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Imperio español

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Tras la caída del Imperio romano de Occidente, el franco Carlomagno consiguió reunificar todos los reinos germánicos desde los Pirineos hasta el Óder, siendo coronado emperador por el Papa el año 800. Como sus nietos se disputaron la corona, por el tratado de Verdún (843) se acordó la división del Imperio en tres partes: el mayor, Lotario, se quedó con la Francia Media (conocida como Lotaringia); al segundo, Luis, le correspondió la Francia Oriental (actual Alemania); y al tercero, Carlos, la Francia Occidental (actual Francia). La corona imperial recayó en Lotario, pero tras varias guerras dinásticas pasó primero a Carlos II de Francia (875) y después a Otón I de Sajonia (962). Este reconquistó Lotaringia pero fracasó frente a Francia, que quedó así fuera de la órbita imperial.<br />
Tras la fragmentación del Imperio carolingio, Europa occidental sufrió las invasiones combinadas de vikingos, sarracenos y magiares. Cuando Otón I de Sajonia derrotó a los últimos en la batalla de Lechfeld (962) proclamó el Sacro Imperio Romano Germánico, como heredero de la misma entidad multinacional que sus antepasados germanos habían contribuido a [[Destruir (PD0-000)|destruir]]. El título de emperador pasaba de padres a hijos, pero el candidato debía ser refrendado por un colegio electoral que, en caso necesario, votaba el cambio de dinastía. De acuerdo con la costumbre sucesoria, el territorio patrio germánico (''Deutchsland'') se fue atomizando durante toda la todo el [[Medievo ]] hasta constituir 300 principados feudales. Aunque sometidos ''de iure'' al emperador, conservaban una gran autonomía ''de facto''. Para facilitar su administración, en la dieta de Tréveris (1512) se agruparon en diez circunscripciones: Franconia, Suabia, Baviera, Baja Sajonia (Hanóver), Alta Sajonia (Brandeburgo), Alta Renania (Lorena y Saboya), Baja Renania (Westfalia), Palatinado, Austria y Borgoña. El Imperio integraba además otros territorios periféricos como los reinos de Bohemia e Italia y la Confederación Helvética.<br />
Maximiliano I de Habsburgo, abuelo paterno de Carlos I de España, legó a este el derecho a reclamar el título imperial, que ostentó como Carlos V de Alemania desde 1520 hasta su abdicación en Bruselas en 1556, si bien los electores no la reconocieron hasta su muerte dos años después. La reforma luterana dividió el Imperio pero, tras derrotar a los protestantes en Mühlberg, Carlos proclamó el ''ius regio, eius religio''. Desde entonces, los súbditos asumirían la fe del príncipe respectivo con independencia de sus propias creencias. Cuando el emperador abdicó en Bruselas decidió entregar la herencia de Maximiliano a su hermano Fernando I y el resto de sus posesiones a su hijo Felipe II de España. Pretendía así mantenerla libre de los conflictos religiosos que habían azotado Alemania e Inglaterra y que, posteriormente harían lo mismo con Francia. Desgraciadamente, poco después estallarían otros similares en los Países Bajos que acabarían arruinando a la corona pese a los ingentes ingresos provenientes de las Indias. Entre 1520 y 1558 el Sacro Imperio aportó a la Monarquía Hispánica los títulos correspondientes a Alemania y la marca oriental (Austria y Hungría), mientras que los de la antigua Lotaringia permanecieron en manos españolas hasta la guerra de Sucesión.<br />
===Francia===
Durante toda la todo el [[Medievo ]] y el Renacimiento, buena parte de la actual Francia perteneció, bien ''de iure'' o ''de facto'', a alguna de las monarquías hispánicas, si bien nunca de forma simultánea. Posteriormente, se volvieron las tornas y fue Francia la que impuso su hegemonía sobre España: durante la Ilustración con la dinastía de Borbón y a comienzos del siglo XIX con Napoleón. Además de los títulos vinculados al Sacro Imperio, Francia aportó a la Monarquía Hispánica los siguientes:<br />
[[File:Escudo Francia.png|150px|thumb|right|<center>Armas de Francia</center>]]

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