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Cambios

La caballería de los Austrias menores

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Felipe IV
A ello se sumaba otro problema añadido: rara vez la proporción de españoles naturales enrolados en los [[ejército]]s de los Habsburgo alcanzaba el 25% del total, contando con todos sus repartimientos. Los escribas del reino tenían verdaderas dificultades para transcribir algunos apellidos de difícil cuando no imposible pronunciación. Como consecuencia, la variedad con la que pueden encontrarse escritos algunos nombres de [[oficial]] y, por tanto, de [[unidad]], provoca notables malentendidos. Resulta imperdonable que se emborrone la memoria histórica de cualquier [[soldado]] confundiendo su nombre (último vestigio de su memoria) porque es tanto como despojarle de su mayor honra: la de haber servido. Es el deber de cualquier historiador respetar la memoria de los [[soldado]]s de España, independientemente de cuál fuese ahora su nacionalidad porque, cuando ellos sirvieron, Flandes, Valonia, Luxemburgo, el Franco Condado, Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y los presidios toscanos, se mantenían como provincias españolas gracias a la sangre que tan generosamente derramaron sus leales súbditos. Sería imposible reconstruir la historia [[militar]] de España sin contar con aquellos soldados, como tampoco sin los alemanes, súbditos del Imperio que [[Carlos I de Habsburgo]] segregó de la Monarquía Hispánica, pero que se mantuvieron como sus más firmes aliados hasta el testamento de [[Carlos II de Habsburgo|Carlos II]].
 
Tras la paz de Westfalia, los monarcas ilustrados y la incipiente burguesía comercial promoverían un nuevo tipo de guerras donde los objetivos militares no respondían ya a intereses religiosos, sino a otros dinásticos, diplomáticos o económicos: Devolución, Holanda, Augsburgo, Asiento, Siete Años, Sucesión Española, Polaca y Austriaca. William Lind (1989) las identificaría como guerras de primera generación (1GW) ya que, como buen estadounidense, prefería ignorar la historia anterior al desembarco del “Mayflower”.
 
Los ejércitos volvieron a profesionalizarse y se proscribió toda iniciativa, pues esta perjudicaba la sincronización de las unidades durante sus complejas evoluciones en orden cerrado. La obsesión por lo racional se extendería a otros aspectos de la vida militar para distinguirla de la civil, como la jerarquía, las divisas, el saludo o el uniforme . Se abandonaron las corazas, la pica fue sustituida por la bayoneta y el cuadro por la línea. El mariscal francés Turenne transformó la brigada operativa temporal en unidad orgánica permanente, pero articulada en regimientos especializados de una única arma:
* Infantería: armada del nuevo mosquete con llave de chispa.
* Caballería: recuperó la carga al arma blanca y al galope.
* Dragones: dada su versatilidad, eran los preferidos para las campañas ultramarinas, remontándose en destino con caballos de inferior calidad.
 
La artillería se dividió entre unas baterías fijas para la defensa de las plazas fuertes; y otras de campaña, dotadas con cañones ligeros de bronce montados sobre armones tirados por caballos hipermétricos. El nuevo cuerpo facultativo de intendencia se responsabilizó del abastecimiento y el alojamiento de las tropas.
 
Todas estas innovaciones no se aplicarían en España hasta que la dinastía de Borbón sucediese a la Habsburgo en 1700, prolongando la agonía de unos tercios exhaustos. En consecuencia, se fueron perdiendo una tras otra todas las posesiones europeas y la hegemonía continental pasó sucesivamente a la Francia de Luis XIV, la Austria de Carlos VI y la Prusia de Federico II (Luvaas 2009).
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