Tras la derrota de San Quintín y la retirada del ejército de Guisa, Enrique II planea atacar varias plazas costeras en la Toscana y el Piamonte Niza mediante una operación conjunta. La parte terrestre la encomienda a Brissac, que realiza una nueva leva de 10.000 infantes y mucha caballería y la lleva a Antibes. Para la marítima, recaba el apoyo de Solimán, quien envía una flota de 100 galeras al mando de Pialí Bajá. A través de sus espías en Constantinopla, el emperador Fernando tiene noticia de esta nueva expedición e informa a su sobrino. Este, a su vez, ordena a Juan Manrique de Lara, virrey interino de Nápoles, que distribuya la infantería y la caballería del reino entre las fortalezas, reforzando especialmente las de Calabria, pues es donde había de tocar primero la armada turca. Gómez de Suárez de Figueroa, embajador en Génova, transmite la orden a Doria de que transporte el regimiento alemán del conde de Lodrone Lodron a las plazas de Toscana y a Chiapino Vitelli de que acabe la fortaleza de Porto Ercole.