Rebelión de las Alpujarras

De Caballipedia
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1567

El día de Año Nuevo de 1567 se promulga una pragmática por la que se prohíbe cualquier manifestación externa relacionada con el islam, como la lengua, el vestido, los baños, los cultos, las zambras, etc. Los moriscos comienzan a promover actividades sediciosas, y llaman en su defensa a los corsarios berberiscos. Alerta al rey Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar, conde de Tendilla y capitán general de Granada, ya que su única guarnición son las 4 capitanías de las Guardas que vigilan la costa y la reducida dotación de la Alhambra. Esta última es reforzada con la compañía del capitán Lorenzo de Ávila y el Albaicín con la del capitán Garnica. Los líderes moriscos protestan y ofrecen 300 rehenes a cambio de su retirada, lo que Mendoza acepta pero trasladándola a la Vega.

El rey planea organizar una milicia de 40.000 soldados pero su consejo le disuade por cuanto supondría un arma para que cualquier enemigo interior le derroque.

1568

Los líderes moriscos deciden que la rebelión comience durante las navidades, aprovechando que el mal tiempo tiene la tropa acuartelada, la flota amarrada y los civiles refugiados en sus hogares. Se elige como cabecilla a Hernando de Valor, descendiente de los Aben Humeya, quien habría de jurar sumisión al rey de Argel.

En la Nochebuena de 1568 Aben Humeya manda a su lugarteniente Farax que comience la matanza de cristianos y la profanación de templos en varios pueblos de las Alpujarras. Generalmente, apresaban a hombres y mujeres y los encerraban en la iglesia para exigirles un rescate y, una vez obtenido este, les obligaban a renegar de su fe. En caso de negativa, eran salvajemente torturados y, finalmente, asesinados.

Una vez rebeladas las Alpujarras, Farax se encamina al Albaicín, pero sus pobladores se resisten a levantarse por temor a las represalias. Desconociendo el número de enemigos, el conde de Tendilla no saca a la guarnición de la Alhambra: 50 caballos y 150 infantes. En cambio, el marqués de Mondéjar y otros nobles arman a sus siervos y se lanzan en persecución de los moriscos, pero Farax consigue escabullirse. De regreso en Granada, Mondéjar escribe al rey lo sucedido y levanta milicianos sin listar, para que los moriscos no conociesen su escaso número. También avisa al marqués de los Vélez, adelantado de Murcia, para que prevenga el contagio a Valencia.

1569

El 2 de enero se extiende la rebelión a Málaga. Antonio García Montalvo, corregidor de Ronda y Marbella, les hace frente con 7.000 voluntarios y consigue expulsar a los rebeldes a la serranía de Ronda.

El día 3, el marqués de Mondéjar ha reunido ya las compañías de caballos y peones de Loja, Alhama, Jaén, Alcalá y Antequera. Deja en la Alhambra a su hijo, el conde de Tendilla y ataca Dúrcal, donde los moriscos han instalado su cuartel general. Tras una sangrienta batalla, estos son puestos en fuga, no sin un elevado número de bajas cristianas, algunas por fuego propio, dada la escasa instrucción de las milicias.

Los moriscos se dirigen a Calahorra para vaciar su prisión, pero allí resiste el alcaide y una reducida guarnición. Desde Guadix acude a socorrerle el veterano Pedro Arias de Ávila con 300 infantes y 60 caballos. Salen los moriscos a emboscarlos, pero consiguen ponerlos en fuga haciéndoles 300 bajas.

Llegan a Dúrcal las siguientes tropas:

  • Úbeda: Rodrigo de Vivero, con 900 infantes y 150 caballos;
  • Baeza: Diego Vázquez de Acuña con 980 infantes, la compañía de ballesteros y 4 compañías de caballos;

Con estos refuerzos, Mondéjar toma el puente de Tablate, defendido por Aben Humeya con 3.500 hombres por ser la vía de paso a los suministros desde la costa. Desde allí se traslada a Lanjarón, donde le llega la petición de socorro de los cristianos que aún resisten encerrados en las iglesias. Mientras él avanza hacia el pueblo, envía a su hijo Francisco con la caballería y algunos arcabuceros a rodear a los moriscos por la sierra. Estos levantan el cerco y consiguen escapar a Poqueira, lugar muy elevado y fácil de defender.

Pese a ello, la ataca el marqués con grandes bajas por ambas partes, entre ellas, Alonso Portocarrero, muerto de unas saetas envenenadas. Tras hacerles 600 bajas, tienen que desistir del alcance debido a lo agreste del terreno. Los milicianos capturan muchas mujeres y niños, que se quedan como esclavos o para luego venderlos. A falta de bestias para transportar el botín, la mayor parte fue quemado in situ.

Entretanto, el marqués de los Vélez organiza un segundo ejército con voluntarios de Lorca, Ceheguín, Moratalla, Mula, Vélez Blanco, Vélez Rubio y Alhama. Sin esperar al permiso real para salir de su jurisdicción, entra en la de Granada desde Tabernas. En Guecijar topan con el Gorri quien, a la vista del ejército, degüella a todos sus cautivos. Los cristianos atacan con furia y le obligan a internarse en Sierra Nevada.

El 15 de enero varios caballeros cristianos suben a desalojarlos. Los moros huyen, abandonando sus mujeres y bagajes, pero contraatacan recuperando el puente de Tablate. Por estas mismas fechas llegan a Granada los 500 arcabuceros levantados por Pedro Fernández de Valenzuela, veterano de Italia, Alemania y Francia, que serviría durante toda la campaña de granada.

El 17 de enero, Mondéjar avanza hacia Jubiles a pesar del temporal de agua y nieve, por tener noticia de que allí han concentrado los moriscos a muchas cristianas a fin de venderlas a los corsarios berberiscos. Enterado Humeya, lo embosca en Trevélez, pero es derrotado y puesto en fuga, con lo que se consigue arrebatarle la presa.

Al día siguiente, el marqués de los Vélez llega a Félix, en la sierra de Gador, donde desbarata a 3.000 moriscos. El botín vuelve a ser cuantioso, lo que empuja a muchos soldados a desertar para llevarlo a su hogar. Mientras tanto, Humeya se enemista con su propia familia al repudiar a su mujer por una concubina. Cuando está en Paterna recibe carta de Mondéjar conminándole a la rendición pero, antes de que se decida, el ejército cristiano tiene que repeler el ataque de dos escuadrones moriscos que obraban por su cuenta. Creyendo que le han traicionado, Humeya se da a la fuga y la carta cae en manos del alcaide Xoaibé. Este la enseña al resto de cabecillas moriscos, quienes consideran que Humeya intentaba traicionarles pactando a sus espaldas. Cuando llega Mondéjar a Paterna, captura muchas mujeres, incluidas la hermana y la amante de Humeya.

El de los Vélez llega a Ohañez a primeros de febrero con 5.000 infantes. Allí les salen al encuentro los moriscos, a los que hacen 1.000 bajas y capturan 1.600 mujeres. Liberan a 30 cristianas, pero ven horrorizados que el día anterior habían sacrificado otras 20 en un macabro ritual junto a algunos sacerdotes.

Llegan a Almería las galeras de Gil de Andrade y desembarcan 800 hombres a cargo de Juan Sanoguera, que inmediatamente parte a tomar el peñón de Inox (¿Enix?), donde se había hecho fuerte otro caudillo morisco. Le acompañan Francisco de Córdoba con la milicia de Almería y García Villarroel, su capitán a guerra. Tras una breve escaramuza que se salda con 7 cristianos y 400 moriscos muertos, el resto se da a la fuga dejando en la plaza 2.700 mujeres y niños, así como mucho ganado y un botín de medio millón de ducados.

Otro grupo de moriscos se hace fuerte en las Guajaras, lugar estratégico por controlar el paso hacia La Herradura y estar próximo a la Axarquía, donde aún no se había propagado la insurrección. El marqués de Mondéjar acude en persona a someterlos, siendo reforzado por 2.000 infantes y 200 caballos granadinos y sin dejar presidio para no reducir sus fuerzas. Se adelantan Alonso de Cárdenas y Francisco de Mendoza y consiguen que los moriscos busquen refugio en unas alturas. El ambicioso Juan de Villarroel pide permiso para perseguirlos y conseguir así algo de honra. Le siguen 800 voluntarios en busca de botín. La aspereza de la subida acaba pronto con sus bríos, lo que aprovecha el Zamar para cargarlos con solo 40 moriscos. Villarroel muere de varias cuchilladas en la cabeza sin llegar a sacar la espada de su vaina, junto a muchos de sus hombres, mientras el resto se da a la fuga cuesta abajo. Como la caballería no puede apoyarlos, Mondéjar ordena desmontar y forma un cuadro para proteger a los que llegan huyendo.

Al día siguiente ordena un ataque general con sus 5.000 infantes y 400 caballos. El combate se prolonga hasta que llega la noche, que aprovechan los cercados para huir a las Albuñuelas. Muchos serían posteriormente capturados por la caballería que patrullaba los valles. El marqués ordena destruir el fuerte y degollar a todos sus defensores.

Simultáneamente, el beneficiado Torrijos reduce la sierra de Filabres con 300 soldados. Jerónimo de Tapia y Andrés Camacho hacen lo propio en otros lugares. Álvaro Flores recorre la tierra recogiendo soldados dados al saqueo. Los rebeldes están ya agotados, hambrientos y diezmados por las muertes, las capturas y el frío, así que determinan rendirse al rey. A fin de evitar represalias, solicitan ser trasladados a otros lugares de la provincia, conservando sus bienes.

Antes de que se cierre el pacto, Mondéjar quiere apresar a Humeya para presentarse como vencedor de la campaña, por lo que envía a Álvaro Flores y a Gaspar Maldonado con 600 arcabuceros escogidos en su busca. Pero estos incumplen sus órdenes de no molestar a los moriscos pacíficos y, aunque dan con Humeya en Valor, este consigue escapárseles.

Alonso de Granada Venegas llega a Madrid para informar al rey del cese de hostilidades y convencerlo de que visite Granada, pero el consejo lo desaprueba y acusa a Mondéjar de no haber recaudado el quinto del botín y haberse enriquecido con la contienda. Venegas lo defiende, alegando que había impedido que los moriscos se organizasen mejor atacándolos precisamente donde eran más fuertes. Expone, además, que no contó con tropas pagadas por el rey sino con voluntarios y que estos, por tanto, debían ser resarcidos mediante el saqueo y el apresamiento de cautivos.

El 17 de marzo, el rey decide enviar a su hermanastro Juan de Austria, ya que cuenta con categoría suficiente para obtener la sumisión de los dos marqueses. Como ayudantes, se nombra a Luis Quijada, su antiguo ayo y presidente de Indias; y al duque de Sessa, nieto del Gran Capitán y exgobernador de Milán. Además, ordena a Luis de Requeséns que embarque al tercio de Nápoles y a las ciudades que leven jinetes y peones. A Mendoza le ordena que deje en las Alpujarras a Francisco de Córdoba, Juan de Mendoza y Antonio de Luna con 2.000 infantes y 300 caballos, y que parta con el resto a Granada a recibir a don Juan.

Al partir el marqués, algunos capitanes y soldados se desmandaron, apresando y robando a muchos moriscos a pesar de la tregua. Otros acudieron a Humeya, rogándole que volviera a tomar las armas contra los cristianos. Este acepta, tras comprobar que muchos moriscos de la Vega y la Axarquía están dispuestos a unírseles al comprobar las represalias cristianas contra las poblaciones no sublevadas. Simultáneamente, Abdallah, hermano de Humeya, llega a Constantinopla a recabar ayuda del sultán, a quien ofrece el puerto de Cartagena para desembarcar a sus tropas y el apoyo de 60.000 moriscos granadinos, valencianos y aragoneses. Pero Selim desoye sus súplicas pues está decidido a arrebatar Chipre a los venecianos.

El 6 de abril despacha el rey desde Aranjuez a don Juan, quien llega a Granada el 21. Pasa muestra general a las tropas y escucha el informe de Mondéjar. Este propone reunir a todos los moriscos entre Berja y Dalías aislados del mar y de la costa; el duque de Sessa propone incluir también a los del Albaicín y la Vega, para evitar futuros motines. Se oponen Luis Quijada y el arzobispo, pero don Juan opta por esta solución.

Transmite a las ciudades la orden real de levar tropas y nombra por maestres de campo a Antonio Moreno, Hernando de Oruña y Francisco de Mendoza, entre otros. Ejerce como comisario y veedor general, Francisco de Solís y como contador, Francisco de Salablanca. Envía varios capitanes a presidiar las ciudades más importantes y en Guadix ordena que Juan de Benavides levante una fortaleza para asegurar los suministros pero, cuando estaba apenas iniciada, los moriscos la asaltan y matan a todos los defensores. Enterado del caso, Juan de Austria envía una nueva guarnición al mando de Francisco de Molina.

Se embarcan en Nápoles 12 compañías y en la Spezia 1 de Lombardía y 1 del Piamonte. Un temporal les sorprende en Narbona, por lo que la galera capitana se ve obligada a atracar en Palamós, donde los galeotes intentan capturarla y son castigados cruelmente. Tres galeras acaban en Córcega y Cerdeña y otra naufraga. El resto consigue llegar a Cartagena, donde la infantería debe ser proveída de nuevas armas por haberlas echado al mar para aligerar el peso.

En Granada don Juan ordena que todos los moriscos se concentren en las parroquias para ser deportados al interior de Andalucía. Muchos huyen a la sierra, llevando cuanto pueden y enterrando el resto.

Como don Juan está entretenido con el gobierno de Granada, el rey delega el mando operativo en el marqués de los Vélez. Este decide concentrar sus tropas en Berja para estorbar el socorro que le llega a los moriscos desde Berbería. Aben Humeya reúne 10.000 hombres, incluidos 3.000 arcabuceros, y decide darle una encamisada. Vélez tiene aviso de sus propósitos pero prefiere guardar secreto para que sus hombres, la mayoría bisoños, no huyan. Justo antes de ser atacado, ordena redoblar los tambores con la excusa de recoger el campamento, por lo que cuando llegan los moriscos encuentran a la gente armada y aprestada.

Estos llevan delante a 2.000 muyahidines berberiscos conjurados para matar al marqués a costa de la propia vida pero este aguarda en la plaza de armas rodeado de toda la caballería. Tras el caos inicial, los capitanes cristianos ponen en orden a sus tropas, destacándose Bernardino de Mendoza y Diego de Leiva. Los moriscos son rechazados y perseguidos por Diego Fajardo camino de Dalías. Mueren 1.500 moros y 22 cristianos.

Mientras esto ocurre en Granada, se rebelan los moriscos de la Axarquía y se hacen fuertes en Frigiliana. El corregidor de Málaga, Arévalo de Zuazo, sale el 26 de mayo con dos compañías de peones, 800 concejiles y algunos caballeros, a los que se suman 160 soldados de Almuñécar. Son recibidos por 3.000 moros armados con hondas, que les lanzan una lluvia de piedras tan espesa que causa el desorden en las filas cristianas, a las que causan 20 bajas y 150 heridos.

El 6 de junio el comendador mayor llega a Torrox acompañado de Pedro Padilla con 1.000 infantes de Nápoles, 800 de galeras, 2.400 peones de Málaga, Vélez y Antequera y 400 caballos. Al día siguiente, los de Vélez tienen escaramuza con Miguel de Moncada, que había reconocido el fuerte con 700 arcabuceros y 50 caballos. El día 11, el comendador ordena el ataque:

  • Padilla con tres mangas de arcabucería de su tercio (1.000) por el frente;
  • Juan de Cárdenas con 400 aventureros y el resto de los napolitanos por Frigiliana;
  • Miguel de Padilla con 300 de galeras y milicianos de Málaga y Vélez por la retaguardia;
  • Arévalo Zuazo aguarda en la umbría con la caballería.

Aunque el ataque debía ser simultáneo, Padilla llega primero y sus veteranos se lanzan al asalto del fuerte sin esperar al resto. Al principio los moriscos resisten, pero cuando llega el resto de las tropas se ven rodeados y se dan a la fuga. Muchos son alcanzados por la caballería de Zuazo y solo algunos heridos consiguen llegar a las Alpujarras. Las moras pelean como amazonas y algunas prefieren despeñarse a ser cautivadas. Se hacen 3.000 prisioneros y un gran despojo de oro, plata, seda, ganado y trigo. Mueren 200 cristianos, entre ellos, Pedro de Sandoval. Casi todos los capitanes resultan heridos. Al día siguiente, se desbarata el fuerte y se emprende el regreso a Málaga. Los milicianos de Loja, Alhama, Alcalá la Real y Archidona llegan tarde a la empresa, por lo que durante la vuelta se dedican a asaltar granjas para resarcirse.

Don Juan refuerza el campo del marqués de los Vélez, que se había desplazado a Adra tras su victoria en Berja, permaneciendo allí ocioso entre el 10 de junio y el 20 de julio. Para ello le envía 1.500 catalanes conocidos como "delados" (fugitivos), mandados por Antic Ça Riera. Esta unidad se levó en Cataluña entre bandidos y perseguidos de la justicia a quienes se prometió el perdón a cambio de servir en la guerra sin sueldo, que solo cobraban sus capitanes. En el conflicto intervienen el tercio de Francia (10), mandado por Juan de Solís; y el tercio de Nápoles (10 + 2 de Lombardía), al mando de Pedro Padilla. Antonio de Luna gobierna 1.200 caballos. Entre 1569 y 1570 la corona levanta ocho nuevos tercios para sofocar la rebelión:

  • Antonio de Tejeda: 12 compañías;
  • Hernando de Zúñiga: 12;
  • Juan Ruiz de Alarcón: 10;
  • Diego Venegas (SGM): 22;
  • Bartolomé Pérez Zumelzo: 10;
  • Rodrigo Benavides: 2.000 hombres;
  • Lorenzo Téllez de Silva, marqués de la Favara: 700 hombres[1];
  • Lope de Figueroa.

Otros tercios fueron levantados y pagados a expensas de las ciudades y concejos. Así, por ejemplo[2]:

  • Granada: Alonso Portocarrero;
  • Guadix: Antonio Moreno;
  • Úbeda;
  • Baeza;
  • Murcia;
  • Lorca (Pardillos).

Finalmente, tomó parte en el conflicto un gran número de compañías sueltas costeadas por villas, pueblos y lugares. Con la excepción de las tropas veteranas de Italia, el desempeño del resto era muy escaso, pues las milicias concejiles se deshacían al primer choque, carecían de instrucción militar, de capacidad de sacrificio, eran indisciplinadas y codiciosas. A ello se suma la rivalidad entre los marqueses de Vélez y Mondéjar, molesto este último por haber sido privado del mando a pesar del éxito de su primera campaña.

El 20 de julio sale Vélez de Adra con 2.000 peones, 200 caballos y vituallas para 8 días. En Berja encuentra a Humeya con 6.000 moros, la mitad arcabuceros y ballesteros, pero en lugar de plantear batalla inmediatamente, les concede dos días de descanso a sus hombres, que aprovechan los moriscos para poner a salvo familias y bagajes. Al tercer día, Humeya ataca a los veteranos de Pedro Padilla y los aventureros de Favara, quienes sostienen sus posiciones hasta poner en fuga a los moriscos. El marqués no consiente en la persecución y mueve el campo a la Calahorra para avituallarse. Allí se repiten las deserciones, hiriendo algunos fugitivos a Diego Fajardo cuando intenta detenerlos.

Antonio Enríquez es enviado a socorrer el castillo de Seron con 500 arcabuceros y 60 caballos. Es atacado por el Mocebé, quien le hace 200 bajas. Al ver el desastre, Diego de Mirones, alcaide del castillo, sale a buscar socorro con 30 soldados, de los que le matan 14. Mirones es capturado y rinde el castillo para liberar a su familia, pero todos son asesinados cumpliendo órdenes de Humeya. Este pretende tomar Almería para convertirla en la capital de su reino, por lo que infiltra 1.000 moriscos a reconocerla. La encuentran guarnecida por la compañía de escuderos de García Villarroel y otra de infantería. Alertado este, sale el 23 de julio con 200 arcabuceros y 30 caballos y ataca a las hordas de Humeya, que huyen sorprendidas. Cuando se repliegan a Almería, este contraataca pero no consigue estorbarles el paso. Desde entonces, García descuartiza a todos los moriscos que llegan a la ciudad para disuadir a los posibles espías.

El Malech intenta tomar Oria con 3.000 moriscos el 25 de julio, pero hallándola bien reforzada por Diego Ramírez, decide levantar el sitio. En Argel, Hernando Abaquí consigue que el bey les socorra con 400 escopeteros y 8 fustas cargadas de suministros. El 22 de agosto, 2.000 moriscos del valle de Lecrín y las Guajaras se dirigen al Padul, defendida por la compañía de caballos de Alonso de Valdolomar.

El marqués de los Vélez ha consumido 12.000 peones y 700 caballos sin efecto alguno, y se mantiene ocioso con los 1.500 y 200 restantes en Granada, quejándose a don Juan de Mondéjar, Sessa y Quijada. El 12 de septiembre el rey manda llamar a Mondéjar a la corte para que explique su versión. Mientras tanto, Vélez decide salir en campaña contra el Xargal en la zona de Baza. Reúne 5.000 peones y 200 caballos con los que refuerza al tercio de Padilla. Cuando alcanzan al enemigo, este huye dejando el bagaje y las familias para que se ceben los soldados. Estando estos dedicados al saco, el Xargal los ataca y les causa muchas bajas.

Humeya ataca Adra con 2.000 hombres pero, encontrándola bien defendida, pasa a Vera. El alcaide de su castillo emplea las atalayas para avisar al de Lorca. Este junta 970 peones y 80 caballos y expulsa a los moriscos de Vera. Los berberiscos enviados desde Argel conspiran para derrocar a Humeya y entregar las Alpujarras a su bey. Aunque aquel tiene 400 guardias y 1.600 soldados, ninguno impide su arresto. Eligen como rey títere a Abdallah Aben Aboo, tintorero granadino, quien comienza por enviar presentes a Argel y Constantinopla en demanda de auxilio.

Los espías informan a Don Juan del derrocamiento y muerte de Humeya. Simultáneamente, las compañías de Órgiva se amotinan aprovechando la enfermedad de Francisco de Molina. La compañía de Antonio Moreno cae en una emboscada por culpa de un traidor, escapando solo tres soldados. Aprovechando ambas coyunturas, Aben Aboo ataca Órgiva el 26 de octubre con 10.000 hombres. Acude en su ayuda el duque de Sessa, llevando a Pedro de Vargas con 6.000 infantes y a Miguel de León con 300 caballos, todos ellos milicianos. Por el camino son emboscados y sufren muchas bajas. Imposibilitado de prestarle auxilio por la superioridad numérica de los moriscos, el duque avisa a Molina de que abandone Órgiva y se refugie en Motril. Los moriscos celebran una gran victoria por ser Órgiva la primera plaza importante que capturan por la fuerza.

Su siguiente objetivo es Galera, importante plaza en el camino hacia Murcia y Valencia, guarnecida por apenas 60 soldados de Enrique Enríquez. Llegan allí 3.000 moros y berberiscos pero el alcaide consigue avisar a las vecinas Huéscar y Baza, cuya caballería pone en fuga a los rebeldes. Desde allí marchan a Oria, donde se les unen moriscos de Murcia. La caballería de Lorca les da una carga en la que matan a 450 moriscos a costa de solo 5 cristianos.

Se alza también Orce, pero los propios villanos ponen en fuga a los moriscos y berberiscos, que se trasladan a Güejar para saquearla. Marcha contra ellos el propio don Juan, llevando en vanguardia a Luis Quijada con 3.000 peones y a Francisco Solís con la artillería y bagajes. Sessa marcha por otro camino con 4.000 infantes y 300 caballos y, como llega antes, pone en fuga a los moros para evitarle peligro al de Austria.

1570

El bando rebelde ha crecido desde que lo gobierna Aben Aboo, gracias al apoyo berberisco. Juan decide tomar el mando de uno de los dos ejércitos cristianos y deponer al marqués de los Vélez, que le entrega sus fuerzas y regresa a Murcia. Las ciudades reclutan nuevas compañías de milicias y el comendador trae de Cartagena a Baza artillería gruesa y municiones. Se reúne así un campo de 12.000 infantes, además de las 4.000 que habían quedado en Granada con Sessa. Otras 10 compañías son enviadas a Castilleja, para que Molina impida el socorro a Galera. Llega a esta plaza Juan y, tras reconocerla con la caballería de Quijada, planta tres baterías.

Dado el primer asalto, Padilla, Favara y Luzón consiguen entrar en la iglesia y matan a muchos moros. Desde allí se cavan unas trincheras para que pueda accederse al castillo a cubierto de su fuego. En este segundo asalto, que fracasa muere Juan Pacheco, que había llegado de Talavera solo dos horas antes. Se comienza a minar una casa sobre la muralla y, una vez volada, mueren sus 700 defensores. No obstante, los escombros acaban reforzando la muralla. El alférez del capitán Zapata planta su bandera sobre el muro pero, por ser estrecha la entrada, no es socorrido y es derribado junto a aquella. El tercer asalto se salda con otros 400 muertos y 500 heridos, entre ellos, Padilla, Favara y varios capitanes.

Esa noche Juan ordena hacer otras dos minas, pero los defensores dan una encamisada y matan a los gastadores. Cuando están terminadas, falla la primera pero cumple su cometido la segunda, abriendo una brecha por la que penetran los soldados de Padilla. Mueren 2.400 moros y 400 mujeres, entregándose otras 4.000 a los soldados junto al abundante botín. Hecho esto, Juan ordena arrasar Galera para que no pueda volver a utilizarse como refugio.

Entretanto, Aben Aboo ataca Almuñécar y Salobreña, pero es rechazado por Lope de Valenzuela y Diego Ramírez de Haro, pese a contar con pocos defensores. Sessa sale de Granada con un segundo ejército para coger en una tenaza a los moriscos. Camina a Órgiva con 8.000 infantes y 350 caballos, entre los que se halla mucha nobleza andaluza. En Jubiles tropieza con Aben Aboo, quien lleva 6.000 peones, pero Sessa prefiere no arriesgar y realizar una campaña de desgaste. Desde allí, envía a Luis de Córdoba y a Cardona con 1.000 infantes y 150 caballos cada uno a recorrer la sierra, pero solo encuentran mujeres y niños.

Otra columna enviada por Favara a la Calahorra a por suministros, es emboscada por los moriscos, que matan a 1.000 soldados, incluidos los enfermos, y liberan 70 esclavas sin perder un solo hombre. El 16 de abril llega Favara a Calahorra con los restos de su tercio y, tras reforzarse con gente de Guadix, se reúne en Adra con Sessa, cuya tropa también está muy mermada por las deserciones, sumando apenas 1.500. Como tienen aviso de la llegada de 14 fustas berberiscas a Casteldeferro, toman la plaza y matan a todos los defensores que no consiguen embarcarse.

Juan envía a Jerónimo Manrique y Tello González de Aguilar a reconocer Serón con 160 lanzas y 50 arcabuceros a caballo. Les sigue la infantería, gobernada por Lope de Figueroa, Miguel de Moncada y Juan de Espuche, y tres compañías de caballos de Francisco Mendoza, García Manrique y Martín de Ávila. Los hombres de Figueroa son los primeros en entrar en el pueblo y se dedican a capturar mujeres y robar en las casas. Bajan de la sierra 6.000 rebeldes con el Malech y dan sobre los ladrones, debiendo ser socorridos por Moncada cuando ya huían desbandados. Figueroa es herido en un muslo, pero es socorrido por los escuderos de Écija. También Quijada es herido de muerte por lo que Juan ordena la retirada a Caniles. Algunos soldados que seguían saqueando se ven obligados a refugiarse en esas mismas casas y en la iglesia y acaban muriendo calcinados cuando los moriscos les prenden fuego. Al enterarse de esta derrota provocada por la codicia de algunos, el rey envía 2.000 infantes de Toledo al mando de Juan Niño de Guevara.

Regresa Juan a Serón, esta vez llevando en vanguardia el tercio de Antonio Moreno y la caballería. Los moros prenden fuego al castillo y suben a la montaña. Tello ocupa los pasos y García Manrique con 1.500 arcabuceros toma los altos sobre la villa para impedir el socorro desde Tijola. A los moros de Serón se les unen otros 7.000 de Purchena, pero Juan organiza una maniobra envolvente y consigue ponerlos en fuga.

Marcha Juan a Tíjola con Pedro Padilla y Lope de Figueroa, subiendo la artillería al cerro mediante un complejo sistema de garruchas. Cuando comienza el bombardeo los moriscos se retiran, dejando atrás sus familias y bagajes. Juan ordena proteger las rutas de huida, pero no de los moriscos, sino de aquellos desertores que intentasen marcharse con el botín. Tíjola queda completamente destruida, mueren 400 moriscos y queda en la fortaleza el capitán Hernán Vázquez de Loaisa.

Juan redacta un bando por el cual concede la vida y la libertad a cualquier morisco que le entregue la cabeza de uno de sus líderes o de un berberisco. Tras mover el campo a Terque, envía a Tello de Aguilar con 100 lanzas y a Jordán de Valdés con 2.000 peones contra los turcos y berberiscos que se han refugiado en la sierra de Filabres. Tras un breve combate, les hacen 100 bajas y capturan 400 mujeres y 1.000 cabezas de ganado. Por su parte, Padilla con 1.200 de su tercio y Diego de Argote con 70 lanzas de Córdoba y 30 de Écija corren la campiña matando 400 moriscos y capturando 5.000 mujeres, niños y ancianos, a costa de 12 jinetes y muchos soldados.

El 30 de abril Aben Aboo escribe a don Juan para que se celebre una reunión en el Fondón, villa distante una legua del Padul. Este envía a Alonso de Granada Venegas a tratar la reducción de los rebeldes con el Abaqui. Concluidas las condiciones, este se arrodilla a los pies de Juan, entregándole su cimitarra y la bandera de Aben Aboo mientras pide clemencia para ambos y todos los suyos. En nombre del rey les perdona la vida pero destierra a todos los moriscos de sus hogares al interior del reino.

Sin embargo, los de la serranía de Ronda se niegan a abandonarla. Antonio de Luna parte de Antequera con 4.000 infantes y 60 caballos, y en Ronda se le juntan otros 150 peones de la guardia y 50 caballos del rey a cargo de Pedro Bermúdez. Cuando intentan forzar a los moriscos a que abandonen sus hogares, algunos soldados se dedican al saqueo, lo que empuja a los moros a matarlos. El resto abandona sus banderas y regresa a sus casas con el botín. En vista del desorden Luna decide retirarse e informar al rey.

Incumpliendo lo pactado, el Abaquí se embarca en Casteldeferro con algunos cautivos cristianos, pero es divisado desde el castillo y las galeras cristianas prenden la fusta berberisca. Los moros de la Axarquía atacan Alozaina, defendida por solo 10 escuderos de Ginés Martín. Este consigue introducir a todas las doncellas del pueblo en la torre y juntos la defienden hasta que los moriscos se retiran con 3.000 reses y 4 cautivas.

Llegan a Istán desde Cádiz Luis Cristóbal Ponce de León, duque de Arcos con 4.000 peones y 150 caballos, y desde Málaga Arévalo de Zuazo con 2.000 peones y 100 caballos. Envían a Pedro Bermúdez y a Pedro de Mendoza con 150 infantes cada uno a reconocer las cotas donde se refugian los moriscos. Los moros arremeten contra Mendoza y ponen en fuga a sus tropas bisoñas. Mendoza consigue reunirlos y lanza otro ataque, siendo ahora los moriscos los que optan por retirarse al amparo de la noche. Aunque el duque autoriza la persecución, esta no consigue alcanzarlos debido a lo agreste del terreno si bien captura 400 mujeres y niños. En cambio, la compañía de Murillo es exterminada a la altura de Monda.

El duque ordena a Sancho de Leiva que le envíe 800 galeotes, los cuales llegan al mando del hijo de aquel, Alonso de Leiva. Se hacen tres escuadrones y se bate la zona, sin efecto por haberse dispersado los moriscos. Zuazo regresa a Málaga, Alonso a las galeras, y el duque a Marbella.

Viendo Juan de Austria que Aben Aboo ha incumplido su palabra y tiene tratos con los berberiscos, regresa a la Calahorra con 5.000 hombres. Allí se reúne con Pedro Padilla y Juan de Soto, maestre de campo del tercio que llamaron de Frncia, con 3.200 peones y 1.500 mulos cargados de bastimentos. En Valor está Lope de Figueroa con otros 800 peones y 40 caballos. El de Austria autoriza a la gente a que recorra la tierra, haga prisioneros, saquee las viviendas y se apropie del ganado, entregando el quinto real al gobernador de día. En Mecina capturan a la familia de Aben Aboo. Este intenta huir pero es muerto por el Seniz, quien entrega el cadáver en Granada para cobrar la recompensa.

Finalizada definitivamente la campaña, el 1 de noviembre Felipe II ordena el traslado a Castilla de los moriscos supervivientes, que marchan acompañados de comisarios reales para evitar que sean desvalijados. Muchos prefieren huir a Berbería y solo algunos permanecen en las sierras, donde son perseguidos por las cuadrillas y exterminados. Juan de Austria despide a su ejército y parte hacia Madrid para disponer su viaje a Italia.

Referencias

Notas

  1. Aunque el maestre es portugués, sus soldados son levados en Granada.
  2. Uno de ellos está mandado por Francisco de Molina, con 5 compañías.

Bibliografía

  • Cabrera de Córdoba, Luis. Filipe Segundo, rey de España. Aribau. 1619/1876.