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Campaña de Roma

944 bytes añadidos, 21:52 12 sep 2018
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Cuando recibe las noticias de San Quintín, Alba intenta obligar al papa a firmar la paz sin tener que tomar Roma, para evitar un segundo saco que pondría a toda la cristiandad en contra de Felipe. El 28 de agosto envía a Ascanio della Corgna y a los capitanes Mosquera y Palacios con 300 españoles para que hagan un amago de asalto a un sector de la muralla. Guisa acude a socorrer al papa, pero no se atreve a plantar batalla. Finalmente, el 8 de septiembre el papa se aviene a firmar una paz muy ventajosa. Una vez en Roma, Alba libera a todos los embajadores presos. Tres días después regresa con su ejército a Nápoles.
Guisa embarca en Civitavecchia acompañado solo de 4 compañías de gascones, dada la urgencia de reunirse con su rey en Picardía. El resto de su ejército se retiró por tierra, desorganizado y medroso tras su infortunada campaña. Para no atravesar el Milanesado, algunos deciden pasar por el Véneto, donde son presa de los forajidos. Los que se atreven a cruzarlo tienen mejor suerte porque tanto los españoles como los alemanes están amotinados por falta de pagas. A su paso por el Piamonte, Termes recoge la mayor parte de las guarniciones, a sabiendas que en caso de contraataque, Alba las enviaría a galeras. Este envía al conde de Lodron a Córcega con 1.500 alemanes y 500 italianos. Cansados los milaneses de los desafueros del cardenal de Trento, escriben al rey y este lo releva de sus funciones financieras, nombrando en su lugar a Juan de Figueroa. Su puesto como castellano de Milán lo confiere a Alonso de Pimentel y la gobernación del ducado a Gonzalo Hernández de Córdoba, duque de Sessa y nieto del Gran Capitán.
Simultáneamente, el barón Nicolao de Poleville intenta recuperar la Saboya ocupada por los franceses con 6.000 infantes y 1.500 caballos alemanes. Temerosa la plaza de Ginebra de verse de nuevo sometida a su legítimo duque, decide ponerse bajo la protección del cantón de Berna. La campaña se prolonga más de lo deseado y, falto de dinero, Poleville decide retirarse al Franco Condado.
Cansados los milaneses de los desafueros del cardenal de Trento, escriben al rey y este lo releva de sus funciones financieras, nombrando en su lugar a Juan de Figueroa. Su puesto como castellano de Milán lo confiere a Alonso de Pimentel y la gobernación del ducado a Gonzalo Hernández de Córdoba, duque de Sessa y nieto del Gran Capitán. Alba se traslada desde Porto Ercole a Lombardía con su ejército para continuar la campaña, delegando el virreinato de Nápoles en Juan Manrique de Lara, general de la artillería, y la embajada en Roma en Luis de Zúñiga y Requeséns. Figueroa se apresta para combatir al duque de Ferrara cuando Sande regresa de Picardía y le transmite la orden real de que despida a los alemanes y dé tres pagas a los españoles para que dejen el motín. A continuación, escribe al duque de Florencia conminándole a cumplir lo acordado de socorrer con tropas el Milanesado. Cansado de esperar estas tropas, el duque de Parma inicia la campaña por su cuenta, llevando 1.600 infantes y 600 caballos gobernados por Álvaro de Sande. En Canosa se reúne con Cesaro de Nápoles, que lleva 4 compañías de lanzas, 4 de jinetes y 2.000 infantes españoles y alemanes. Desde allí toman varias plazas, guarnecidas por tropas francesas que el de Ferrara había contratado durante su retirada. En Ribalta se traba una gran escaramuza, tras la cual Ottavio deja a Sande en Escandiano con 1.000 españoles y 400 alemanes. El resto del ejército lo envía a Lombardía a invernar. CAPÍTULO XVI 208
==Referencias==