas, que le capacitaron para superar y vencer a [[ejército|ejércitos]] siempre más numerosos que el suyo, la organización de sus [[tropas]] y el modo de emplearlas en el [[combate]] fueron los elementos principales que sirvieron de base para el desenvolvimiento de la ciencia [[militar]] moderna. Esto no siempre ha sido reconocido por los historiadores militares extranjeros, salvo excepciones, entre las que cabe destacar al general Montgomery.
Al principio del reinado, cuando la [[artillería]] aún no estaba muy evolucionada, las formaciones eran compactas, erizadas de [[pica]]s, con la [[infantería]] en el centro y la [[caballería]] en las [[ala]]s. A partir de la derrota de [[batalla de Cerisoles|Cerisoles]] ([[1544]]), se disminuyó el [[fondo]] y se alargó el [[frente]], para favorecer el uso de las [[arma]]s de fuego. El progresivo desarrollo de estas y la nueva forma de [[ataque]] por los [[flanco]]s hizo inviable esta [[táctica]] lo que, junto a los problemas logísticos que suponía el transporte de los [[hombre de armas|hombres de armas]] hasta los Países Bajos, provocó la decadencia de la [[caballería pesada]]. Como consecuencia, gran parte de los [[jinete]]s que acompañaron a los [[tercio]]s durante su época de esplendor eran extranjeros, dependiendo su eficacia de su lealtad y [[disciplina]], que no eran siempre las más adecuadas, como suele suceder con [[tropa]]s [[mercenario|mercenarias]].


El [[Gran Capitán]] transformó a los peones campesinos y villanos en una auténtica [[infantería]], organizándolos en [[compañías]] especializadas en diferentes [[armas]]. En primera línea formaban los coseletes, armados con [[espada]] y [[rodela]]. En la segunda se situaban los [[pica|piqueros]], que constituían el grueso de la [[unidad]]. A sus [[flanco|flancos]] se situaban los [[ballesta|ballesteros]], sustituidos progresivamente por [[arcabuceros]], encargados de hostigar al enemigo y dar protección al resto frente a la [[caballería]] [[enemigo|enemiga]].
Los más famosos de estos [[jinete]]s fueron los ''reiters'' alemanes, armados, montados y equipados a sus expensas. Vestían unas [[coraza]]s negras que les hicieron famosos, y se armaban de [[espada]] y [[pistolete]]. Montaban [[caballo]]s de menor [[alzada]] y más agilidad que los [[hombre de armas|hombres de armas]], lo que les permitía enfrentarse a estos compensando su menor envergadura con su mayor velocidad. En España fueron conocidos como [[herreruelo]]s, nombre que pasaría a la esclavina o capa corta que vestían. Este nuevo [[instituto]] empleaba en [[combate]] la técnica del escarceo, consistente en avanzar y disparar las [[arma]]s por [[fila]]s para, a continuación, retroceder, a través de los intervalos hasta la [[retaguardia]], donde recargaban sus [[arma]]s. Una vez quebrantado y desorganizado el [[enemigo]] se ejecutaba la [[carga]] final a la [[espada]]. Esta [[táctica]] se conoció como "[[caracola]]".


Como puede verse, introdujo una [[táctica]] eminentemente [[defensiva]] en la que la [[caballería]] solo realizaba misiones auxiliares, rompiendo así el concepto medieval. Pero frente a la falta de movilidad de la extranjera, la española no llegó a perderla del todo, como demostró la emboscada que tendieron sus [[hombres de armas]], mandados por [[Diego de Mendoza]], a la [[retaguardia]] francesa durante los preliminares de la [[batalla de Ceriñola]]. Tras la misma, cuando casi todo el [[ejército]] francés se encontraba vencido y desorganizado por la muerte de su [[general]], el [[duque]] de Nemours, la [[caballería pesada]] de [[Próspero Colonna]] persiguió al [[enemigo]] destruyéndolo por completo. En [[batalla de Garellano|Garellano]], la [[caballería ligera]] cortó el camino hacia Gaeta a las fuerzas francesas que se retiraban, lo que facilitó su destrucción y la conquista de esa plaza.
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File:Carga a la caracola.jpg|Carga a la caracola
File:Batalla de Nördlingen (1634).jpg|Caracola de ''reiters'' suecos al tercio de Torralto en Nördlingen
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[[Gran Capitán|Gonzalo de Córdoba]], que había sido [[capitán]] de una [[compañía]] de [[lanzas jinetas]], empleó más a estas últimas que a sus [[hombres de armas]], por lo que llegaron a ser más numerosos. Mientras la [[caballería pesada]] se empleaba para [[carga|cargar]] contra los [[pica|piqueros]] [[enemigo|enemigos]] y neutralizar a sus [[jinete]]s, la [[caballería ligera|ligera]] se utilizaba para [[exploración|explorar]], prestar [[seguridad]] a los despliegues propios, realizar golpes de mano y [[persecución|perseguir]].
Los [[arcabucero]]s a caballo también podían emplearse en misiones de [[exploración]], recibiendo en este caso el nombre de ''despepitadores''. Formaban en tres o cuatro [[línea]]s homogéneas al [[frente]] y al [[flanco]] de las [[compañía]]s y, a veces, les exigían combatir a pie, de ahí que se les considere antepasados de los [[dragones]]. Pese a su misión auxiliar, los [[arcabucero]]s decidieron a veces la victoria, como ocurrió en la [[batalla de la Bicoca]] ([[1522]]), bajo el mando de [[Próspero Colonna]]. En la [[batalla de Pavía]] ([[1525]]), el [[marqués de Pescara]] dirigió magistralmente a sus [[arcabucero]]s, que desorganizaron a la [[caballería]] francesa con acciones de [[guerrilla]]. Al tener su retirada cortada, el propio Francisco I cayó prisionero de las [[tropa]]s imperiales. También tuvieron una actuación destacada en esta [[batalla]] las 400 [[lanza jineta|lanzas jinetas]] del marqués de Civita.


Posteriormente, estas misiones pasaron a los [[arcabucero|arcabuceros a caballo]], mientras que los [[lanzas jinetas]] comenzaron a formar en línea con los [[hombres de armas]], a los que acabaron sustituyendo. Estos ya no eran invulnerables a las nuevas [[arma|armas de fuego]] y tampoco se mostraron capaces de desbaratar las [[fila|filas]] de [[pica|piqueros]], por lo que dejaron de ser una fuerza decisoria en las [[batalla|batallas]]. Por otra parte, su escasa movilidad les impedía prolongar las acciones, por lo que tendrían que haber dejado paso a fuerzas más ligeras. En lugar de eso, los [[hombre de armas|gendarmes]] europeos aumentaron sus [[armadura|armaduras]] en un intento desesperado de conservar sus privilegios y la tradición caballeresca.
Las formaciones de los [[tercio]]s no solo impresionaban a sus [[enemigo]]s por su fama de invencibles, sino también por su férrea [[disciplina]] y el severo silencio con el que marchaban. Se castigaban tanto los comentarios capciosos como cualquier ruptura del silencio que perjudicara la correcta transmisión de las órdenes, poniendo en peligro la victoria. Además, se consideraba que los gritos con los que otros [[ejército]]s se daban ánimos a sí mismo o intentaban amedrentar a sus [[enemigo]]s procedían más de la flaqueza de ánimo y de la cobardía que del valor. [[Carlos I de Habsburgo]], que sirvió de ejemplo para sus hombres por su intachable conducta como [[militar]], condenaba a los parlanchines porque opinaba que quien hablaba en [[combate]], aunque fuere para pedir [[munición]], estaba cerca de huir. El efecto sobre el [[enemigo]] de un [[ejército]] que atacaba, vencía y comenzaba la degollina en un profundo silencio, debía de ser aterrador.


==Carlos I==
Durante las guerras de religión, [[Carlos I de Habsburgo]] demostró su genio militar en numerosas [[batalla]]s. Apoyándose en Ratisbona como base logística, reunió sus [[tropa]]s en Landhust para fortificarse en Ingostaldt y, cuando los protestantes hubieron perdido su capacidad [[ofensiva]], pasó al [[contraataque]], persiguiéndolos hasta su completa extinción. En la [[batalla de Mühlberg]] ([[1547]]) volvió a derrotar al elector de Sajonia gracias a dos [[carga]]s seguidas de su [[caballería]], apoyada desde el río por los [[arcabucero]]s, que hicieron [[fuego]] con el agua hasta el pecho.
[[Carlos I de Habsburgo]] demostró su genio militar en numerosas [[batalla|batallas]]. Apoyándose en Ratisbona como base logística, reunió sus [[tropas]] en Landhust para fortificarse en Ingostaldt y, cuando los protestantes hubieron perdido su capacidad [[ofensiva]], pasó al [[contraataque]], persiguiéndolos hasta su completa extinción. En la [[batalla de Mühlberg]] ([[1547]]) volvió a derrotar al elector de Sajonia gracias a dos [[carga|cargas]] seguidas de su [[caballería]], apoyada desde el río por los [[arcabuceros]], que hicieron [[fuego]] con el agua hasta el pecho.<br />


El desarrollo de las [[arma|armas de fuego]] confirmó la hegemonía de la [[infantería]], mientras que comenzaba a desarrollarse la [[artillería]]. La necesidad de atacar las cada vez más complejas fortalezas, determinará igualmente la reaparición de los [[ingenieros]], desaparecidos tras el Imperio romano al caer en el olvido sus técnicas de sitio. Sin embargo, Carlos I, verdadero [[caballero]] medieval, seguirá confiando en sus [[hombres de armas]] para resolver sus [[batalla|batallas]]. Les hacía formar en [[frente|frentes]] de 20 a 30 caballos por 15 a 20 de fondo, separados 2 o 3 pasos, en lugar de los amplios [[frente|frentes]] y las grandes separaciones de las [[batalla|batallas]] medievales. Esta disposición impedía que, si la [[carga]] de una línea fracasaba ante los [[pica|piqueros]], las sucesivas se encontrasen demasiado alejadas para apoyarla. Su efectividad se puso pronto de manifiesto, propiciando las victorias de [[batalla de Gravelinas|Gravelinas]] y [[batalla de san Quintín|san Quintín]], siendo adoptada desde entonces por los franceses.<br />
==Felipe II==
Durante el reinado de [[Felipe II de Habsburgo]], la centralización administrativa inherente a la pérdida de los territorios imperiales, la entrada al servicio de palacio de gran parte de la [[nobleza]] y el desgaste producido por el levantamiento de los moriscos, redujeron sensiblemente la aportación de nobles, prelados y consejos.


Al principio del reinado, cuando la [[artillería]] aún no estaba muy evolucionada, las formaciones eran compactas, erizadas de [[pica|picas]], con la [[infantería]] en el centro y la [[caballería]] en las [[ala|alas]]. A partir de la derrota de [[batalla de Cerisoles|Cerisoles]] ([[1544]]), se disminuyó el [[fondo]] y se alargó el [[frente]], para favorecer el uso de las [[arma|armas de fuego]]. El progresivo desarrollo de estas y la nueva forma de [[ataque]] por los [[flanco|flancos]], hizo inviable esta [[táctica]] lo que, junto a los problemas logísticos que suponía el transportar a los [[hombres de armas]] hasta los Países Bajos, provocó la decadencia de la [[caballería pesada]]. Como consecuencia, gran parte de los [[jinetes]] que acompañaron a los [[tercios]] durante su época de esplendor eran extranjeros, dependiendo su eficacia de su [[lealtad]] y [[disciplina]], que no eran siempre las más adecuadas, como suele suceder con [[tropas]] [[mercenario|mercenarias]].<br />
El [[duque de Alba]] y [[Alejandro Farnesio]] redujeron el número de [[fila]]s de las compactas formaciones de [[caballería]] a ocho y más tarde a seis, con el fin de evitar su desorden cuando atacaban en [[batalla]]. Aunque Farnesio no mantuvo formaciones superiores a la [[bandera]] o [[compañía]], las supo emplear magistralmente en misiones de [[exploración]] y seguridad. Sus campañas en Francia contra Enrique de Borbón y a favor de los católicos lo muestran muy por encima de los demás [[general]]es de su época y le convierten en uno de los mejores de todos los tiempos, tanto en el aspecto [[táctica|táctico]] como en el [[estrategia|estratégico]].


Los más famosos  de estos [[jinetes]] fueron los ''[[reiter|reiters]]'' alemanes, armados, montados y equipados a sus expensas. Vestían unas [[coraza|corazas]] negras que les hicieron famosos, y se armaban de [[espada]] y [[pistolete]]. Montaban [[caballos]] de menor [[alzada]] y más agilidad que los [[hombres de armas]], lo que les permitía enfrentarse a estos compensando su menor envergadura con su mayor velocidad. Además de ellos sirvieron a la Corona [[jinetes]] flamencos, valones, borgoñones, lombardos, napolitanos y croatas. En España fueron conocidos como ''[[herreruelos]]'' El nuevo [[instituto]] empleaba en [[combate]] la técnica del [[escarceo]], consistente en avanzar y disparar las [[armas]] por [[fila|filas]] para, a continuación, retroceder, a través de los [[intervalo|intervalos]] de las [[fila|filas]] sucesivas hasta la [[retaguardia]], donde recargaban sus [[armas]]. Una vez quebrantado y desorganizado el [[enemigo]] se ejecutaba la [[carga]] final a la [[espada]]. Esta [[táctica]] se conoció como ''[[caracola]]''.<br />
La formación en [[batalla]] consistía en una [[línea]] con [[vanguardia]] y [[retaguardia]], o bien dos [[línea]]s sin [[reserva]]. En el centro formaban, como siempre, los [[pica|piqueros]], cubiertos su [[frente]] y sus [[flanco]]s por los [[arcabucero]]s. La [[caballería]] formaba en las [[ala]]s, con los [[herreruelo]]s delante y detrás para proteger a los [[lanceros]]. Otras veces, las [[compañía]]s de [[jinete]]s se intercalaban entre los [[tercio]]s de [[infantería]], bien constituyendo la primera [[línea]] o bien la [[reserva]], como ocurrió en la [[batalla de Gravelinas]] ([[1558]]). En esta [[batalla]], el [[conde de Egmont]] organizó a su [[caballería]] en gruesas [[columna|columnas]] que, apoyadas por [[arcabucero]]s, rompieron el [[frente]] francés, permitiendo entrar a la [[infantería]] por la brecha.


Los [[arcabucero|arcabuceros a caballo]] también podían emplearse en misiones de [[exploración]], recibiendo en este caso el nombre de ''despepitadores''. Formaban en tres o cuatro [[línea|líneas]] homogéneas al [[frente]] y [[flanco]] de las [[compañías]] y, a veces, les exigían combatir a pie, de ahí que se les considere antepasados de los [[dragones]]. Pese a su [[misión]] auxiliar, los [[arcabuceros]] decidieron a veces la victoria, como ocurrió en la [[batalla de Bicoca]] ([[1522]]), bajo el mando de [[Próspero Colonna]]. En la [[batalla de Pavía]] ([[1525]]) el [[marqués de Pescara]] dirigió magistralmente a sus [[arcabuceros]], que desorganizaron a la [[caballería]] francesa con acciones de [[guerrilla]]. Al tener su retirada cortada, el propio Francisco I cayó prisionero de las [[tropas]] imperiales. También tuvieron una actuación destacada en esta [[batalla]] las 400 [[lanzas jinetas]] del [[marqués de Civita]].<br />
La [[caballería ligera]] presentaba dos tipos de formaciones. La primera consistía en pequeños núcleos de 20 o 30 [[lanza jineta|lanzas jinetas]]. Estas unidades eran muy difíciles de utilizar pues necesitaban terreno duro y llano y [[jinete]]s muy instruidos y bien montados. Cargaban a unos 60 pasos del enemigo, abriendo brechas por las que luego se colaban los [[coraceros]]. La segunda la realizaban los [[herreruelo]]s, que cumplían misiones independientes, como proteger los [[flanco]]s, mantener el contacto, golpes de mano, etc.


Las formaciones de los [[tercios]] no solo impresionaban a sus [[enemigo|enemigos]] por su fama de invencibles, sino también por su férrea [[disciplina]] y el severo silencio con el que marchaban. No solo se castigaban los comentarios capciosos, sino cualquier ruptura del silencio que perjudicara la correcta transmisión de las [[orden|órdenes]], poniendo en peligro la victoria. Además, se consideraba que los gritos con los que otros [[ejército|ejércitos]] se daban ánimos a sí mismo o intentaban amedrentar a sus [[enemigo|enemigos]], procedían más de la flaqueza de ánimo y de la cobardía que del [[valor]]. [[Carlos I de Habsburgo]], que sirvió de ejemplo para sus hombres por su intachable conducta como [[militar]], condenaba a los parlanchines porque opinaba que quien hablaba en [[combate]], aunque fuere para pedir [[munición]], estaba cerca de huir. El efecto sobre el [[enemigo]] de un [[ejército]] que atacaba, vencía y comenzaba la degollina en un profundo silencio, debía de ser aterrador.<br />
Pese a la costumbre de dar la [[carga]] al [[paso]] o al [[trote]], durante el reinado de [[Felipe II de Habsburgo|Felipe II]] tendrá lugar una de las [[carga|cargas]] más brillantes de la historia. [[Alejandro Farnesio]] sorprendió en el cañón de Gembloux al [[ejército]] protestante de Grigny y, sin dudarlo un instante, se precipitó con 700 [[jinete]]s sobre uno de sus flancos, que creían cubierto por un barranco cenagoso. La llegada de la [[vanguardia]], mandada por don [[Juan de Austria]] permitió culminar la victoria.


==Felipe II==
{|align="center"
Durante el reinado de [[Felipe II de Habsburgo]], la centralización administrativa inherente a la pérdida de los territorios imperiales, la entrada al servicio de palacio de gran parte de la nobleza y el desgaste producido por el levantamiento de los moriscos, redujeron sensiblemente la aportación de nobles, prelados y consejos.<br />
| [[Archivo:1557 Hombre de armas en San Quintín.jpg|right|300px|thumb|<center>Hombre de armas</center>]]
| [[Archivo:1557 Herreruelo en San Quintín.jpg|right|280px|thumb|<center>Herreruelo</center>]]
|}


El [[duque de Alba]] y [[Alejandro Farnesio]] redujeron el número de [[fila|filas]] de las compactas formaciones de [[caballería]] a ocho y más tarde a seis, con el fin de evitar su desorden cuando atacaban en [[batalla]]. Aunque este último no mantuvo formaciones superiores a la [[bandera]] o [[compañía]], las supo emplear magistralmente en misiones de [[exploración]] y [[seguridad]]. Sus campañas en Francia contra Enrique de Borbón y a favor de los católicos, lo muestran muy por encima de los demás [[general|generales]] de su época y le convierten en uno de los mejores de todos los tiempos, tanto el aspecto [[táctica|táctico]] como en el [[estrategia|estratégico]]. Fue él quien redactó las primeras normas de [[uniformidad]], quien estableció el racionamiento del pan y quien eligió el color rojo para la [[infantería]] española.<br />
==Referencias==


La formación en [[batalla]] consistía en una [[línea]] con [[vanguardia]] y [[retaguardia]], o bien dos [[línea|líneas]] sin [[reserva]]. En el centro formaban, como siempre, los [[pica|piqueros]], cubiertos su [[frente]] y [[flanco|flancos]] por los [[arcabuceros]]. La [[caballería]] formaba en las [[ala|alas]], con sus [[herreruelos]] delante y atrás para proteger a los [[lanceros]]. Otras veces, las [[compañías]] de [[jinetes]] se intercalaban entre los [[tercios]] de [[infantería]], bien constituyendo la primera [[línea]] o bien la [[reserva]], como ocurrió en [[batalla de Gravelinas|Gravelinas]]. En esta [[batalla]], el [[conde de Egmont]] organizó a su [[caballería]] en gruesas [[columna|columnas]] que, apoyadas por [[arcabuceros]], rompieron el [[frente]] francés, permitiendo entrar a la [[infantería]] por la brecha.<br />
La [[caballería ligera]] presentaba dos tipos de formaciones. La primera consistía en pequeños núcleos de 20 o 30 [[lanzas jinetas]]. Estas unidades eran muy difíciles de utilizar pues necesitaban terreno duro y llano y [[jinetes]] muy instruidos y bien montados. Cargaban a unos 60 pasos del enemigo, abriendo brechas por las que luego se colaban los [[coraceros]]. La segunda la realizaban los [[herreruelos]], que cumplían misiones independientes, como proteger los [[flanco|flancos]], mantener el contacto, golpes de mano, etc.<br />
Pese a la costumbre de [[carga|cargar]] al [[paso]] o al [[trote]], durante el reinado de [[Felipe II de Habsburgo|Felipe II]] tendrá lugar una de las [[carga|cargas]] más brillantes de la historia. [[Alejandro Farnesio]] sorprendió en el cañón de Gembloux al [[ejército]] protestante de Grigny y, sin dudarlo un instante, se precipitó con 700 [[jinetes]] sobre uno de sus flancos, que creían cubierto por un barranco cenagoso. La llegada de la [[vanguardia]], mandada por don [[Juan de Austria]] permitió culminar la victoria.<br />
==Referencias==
===Notas===
===Notas===
<references />


<references />
===Bibliografía===
===Bibliografía===
* Barudio, Gunter. "La época del Absolutismo y la Ilustración". ''Historia Universal'', vol. 25. Siglo XXI. 1981.
* Barudio, Gunter. "La época del Absolutismo y la Ilustración". ''Historia Universal'', vol. 25. Siglo XXI. 1981.
Línea 47: Línea 46:
* García Cárcel, Ricardo ''et al''. "Siglos XVI-XVII". ''Manual de Historia de España''. Historia 16, vol. 3. 1991.
* García Cárcel, Ricardo ''et al''. "Siglos XVI-XVII". ''Manual de Historia de España''. Historia 16, vol. 3. 1991.
* Lión Valderrábano, Raúl y Juan Silvela Miláns del Bosch. ''La caballería en la historia militar''. Academia de Caballería. 1979.
* Lión Valderrábano, Raúl y Juan Silvela Miláns del Bosch. ''La caballería en la historia militar''. Academia de Caballería. 1979.
* Parker, Geoffrey. ''El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659)''. Alianza. 1972.
* Parker, Geoffrey:
* Parker, Geoffrey. ''España y los Países Bajos, 1559-1659''. Rialp. 1986.
** ''El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659)''. Alianza. 1972.
* Parker, Geoffrey. ''La revolución militar y el apogeo de Occidente, 1500-1800''. Alianza. 2002.
** ''España y los Países Bajos, 1559-1659''. Rialp. 1986.
** ''La revolución militar y el apogeo de Occidente, 1500-1800''. Alianza. 2002.
 
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Revisión actual - 00:52 19 may 2022

Carlos I

Compañía de los Continos (1525)

El desarrollo de las armas de fuego confirmó la hegemonía de la infantería, mientras que comenzaba a desarrollarse la artillería. La necesidad de atacar unas fortalezas cada vez más complejas determinará, igualmente, la reaparición de los ingenieros, desaparecidos tras el Imperio romano al caer en el olvido sus técnicas de sitio. No obstante, Carlos I, verdadero caballero medieval, seguirá confiando en sus hombres de armas para resolver sus batallas. Les hacía formar en frentes de 20 a 30 caballos por 15 a 20 de fondo, separados 2 o 3 pasos, en lugar de los amplios frentes y las grandes separaciones de las batallas medievales. Esta disposición impedía que, si la carga de una línea fracasaba ante los piqueros, las sucesivas se encontrasen demasiado alejadas para apoyarla.

Mientras la defensa peninsular descansaba en las Guardas de Castilla, último vestigio de la caballería feudal, en las ordenanzas de Génova de 1536 se organizaron tres tercios para guarnecer Nápoles y Sicilia, Niza y Milán. El nombre tuvo tal fortuna que se aplicaría a todas las unidades expedicionarias creadas durante el Siglo de Oro. Al mando de una serie de brillantes generales, se convertirían en la fuerza hegemónica europea derrotando a los franceses en San Quintín (Manuel Filiberto de Saboya), a los protestantes alemanes en Mühlberg (III duque de Alba) , a los otomanos en Lepanto (Juan de Austria) y a los suecos en Nördlingen (Cardenal Infante).

Al principio del reinado, cuando la artillería aún no estaba muy evolucionada, las formaciones eran compactas, erizadas de picas, con la infantería en el centro y la caballería en las alas. A partir de la derrota de Cerisoles (1544), se disminuyó el fondo y se alargó el frente, para favorecer el uso de las armas de fuego. El progresivo desarrollo de estas y la nueva forma de ataque por los flancos hizo inviable esta táctica lo que, junto a los problemas logísticos que suponía el transporte de los hombres de armas hasta los Países Bajos, provocó la decadencia de la caballería pesada. Como consecuencia, gran parte de los jinetes que acompañaron a los tercios durante su época de esplendor eran extranjeros, dependiendo su eficacia de su lealtad y disciplina, que no eran siempre las más adecuadas, como suele suceder con tropas mercenarias.

Los más famosos de estos jinetes fueron los reiters alemanes, armados, montados y equipados a sus expensas. Vestían unas corazas negras que les hicieron famosos, y se armaban de espada y pistolete. Montaban caballos de menor alzada y más agilidad que los hombres de armas, lo que les permitía enfrentarse a estos compensando su menor envergadura con su mayor velocidad. En España fueron conocidos como herreruelos, nombre que pasaría a la esclavina o capa corta que vestían. Este nuevo instituto empleaba en combate la técnica del escarceo, consistente en avanzar y disparar las armas por filas para, a continuación, retroceder, a través de los intervalos hasta la retaguardia, donde recargaban sus armas. Una vez quebrantado y desorganizado el enemigo se ejecutaba la carga final a la espada. Esta táctica se conoció como "caracola".

Los arcabuceros a caballo también podían emplearse en misiones de exploración, recibiendo en este caso el nombre de despepitadores. Formaban en tres o cuatro líneas homogéneas al frente y al flanco de las compañías y, a veces, les exigían combatir a pie, de ahí que se les considere antepasados de los dragones. Pese a su misión auxiliar, los arcabuceros decidieron a veces la victoria, como ocurrió en la batalla de la Bicoca (1522), bajo el mando de Próspero Colonna. En la batalla de Pavía (1525), el marqués de Pescara dirigió magistralmente a sus arcabuceros, que desorganizaron a la caballería francesa con acciones de guerrilla. Al tener su retirada cortada, el propio Francisco I cayó prisionero de las tropas imperiales. También tuvieron una actuación destacada en esta batalla las 400 lanzas jinetas del marqués de Civita.

Las formaciones de los tercios no solo impresionaban a sus enemigos por su fama de invencibles, sino también por su férrea disciplina y el severo silencio con el que marchaban. Se castigaban tanto los comentarios capciosos como cualquier ruptura del silencio que perjudicara la correcta transmisión de las órdenes, poniendo en peligro la victoria. Además, se consideraba que los gritos con los que otros ejércitos se daban ánimos a sí mismo o intentaban amedrentar a sus enemigos procedían más de la flaqueza de ánimo y de la cobardía que del valor. Carlos I de Habsburgo, que sirvió de ejemplo para sus hombres por su intachable conducta como militar, condenaba a los parlanchines porque opinaba que quien hablaba en combate, aunque fuere para pedir munición, estaba cerca de huir. El efecto sobre el enemigo de un ejército que atacaba, vencía y comenzaba la degollina en un profundo silencio, debía de ser aterrador.

Durante las guerras de religión, Carlos I de Habsburgo demostró su genio militar en numerosas batallas. Apoyándose en Ratisbona como base logística, reunió sus tropas en Landhust para fortificarse en Ingostaldt y, cuando los protestantes hubieron perdido su capacidad ofensiva, pasó al contraataque, persiguiéndolos hasta su completa extinción. En la batalla de Mühlberg (1547) volvió a derrotar al elector de Sajonia gracias a dos cargas seguidas de su caballería, apoyada desde el río por los arcabuceros, que hicieron fuego con el agua hasta el pecho.

Felipe II

Durante el reinado de Felipe II de Habsburgo, la centralización administrativa inherente a la pérdida de los territorios imperiales, la entrada al servicio de palacio de gran parte de la nobleza y el desgaste producido por el levantamiento de los moriscos, redujeron sensiblemente la aportación de nobles, prelados y consejos.

El duque de Alba y Alejandro Farnesio redujeron el número de filas de las compactas formaciones de caballería a ocho y más tarde a seis, con el fin de evitar su desorden cuando atacaban en batalla. Aunque Farnesio no mantuvo formaciones superiores a la bandera o compañía, las supo emplear magistralmente en misiones de exploración y seguridad. Sus campañas en Francia contra Enrique de Borbón y a favor de los católicos lo muestran muy por encima de los demás generales de su época y le convierten en uno de los mejores de todos los tiempos, tanto en el aspecto táctico como en el estratégico.

La formación en batalla consistía en una línea con vanguardia y retaguardia, o bien dos líneas sin reserva. En el centro formaban, como siempre, los piqueros, cubiertos su frente y sus flancos por los arcabuceros. La caballería formaba en las alas, con los herreruelos delante y detrás para proteger a los lanceros. Otras veces, las compañías de jinetes se intercalaban entre los tercios de infantería, bien constituyendo la primera línea o bien la reserva, como ocurrió en la batalla de Gravelinas (1558). En esta batalla, el conde de Egmont organizó a su caballería en gruesas columnas que, apoyadas por arcabuceros, rompieron el frente francés, permitiendo entrar a la infantería por la brecha.

La caballería ligera presentaba dos tipos de formaciones. La primera consistía en pequeños núcleos de 20 o 30 lanzas jinetas. Estas unidades eran muy difíciles de utilizar pues necesitaban terreno duro y llano y jinetes muy instruidos y bien montados. Cargaban a unos 60 pasos del enemigo, abriendo brechas por las que luego se colaban los coraceros. La segunda la realizaban los herreruelos, que cumplían misiones independientes, como proteger los flancos, mantener el contacto, golpes de mano, etc.

Pese a la costumbre de dar la carga al paso o al trote, durante el reinado de Felipe II tendrá lugar una de las cargas más brillantes de la historia. Alejandro Farnesio sorprendió en el cañón de Gembloux al ejército protestante de Grigny y, sin dudarlo un instante, se precipitó con 700 jinetes sobre uno de sus flancos, que creían cubierto por un barranco cenagoso. La llegada de la vanguardia, mandada por don Juan de Austria permitió culminar la victoria.

Hombre de armas
Herreruelo

Referencias

Notas


Bibliografía

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  • García Cárcel, Ricardo et al. "Siglos XVI-XVII". Manual de Historia de España. Historia 16, vol. 3. 1991.
  • Lión Valderrábano, Raúl y Juan Silvela Miláns del Bosch. La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Parker, Geoffrey:
    • El ejército de Flandes y el Camino Español (1567-1659). Alianza. 1972.
    • España y los Países Bajos, 1559-1659. Rialp. 1986.
    • La revolución militar y el apogeo de Occidente, 1500-1800. Alianza. 2002.

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