Tercera campaña de Saboya

De Caballipedia
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1553

A primeros de agosto, Hernando Gonzaga, capitán general de Milán, recupera algunas plazas ocupadas por los franceses en los alrededores de Alessandria. Brissac se retira al Piamonte, pasando el río Tanaro por Alba y se dirige a Chieri. Gonzaga rinde el castillo de Montferrato y se dirige también a Chieri. Cuando ambos ejércitos están a menos de dos millas, sus generales acuerdan una tregua de un mes, que comenzaría el 1 de septiembre.

Acabada esta, Gonzaga rinde Orfanela el 3 de noviembre, tras un mes de asedio. Encomienda la defensa de sus caballeros (bastiones) al príncipe de Ascoli con los hombres de armas, a Alessandro Gonzaga con los jinetes, a Francesco d'Este con la infantería italiana y a Manuel de Luna con la española.

Brissac pacta con los habitantes de Vercelli la entrega de la plaza, guarnecida por la compañía del maestre San Miguel, enfermo de gota. En la noche del 18 de diciembre, 1.000 infantes y 1.000 caballos franceses transitan el Po y desembarcan a 10 millas de Vercelli. Consiguen entrar en la plaza porque los renegados matan a los guardias de sus puertas. Los españoles se reúnen en la ciudadela, cogiendo todos los víveres que hallaron en las casas vecinas, y desde allí dan aviso a todos los presidios imperiales de los alrededores y a Hernando de Gonzaga. Este deja en Orfanela a Álvaro de Sande con la artillería, 5 compañías españolas, 3 italianas, 6 alemanas y 3 de jinetes, y envía en su socorro al resto de la caballería ligera de Francesco d'Este que pone en fuga a los franceses.

1554

En marzo el emperador llama a Hernando de Gonzaga, que deja el ejército de Lombardía a Gómez Suárez de Figueroa, embajador en Génova, que se traslada a Casal de Montferrato. Sande permanece en Valfanera con la infantería y la caballería, asaltando continuamente las guarniciones que Brissac había dejado en el Piamonte. Este pone cerco a Valfanera, obligando a Sande a pedir refuerzos a Figueroa. El socorro parte de Asti el 4 de septiembre. Figueroa releva a Sande por el capitán Retuerta, que lleva 3 compañías de españoles, 3 de italianos y 2 de alemanes en sustitución de las anteriores.

El 23 de septiembre, Brissac se aproxima a Asti pero es detenido por la caballería de Juan de Figueroa y la infantería del maestre Manuel de Luna. Como los franceses venían cansados, los españoles les apresan 50 lanzas y 150 jinetes, y rescatan al capitán Juan Bautista Romano y otros soldados que llevaban cautivos.

1555

El 1 de marzo de 1555 un millar de franceses dirigidos por Monen pasan el Po y entran en Casal de Montferrato, donde estaban Gómez Suárez de Figueroa, Juan de Guevara y Ramón de Cardona, que salta la muralla y se va a Asti.

Como el emperador había recibido quejas de la gestión de Gonzaga, nombra como nuevo gobernador de Milán a Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba. Este parte de Flandes y llega a Milán el 13 de junio. Este mismo día, Brissac ataca Valenza de Po, donde se encuentran Figueroa, Pescara y Sande, con los tercios españoles de Manuel de Luna y Sancho de Mardones. Para ello, saca de los presidios toda la gente que puede, reuniendo 14.000 infantes y 3.000 caballos.

Figueroa ordena a Lope de Acuña y al albanés Jorge Zapando, capitanes de caballos ligeros que se metan en Pomaro junto a dos compañías de infantería italianaa del conde de Valenza. Lope ordena a sus jinetes que todas las noches realicen descubiertas para evitar ser sorprendidos. Cuando avista el ejército de Brissac descendiendo el río por unas barcas, ordena a los albaneses que pongan sobre aviso a Valenza. Al ser descubiertos, los franceses abandonan las barca y huyen por las riberas, cayendo presos 150 en manos de Sande.

Brissac decide atacar a los dos tercios españoles que estaban en Brema y Sartirana. Acuña los va siguiendo e informa a Figueroa de todos sus movimientos. Al mismo tiempo, envía a Bernardino Osorio a reconocer el terreno por el que habían de pasar los franceses en busca de un lugar estrecho donde emboscarlos. Este descubre una cárcava donde serían presa fácil de la arcabucería y así lo informan a Figueroa, quien envía a Césaro de Nápoles y a Manuel de Luna.

Álvaro de Sande le reprocha a Manuel de Luna que había separado mucho su infantería de Valenza, lo que habría permitido a los franceses llegar a la plaza, pero este le responde que confiaba en lo dificultosos de la cárcava. Una vez que Brissac la salva, despliega su ejército entre San Salvador y Alessandria. Figueroa ordena a los tercios de Lombardía y Nápoles que salgan por la puerta de Pomaro y al conde Alberico de Lodron que despliegue a sus 4.000 alemanes en la puerta de Alessandria. Por delante despliegan 9 estandartes de hombres de armas de Antonio de Vivero, teniente de Hernando de Gonzaga; el marqués de Capistrano con 16 banderas de jinetes y el comisario general de la caballería Juan Bautista Romano. Lope de Acuña con 4 compañías de jinetes y 200 arcabuceros españoles realiza continuas escaramuzas con las vanguardias francesas.

El ejército francés comienza a batir al imperial con 4 piezas de artillería, que ponen en fuga a los alemanes. Pero como no muestran intenciones de avanzar hacia la plaza, esa noche Sande y Cesaro salen a reconocer su campo escoltados por la compañía de caballos de Lázaro Mezuca, capitán de la guardia de Figueroa.

Al verlos, el capitán Baeza que guarnecía una ermita en lo alto de la cárcava comienza a disparar sobre los franceses, pero estos envían 3.000 jinetes que masacran a su compañía, cayendo él prisionero. La caballería francesa no se detiene allí y sigue avanzando hacia Valenza, lo que provoca la retirada de la imperial en completo desorden. Solo Acuña mantiene la calma y carga con su escuadrón para retardar a los franceses. Estos creen que forman la vanguardia de toda la caballería imperial, y que esta les va siguiendo, por lo que deciden retirarse. La artillería de la plaza comienza a hacer fuego pero, con tan mala fortuna, que debido a la espesa polvareda mata por igual jinetes franceses y españoles.

Como Sande había ordenado retirar el puente de barcas que cruzaba el Po a las espaldas de Valenza, muchos de los que huían murieron ahogados. Por este mismo motivo, dos compañías que llegaban como refuerzo, al mando del príncipe del Piamonte y del conde de Potencia, hubieron de cruzar el río por Basignano. Desde allí tenían que cabalgar varias leguas hasta llegar a Valenza, pero fueron descubiertos por la caballería francesa que intentó cortarles el paso. Alertado Acuña, sale en su ayuda y, a pesar de su inferioridad numérica, consigue que entren en Valenza con la ayuda de los arcabuceros de Luna. Pero de nuevo la mala suerte se alió con los españoles, porque la compañía de Saavedra realizó una descarga tan cerrada a pesar de la polvareda que mató a 9 jinetes de Acuña.

El duque de Alba reúne en Milán un nuevo ejército de 30.000 infantes y 3.000 caballos, incluyendo varias compañías de herreruelos, con los que se apresta a reconquistar el Piamonte. El 18 de julio llega a Valenza, donde al día siguiente se reúne con los tercios de Luna y Mardones. El 20 salen de Valenza en dirección a Ulpian, que llevaba varios meses cercada y carecía ya de bastimentos. Por el camino arrasa la fortaleza de Frixene porque sus 50 defensores se niegan a rendirse. Cesaro de Nápoles, que lleva la vanguardia con los italianos, rinde Torrion.

Como Brissac solo tiene 8.000 infantes y 1.000 caballos decide retirarse de Ulpian, que es socorrida el 2 de agosto por García de Toledo, al marqués de Pescara, Vespasiano González y Álvaro de Sande, mientras el resto del campo les espera en Saluce. Los defensores de Ulpian reclaman sus pagas atrasadas, pero a Alba no le habían llegado aún los 440.000 ducados librados para la campaña, y que había ido a recoger Luis de Barrientos a España.

El 4 salen Toledo y Sande con la arcabucería española a reconocer Santian, defendida por el renegado milanés Ludovico Birago y por el coronel francés Bonovet con 3.000 infantes y 200 caballos. La mitad del consejo de Alba le recomienda eludir la plaza y continuar su avance, pero Sande se empeña en tomarla porque había recibido noticias falsas de que su guarnición había partido en dirección a Ivrea cuando, en realidad, solo había hecho un reconocimiento y había regresado posteriormente.

Como el sitio se prolongó más de lo esperado y Alba seguía sin dinero para pagar a la tropa, decide levantar el cerco, licenciar a parte de su ejército y marchar con el resto a fortificar Pontestura, al otro lado del Po. Llegan el 29 de agosto e, inmediatamente, comienzan a fortificarlo. El duque consigue dinero para dar una paga, por lo que envía a varias compañías de caballos a los diversos presidios. Como el marqués de Malaspina sabe que camino de San Germán tropezará con los franceses, convence al marqués de Pescara de que envíe en su lugar a Lope de Acuña, quien acepta no obstante la cobardía del otro. Cuando regresaba los franceses intentan emboscarlo, pero se salva gracias a la delación de una anciana.

Mientras Alba pasa penalidades financieras, Enrique envía al duque de Aumale como refuerzo desde Picardía, reuniéndose así un campo de 25.000 infantes y 5.000 caballos. Al recibir esta noticia, y no estando acabadas las obras de Pontestura, Alba decide dejar allí al enfermo Sande con infantería de las tres naciones y regresar con Gian Battista Gastaldo a Valenza.

Cuando llegan los franceses, Sande envía a su sargento mayor a plantearles una escaramuza que les retrase, pero este muere de un arcabuzazo. Aunque la fortaleza no estaba acabada, los franceses juzgan arriesgado asaltarla y prefieren continuar su camino hasta Moncalvo. Allí había una única compañía española del capitán Cristóbal Díaz, quien había rechazado refuerzos de Sande. Como apenas resiste un día de sitio, cuando regresa a Pontestura Sande ordena su arresto. Enterado Alba ordena que se le decapite y se expulse del ejército a sus hombres.

Los franceses se dirigen entonces Ulpian, donde resistían las compañías de jinetes de Cesaro de Nápoles y el albanés Demetrio Basta, cuyos hombres estaban casi todos enfermos. Alba la refuerza inicialmente con la compañía de jinetes de Garcilaso de la Vega y otros 600 infantes españoles. Pero aquel, siendo bisoño, no se atrevió a cruzar el Po al encontrarlo muy crecido por deshielo estival. Al enterarse Alba, envía un segundo socorro al mando de Manuel de Luna con 300 arcabuceros del tercio de Lombardía, escoltados por 2 compañías de jinetes de Lope de Acuña, quien a la sazón también se encontraba enfermo. Para agilizar el movimiento, todos los infantes de Luna se montan en rocines confiscados a los lugareños.

Por el camino a Ulpian, se cruzan con Cesaro de Nápoles quien había abandonado la plaza argumentando que llevaba 18 años gobernándola y no pensaba morir allí. Cuando llegan al vado, encuentran infantería y caballería francesa esperándole, pese a lo cual deciden cruzar y poner a estos en fuga aprovechando que era de noche y no daban a conocer su número.

A 800 pasos de Ulpian les espera un escuadrón de 6.000 esguízaros formado en orden de combate, pero los españoles aprovechan la sorpresa y la nocturnidad para rebasarlos por el flanco izquierdo, tomando de paso muchos prisioneros. Solo 184 españoles consiguieron culminar esta hazaña.

Al día siguiente, Segismundo Gonzaga, lugarteniente de Cesaro, les muestra la fortificación a Luna y Acuña, que desfallecen al comprobar el ruinoso estado de las defensas, de la artillería y de los hombres, contabilizando 480 sanos y 600 enfermos. Los franceses le ponen batería pero, lejos de amilanarse, los defensores organizan una salida con todos los caballos disponibles (230), llevando por capitán a Teodoro Basta y, tras él, Acuña, Mezuca y Vivero.

Cuando los franceses consiguen llegar con sus trincheras a 50 pasos del caballero principal, se reúne el consejo para replantear la defensa: Luna, Acuña, Gonzaga y los capitanes Lucas Hernández, Pedro Montañes, Pedro Venegas, Luis Venegas, Lázaro Mezuca, Tiberio Brancaccio, Piantanida, Leon de Bellaguarda y Garcilaso, quien había participado en el socorro para demostrar que el fracaso del primero no había sido un acto de cobardía sino de inexperiencia y mal consejo por parte de sus subordinados.

Cuando llegan a 30 pasos, los franceses se lanzan al asalto. La primera línea de defensa es rápidamente superada, por lo que Luna ordena abandonar el foso y retirar la gente al interior de la fortaleza. Los franceses adelantan un cañón grueso y derriban en apenas 6 horas las dos casamatas que protegían la puerta principal, debido a su ineficaz construcción. Allí comenzaron a emplear una caseta de madera emplazada sobre una plataforma levadiza, desde la que podían hacer fuego de arcabuz contra los defensores sin recibir daño alguno.

Los franceses revientan una mina que derriba una parte de la muralla, por la que intentan el asalto, pero son rechazados por los piqueros españoles tras cinco horas de lucha. Mueren en este asalto Garcilaso, Lucas y otros capitanes, de cuya muerte se culpa a Luna por no haberles ordenado replegarse tras volar la mina.

A la mañana siguiente solo quedan en pie 18 españoles, otros tantos italianos y un número indeterminado de alemanes. Luna acude a las habitaciones donde Acuña yace enfermo para proponerle la rendición. Este se niega y le ordena que resista hasta el último hombre en el castillo, pero Luna lo desobedece y se rinde a Aumale. La empresa de Ulpian le había costado 3.000 bajas, incluyendo 52 capitanes.

1556

Alba recibe 4.000 infantes y 500 jinetes alemanes, además de los españoles que habían tomado Porto Ercole. Era su lugarteniente

Referencias

Notas

Bibliografía

  • Sandoval, Prudencio. Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V. Bartolomé París. 1512/1634.
  • Cabrera, de Córdoba, Luis. Filipo Segundo, rey de España. Aribau. 1619/1876.