Rebelión de las Alpujarras

De Caballipedia
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1567

El día de Año Nuevo de 1567 se promulga una pragmática por la que se prohíbe cualquier manifestación externa relacionada con el islam, como la lengua, el vestido, los baños, los cultos, las zambras, etc. Los moriscos comienzan a promover actividades sediciosas, y llaman en su defensa a los corsarios berberiscos. Alerta al rey Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar, conde de Tendilla y capitán general de Granada, ya que su única guarnición son las 4 capitanías de las Guardas que vigilan la costa y la reducida dotación de la Alhambra. Esta última es reforzada con la compañía del capitán Lorenzo de Ávila y el Albaicín con la del capitán Garnica. Los líderes moriscos protestan y ofrecen 300 rehenes a cambio de su retirada, lo que Mendoza acepta pero trasladándola a la Vega.

El rey planea organizar una milicia de 40.000 soldados pero su consejo le disuade por cuanto supondría un arma para que cualquier enemigo interior le derroque.

1568

Los líderes moriscos deciden que la rebelión comience durante las navidades, aprovechando que el mal tiempo tiene la tropa acuartelada, la flota amarrada y los civiles refugiados en sus hogares. Se elige como cabecilla a Hernando de Valor, descendiente de los Aben Humeya, quien habría de jurar sumisión al rey de Argel.

En la Nochebuena de 1568 Aben Humeya manda a su lugarteniente Farax que comience la matanza de cristianos y la profanación de templos en varios pueblos de las Alpujarras. Generalmente, apresaban a hombres y mujeres y los encerraban en la iglesia para exigirles un rescate y, una vez obtenido este, les obligaban a renegar de su fe. En caso de negativa, eran salvajemente torturados y, finalmente, asesinados.

Una vez rebeladas las Alpujarras, Farax se encamina al Albaicín, pero sus pobladores se resisten a levantarse por temor a las represalias. Desconociendo el número de enemigos, el conde de Tendilla no saca a la guarnición de la Alhambra: 50 caballos y 150 infantes. En cambio, el marqués de Mondéjar y otros nobles arman a sus siervos y se lanzan en persecución de los moriscos, pero Farax consigue escabullirse. De regreso en Granada, Mondéjar escribe al rey lo sucedido y levanta milicianos sin listar, para que los moriscos no conociesen su escaso número. También avisa al marqués de los Vélez, adelantado de Murcia, para que prevenga el contagio a Valencia.

1569

El 2 de enero se extiende la rebelión a Málaga. Antonio García Montalvo, corregidor de Ronda y Marbella, les hace frente con 7.000 voluntarios y consigue expulsar a los rebeldes a la serranía de Ronda.

El día 3, el marqués de Mondéjar ha reunido ya las compañías de caballos y peones de Loja, Alhama, Jaén, Alcalá y Antequera. Deja en la Alhambra a su hijo, el conde de Tendilla y ataca Dúrcal, donde los moriscos han instalado su cuartel general. Tras una sangrienta batalla, estos son puestos en fuga, no sin un elevado número de bajas cristianas, algunas por fuego propio, dada la escasa instrucción de las milicias.

Los moriscos se dirigen a Calahorra para vaciar su prisión, pero allí resiste el alcaide y una reducida guarnición. Desde Guadix acude a socorrerle el veterano Pedro Arias de Ávila con 300 infantes y 60 caballos. Salen los moriscos a emboscarlos, pero consiguen ponerlos en fuga haciéndoles 300 bajas.

Llegan a Dúrcal las siguientes tropas:

  • Úbeda: Rodrigo de Vivero, con 900 infantes y 150 caballos;
  • Baeza: Diego Vázquez de Acuña con 980 infantes, la compañía de ballesteros y 4 compañías de caballos;

Con estos refuerzos, Mondéjar toma el puente de Tablate, defendido por Aben Humeya con 3.500 hombres por ser la vía de paso a los suministros desde la costa. Desde allí se traslada a Lanjarón, donde le llega la petición de socorro de los cristianos que aún resisten encerrados en las iglesias. Mientras él avanza hacia el pueblo, envía a su hijo Francisco con la caballería y algunos arcabuceros a rodear a los moriscos por la sierra. Estos levantan el cerco y consiguen escapar a Poqueira, lugar muy elevado y fácil de defender.

Pese a ello, la ataca el marqués con grandes bajas por ambas partes, entre ellas, Alonso Portocarrero, muerto de unas saetas envenenadas. Tras hacerles 600 bajas, tienen que desistir del alcance debido a lo agreste del terreno. Los milicianos capturan muchas mujeres y niños, que se quedan como esclavos o para luego venderlos. A falta de bestias para transportar el botín, la mayor parte fue quemado in situ.

Entretanto, el marqués de los Vélez organiza un segundo ejército con voluntarios de Lorca, Ceheguín, Moratalla, Mula, Vélez Blanco, Vélez Rubio y Alhama. Sin esperar al permiso real para salir de su jurisdicción, entra en la de Granada desde Tabernas. En Guecijar topan con el Gorri quien, a la vista del ejército, degüella a todos sus cautivos. Los cristianos atacan con furia y le obligan a internarse en Sierra Nevada.

El 15 de enero varios caballeros cristianos suben a desalojarlos. Los moros huyen, abandonando sus mujeres y bagajes, pero contraatacan recuperando el puente de Tablate. Por estas mismas fechas llegan a Granada los 500 arcabuceros levantados por Pedro Fernández de Valenzuela, veterano de Italia, Alemania y Francia, que serviría durante toda la campaña de granada.

El 17 de enero, Mondéjar avanza hacia Jubiles a pesar del temporal de agua y nieve, por tener noticia de que allí han concentrado los moriscos a muchas cristianas a fin de venderlas a los corsarios berberiscos. Enterado Humeya, lo embosca en Trevélez, pero es derrotado y puesto en fuga, con lo que se consigue arrebatarle la presa.

Al día siguiente, el marqués de los Vélez llega a Félix, en la sierra de Gador, donde desbarata a 3.000 moriscos. El botín vuelve a ser cuantioso, lo que empuja a muchos soldados a desertar para llevarlo a su hogar. Mientras tanto, Humeya se enemista con su propia familia al repudiar a su mujer por una concubina. Cuando está en Paterna recibe carta de Mondéjar conminándole a la rendición pero, antes de que se decida, el ejército cristiano tiene que repeler el ataque de dos escuadrones moriscos que obraban por su cuenta. Creyendo que le han traicionado, Humeya se da a la fuga y la carta cae en manos del alcaide Xoaibé. Este la enseña al resto de cabecillas moriscos, quienes consideran que Humeya intentaba traicionarles pactando a sus espaldas. Cuando llega Mondéjar a Paterna, captura muchas mujeres, incluidas la hermana y la amante de Humeya.

El de los Vélez llega a Ohañez a primeros de febrero con 5.000 infantes. Allí les salen al encuentro los moriscos, a los que hacen 1.000 bajas y capturan 1.600 mujeres. Liberan a 30 cristianas, pero ven horrorizados que el día anterior habían sacrificado otras 20 en un macabro ritual junto a algunos sacerdotes.

Llegan a Almería las galeras de Gil de Andrade y desembarcan 800 hombres a cargo de Juan Sanoguera, que inmediatamente parte a tomar el peñón de Inox (¿Enix?), donde se había hecho fuerte otro caudillo morisco. Le acompañan Francisco de Córdoba con la milicia de Almería y García Villarroel, su capitán a guerra. Tras una breve escaramuza que se salda con 7 cristianos y 400 moriscos muertos, el resto se da a la fuga dejando en la plaza 2.700 mujeres y niños, así como mucho ganado y un botín de medio millón de ducados.

Otro grupo de moriscos se hace fuerte en las Guajaras, lugar estratégico por controlar el paso hacia La Herradura y estar próximo a la Axarquía, donde aún no se había propagado la insurrección. El marqués de Mondéjar acude en persona a someterlos, siendo reforzado por 2.000 infantes y 200 caballos granadinos y sin dejar presidio para no reducir sus fuerzas. Se adelantan Alonso de Cárdenas y Francisco de Mendoza y consiguen que los moriscos busquen refugio en unas alturas. El ambicioso Juan de Villarroel pide permiso para perseguirlos y conseguir así algo de honra. Le siguen 800 voluntarios en busca de botín. La aspereza de la subida acaba pronto con sus bríos, lo que aprovecha el Zamar para cargarlos con solo 40 moriscos. Villarroel muere de varias cuchilladas en la cabeza sin llegar a sacar la espada de su vaina, junto a muchos de sus hombres, mientras el resto se da a la fuga cuesta abajo. Como la caballería no puede apoyarlos, Mondéjar ordena desmontar y forma un cuadro para proteger a los que llegan huyendo.

Al día siguiente ordena un ataque general con sus 5.000 infantes y 400 caballos. El combate se prolonga hasta que llega la noche, que aprovechan los cercados para huir a las Albuñuelas. Muchos serían posteriormente capturados por la caballería que patrullaba los valles. El marqués ordena destruir el fuerte y degollar a todos sus defensores.

Simultáneamente, el beneficiado Torrijos reduce la sierra de Filabres con 300 soldados. Jerónimo de Tapia y Andrés Camacho hacen lo propio en otros lugares. Álvaro Flores recorre la tierra recogiendo soldados dados al saqueo. Los rebeldes están ya agotados, hambrientos y diezmados por las muertes, las capturas y el frío, así que determinan rendirse al rey. A fin de evitar represalias, solicitan ser trasladados a otros lugares de la provincia, conservando sus bienes.

Antes de que se cierre el pacto, Mondéjar quiere apresar a Humeya para presentarse como vencedor de la campaña, por lo que envía a Álvaro Flores y a Gaspar Maldonado con 600 arcabuceros escogidos en su busca. Pero estos incumplen sus órdenes de no molestar a los moriscos pacíficos y, aunque dan con Humeya en Valor, este consigue escapárseles.

Alonso de Granada Venegas llega a Madrid para informar al rey del cese de hostilidades y convencerlo de que visite Granada, pero el consejo lo desaprueba y acusa a Mondéjar de no haber recaudado el quinto del botín y haberse enriquecido con la contienda. Venegas lo defiende, alegando que había impedido que los moriscos se organizasen mejor atacándolos precisamente donde eran más fuertes. Expone, además, que no contó con tropas pagadas por el rey sino con voluntarios y que estos, por tanto, debían ser resarcidos mediante el saqueo y el apresamiento de cautivos.

El 17 de marzo, el rey decide enviar a su hermanastro Juan de Austria, ya que cuenta con categoría suficiente para obtener la sumisión de los dos marqueses. Como ayudantes, se nombra a Luis Quijada, su antiguo ayo y presidente de Indias; y al duque de Sessa, nieto del Gran Capitán y exgobernador de Milán. Además, ordena a Luis de Requeséns que embarque al tercio de Nápoles y a las ciudades que leven jinetes y peones. A Mendoza le ordena que deje en las Alpujarras a Francisco de Córdoba, Juan de Mendoza y Antonio de Luna con 2.000 infantes y 300 caballos, y que parta con el resto a Granada a recibir a don Juan.

Al partir el marqués, algunos capitanes y soldados se desmandaron, apresando y robando a muchos moriscos a pesar de la tregua. Otros acudieron a Humeya, rogándole que volviera a tomar las armas contra los cristianos. Este acepta, tras comprobar que muchos moriscos de la Vega y la Axarquía están dispuestos a unírseles al comprobar las represalias cristianas contra las poblaciones no sublevadas. Simultáneamente, Abdallah, hermano de Humeya, llega a Constantinopla a recabar ayuda del sultán, a quien ofrece el puerto de Cartagena para desembarcar a sus tropas y el apoyo de 60.000 moriscos granadinos, valencianos y aragoneses. Pero Selim desoye sus súplicas pues está decidido a arrebatar Chipre a los venecianos.

El 6 de abril despacha el rey desde Aranjuez a don Juan, quien llega a Granada el 21. Pasa muestra general a las tropas y escucha el informe de Mondéjar. Este propone reunir a todos los moriscos entre Berja y Dalías aislados del mar y de la costa; el duque de Sessa propone incluir también a los del Albaicín y la Vega, para evitar futuros motines. Se oponen Luis Quijada y el arzobispo, pero don Juan opta por esta solución.

Transmite a las ciudades la orden real de levar tropas y nombra por maestres de campo a Antonio Moreno, Hernando de Oruña y Francisco de Mendoza, entre otros. Ejerce como comisario y veedor general, Francisco de Solís y como contador, Francisco de Salablanca. Envía varios capitanes a presidiar las ciudades más importantes y en Guadix ordena que Juan de Benavides levante una fortaleza para asegurar los suministros pero, cuando estaba apenas iniciada, los moriscos la asaltan y matan a todos los defensores. Enterado del caso, Juan de Austria envía una nueva guarnición al mando de Francisco de Molina.

Se embarcan en Nápoles 12 compañías y en la Spezia 1 de Lombardía y 1 del Piamonte. Un temporal les sorprende en Narbona, por lo que la galera capitana se ve obligada a atracar en Palamós, donde los galeotes intentan capturarla y son castigados cruelmente. Tres galeras acaban en Córcega y Cerdeña y otra naufraga. El resto consigue llegar a Cartagena, donde la infantería debe ser proveída de nuevas armas por haberlas echado al mar para aligerar el peso.

En Granada don Juan ordena que todos los moriscos se concentren en las parroquias para ser deportados al interior de Andalucía. Muchos huyen a la sierra, llevando cuanto pueden y enterrando el resto.

Como don Juan está entretenido con el gobierno de Granada, el rey delega el mando operativo en el marqués de los Vélez. Este decide concentrar sus tropas en Berja para estorbar el socorro que le llega a los moriscos desde Berbería. Aben Humeya reúne 10.000 hombres, incluidos 3.000 arcabuceros, y decide darle una encamisada. Vélez tiene aviso de sus propósitos pero prefiere guardar secreto para que sus hombres, la mayoría bisoños, no huyan. Justo antes de ser atacado, ordena redoblar los tambores con la excusa de recoger el campamento, por lo que cuando llegan los moriscos encuentran a la gente armada y aprestada.

Estos llevan delante a 2.000 muyahidines berberiscos conjurados para matar al marqués a costa de la propia vida pero este aguarda en la plaza de armas rodeado de toda la caballería. Tras el caos inicial, los capitanes cristianos ponen en orden a sus tropas, destacándose Bernardino de Mendoza y Diego de Leiva. Los moriscos son rechazados y perseguidos por Diego Fajardo camino de Dalías. Mueren 1.500 moros y 22 cristianos.

Mientras esto ocurre en Granada, se rebelan los moriscos de la Axarquía y se hacen fuertes en Frigiliana. El corregidor de Málaga, Arévalo de Zuazo, sale el 26 de mayo con dos compañías de peones, 800 concejiles y algunos caballeros, a los que se suman 160 soldados de Almuñécar. Son recibidos por 3.000 moros armados con hondas, que les lanzan una lluvia de piedras tan espesa que causa el desorden en las filas cristianas, a las que causan 20 bajas y 150 heridos.

El 6 de junio el comendador mayor llega a Torrox acompañado de Pedro Padilla con 1.000 infantes de Nápoles, 800 de galeras, 2.400 peones de Málaga, Vélez y Antequera y 400 caballos. Al día siguiente, los de Vélez tienen escaramuza con Miguel de Moncada, que había reconocido el fuerte con 700 arcabuceros y 50 caballos. El día 11, el comendador ordena el ataque:

  • Padilla con tres mangas de arcabucería de su tercio (1.000) por el frente;
  • Juan de Cárdenas con 400 aventureros y el resto de los napolitanos por Frigiliana;
  • Miguel de Padilla con 300 de galeras y milicianos de Málaga y Vélez por la retaguardia;
  • Arévalo Zuazo aguarda en la umbría con la caballería.

Aunque el ataque debía ser simultáneo, Padilla llega primero y sus veteranos se lanzan al asalto del fuerte sin esperar al resto. Al principio los moriscos resisten, pero cuando llega el resto de las tropas se ven rodeados y se dan a la fuga. Muchos son alcanzados por la caballería de Zuazo y solo algunos heridos consiguen llegar a las Alpujarras. Las moras pelean como amazonas y algunas prefieren despeñarse a ser cautivadas. Se hacen 3.000 prisioneros y un gran despojo de oro, plata, seda, ganado y trigo. Mueren 200 cristianos, entre ellos, Pedro de Sandoval. Casi todos los capitanes resultan heridos. Al día siguiente, se desbarata el fuerte y se emprende el regreso a Málaga. Los milicianos de Loja, Alhama, Alcalá la Real y Archidona llegan tarde a la empresa, por lo que durante la vuelta se dedican a asaltar granjas para resarcirse.

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1569

Entre 1569 y 1570 la corona levanta ocho nuevos tercios para sofocar la rebelión:

  • Antonio de Tejeda: 12 compañías;
  • Hernando de Zúñiga: 12;
  • Juan Ruiz de Alarcón: 10;
  • Diego Venegas (SGM): 22;
  • Bartolomé Pérez Zumelzo: 10;
  • Rodrigo Benavides;
  • Marqués de la Favara;
  • Lope de Figueroa.

Aunque Clonard adelanta la fecha de creación del último a 1566, en esa época Figueroa era capitán del tercio de Sicilia, con el que combatiría dos años después en Jemmingen. Hasta que llegó a la corte para dar cuenta de esta victoria, no pudo Felipe II concederle el mando de un nuevo tercio.

En el conflicto intervienen, además, el Tercio de Francia (10), mandado por Juan de Solís; y el Tercio de Nápoles IV (10 + 2 de Lombardía), al mando de Pedro Padilla.

Caso especial fue el Tercio de los Delados (fugitivos) mandado por Antic Ça Riera, que se levó en Cataluña entre bandidos y perseguidos de la justicia a quienes se prometió el perdón a cambio de servir en la guerra sin sueldo, que solo cobraban sus capitanes.

Otros tercios fueron levantados y pagados a expensas de las ciudades y concejos. Así, por ejemplo:

  • Granada (Alonso Portocarrero);
  • Guadix;
  • Úbeda;
  • Baeza;
  • Murcia;
  • Lorca (Pardillos).

Finalmente, tomó parte en el conflicto un gran número de compañías sueltas costeadas por villas, pueblos y lugares.

1571

Acabado el conflicto, los tercios de Figueroa y Moncada pasan a la flota de la Liga Santa que venció en Lepanto a los otomanos. Los tercios de las ciudades regresaron a las mismas, donde fueron disueltos.

Referencias

Notas

Bibliografía

  • Cabrera de Córdoba, Luis. Filipe Segundo, rey de España. Aribau. 1619/1876.