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La caballería de los Austrias menores

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Como consecuencia del éxito conseguido por los [[tercio]]s durante el [[siglo XVI]], la [[caballería]] debía acompasar sus movimientos a la lentitud de la [[infantería]]. Se había perdido también la costumbre de situar [[mosquetero]]s a pie en los intervalos entre las [[compañía]]s<ref>Táctica que venía en llamarse ''recubrir el estribo''.</ref> como, sin embargo, venían haciendo los suecos y holandeses. Quizás fuese esa una de las causas de la derrota en la [[batalla de Las Dunas]] ([[1658]]).
Mientras las [[unidadunidades]]es de [[herreruelo]]s alemanes siempre tuvieron entidad regimental, la [[caballería]] de súbditos de la Monarquía Hispánica, ya fuesen españoles o europeos, se había organizado en [[compañía]]s sueltas. Esto cambió a partir del reinado de [[Felipe IV de Habsburgo]], aunque los motivos aún no están demasiado claros. Los nuevos [[trozo]]s o [[tercio]]s de [[caballería]] reunirían normalmente cinco [[compañía]]s de 100 a 200 [[coracero]]s y una de [[arcabucero]]s, precisamente la del [[comisario]] del [[trozo]] o [[maestre de campo]] del [[tercio]]. En [[1634]] se organizó la primera [[unidad]] de [[dragones]], una arma mixta que se desplazaba a caballo pero podía combatir indistintamente montada o desmontada. La mayoría de las [[unidadunidades]]es de [[caballería]] y [[dragones]] que se crearon tuvieron una vida efímera, generalmente reducida a una [[campaña]]. Solo unas pocas tuvieron continuidad y llegaron a formar parte del [[ejército]] de los Borbones. La mayoría no tenían nombre fijo, conociéndose por el apellido de sus [[jefe]]s. Esta costumbre se prolongará hasta [[1718]] y dará lugar a no pocos equívocos a la hora de identificar a algunas [[unidadunidades]]es, especialmente si el mismo [[oficial]] pasaba de una a otra.
A ello se sumaba otro problema añadido: rara vez la proporción de españoles naturales enrolados en los [[ejército]]s de los Habsburgo alcanzaba el 25% del total, contando con todos sus repartimientos. Los escribas del reino tenían verdaderas dificultades para transcribir algunos apellidos de difícil cuando no imposible pronunciación. Como consecuencia, la variedad con la que pueden encontrarse escritos algunos nombres de [[oficial]] y, por tanto, de [[unidad]], provoca notables malentendidos. Resulta imperdonable que se emborrone la memoria histórica de cualquier [[soldado]] confundiendo su nombre (último vestigio de su memoria) porque es tanto como despojarle de su mayor honra: la de haber servido. Es el deber de cualquier historiador respetar la memoria de los [[soldados]] de España, independientemente de cuál fuese ahora su nacionalidad porque, cuando ellos sirvieron, Flandes, Valonia, Luxemburgo, el Franco Condado, Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y los presidios toscanos, se mantenían como provincias españolas gracias a la sangre que tan generosamente derramaron sus leales súbditos. Sería imposible reconstruir la historia [[militar]] de España sin contar con aquellos soldados, como tampoco sin los alemanes, súbditos del Imperio que [[Carlos I de Habsburgo]] segregó de la Monarquía Hispánica, pero que se mantuvieron como sus más firmes aliados hasta el testamento de [[Carlos II de Habsburgo|Carlos II]].