Diferencia entre revisiones de «Logística de Carlos IV»

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Revisión del 17:33 24 mar 2017

Durante el reinado de Carlos IV se siguió usando como espada de caballería la denominada "Ramírez de Arellano", con la guarnición llamada de "vela". La hoja tenía una longitud de 880 mm y una anchura de 40 mm en la bigotera.

El 17 de diciembre de 1789 ordena S.M. que todas las llaves fuesen ya a la española, de las denominadas "de miguelete". Dicha disposición supuso la transformación de las armas existentes, tanto del fusil de infantería y dragones, como de las carabinas de caballería y Guardia Real y sus pistolas correspondientes, incluidas las de Marina. Se utilizaron dos versiones de la nueva llave, una con el muelle del rastrillo cubierto por la brida de la cazoleta, y otra con dicho muelle a la vista. Esta última versión incorporó, ocasionalmente, una pieza giratoria con base en el tornillo del rastrillo, que servía de guardavientos para proteger la cazoleta.

Al final del siglo se empezó a utilizar el fusil de retrocarga y algunos intentos de armas de repetición con proyectiles expansivos y puntiagudos.

Hacia 1800 se adoptó para la caballería de línea una espada con guarnición similar a la de dragones. La hoja tiene 855 mm de longitud y una anchura en la bigotera de 34 mm. Solo presenta doble filo en el último tercio. Con alguna variación en las dimensiones de las hojas, la misma fue adoptada también por los Guardias de Corps y los Carabineros Reales. En este caso presenta dos filos corridos en tres mesas y una longitud de 910 mm en los primeros y 890 en los segundos, con una bigotera de 33 y 36 mm respectivamente.

En 1794, ante el inminente ataque francés, la fábrica de Plasencia tuvo que trasladarse a Asturias, donde sus artesanos se repartieron entre varias poblaciones (Larrañaga 1981):

  • Cajeros y aparejeros en Oviedo
  • Bayonetistas en Trubia
  • Llaveros en Caldas, Barco de Soto y Puerto
  • Forjadores y barrenadores de cañones en Mieres y Grado

La implantación de tantas fábricas tuvo al principio sus dificultades, y hubo que recurrir incluso al químico D. Luis Proust de la Academia de artillería de Segovia para que estudiase unos métodos sustitutivos del carbón vegetal. Aunque desde Plasencia se continuaron enviando artesanos a Asturias (entre ellos José Bustinduy y Agustín de Sustaeta), el antiguo sistema gremial vasco fue decayendo poco a poco.

Durante la guerra del Rosellón surgió la necesidad de suministros de importación. Para comprender la complejidad de estas compras sirva como ejemplo la adquisición de 10.000 fusiles construidos en Verlach y Greinach[1]. La gestión fue realizada por D. Nicolás Blasco de Orozco, cónsul español en Viena, a través del cónsul en Liorna, D. Manuel Silva, que a su vez lo encargó al comerciante de esa ciudad D. Domingo Scotto, quien tuvo que cerrar una contrata en Brescia y Sajonia con la intervención de un banquero austríaco, todo ello con la mayor discreción para evitar que Francia boicotease la operación.

Durante esta guerra, la fábrica de Ripoll sufrió la ocupación francesa y el consiguiente saqueo.

En 1804 se comenzó a construir una nueva sede de las Reales Fábricas en Plasencia, pero al ser acabada en 1809, hubo de ser entregada a los franceses.

Referencias

  1. AHN. Estado, Leg. 3.754.