La caballería americana del siglo XIX

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Iberoamérica

En las guerras de Independencia Hispanoamericanas hubo una alta proporción de caballería respecto a la infantería, a pesar de que solamente las regiones de Los Llanos (Venezuela) y La Pampa (Argentina) tenían un terreno adecuado. El caso más evidente se dio en la batalla de Carabobo (1821), donde la columna de Apure tenía 1.500 jinetes y 2.000 caballos de reserva para solo 1.000 infantes. Pese a ello, los efectivos solían ser escasos, raras veces superaban los 10.000 hombres y, en caso contrario (Cura Hidalgo), la masa era tan heterogénea e indisciplinada que sucumbían fácilmente ante fuerzas muy inferiores (Calleja).

Los realistas dispusieron de algunas fuerzas regulares de veteranos europeos, casi exclusivamente formadas por infantería, mientras que la caballería estaba formada mayoritariamente por voluntarios locales, instruidos según el Reglamento de milicias de 1801. Los regimientos del arma solían constar de 4 escuadrones a 3 compañías, pero estas tenían más plazas que en la metrópoli por disponer de más ganado.

En América predominaban los institutos de granaderos y dragones, aunque también había húsares y carabineros. Ante el buen resultado de los lanceros realistas y de los llaneros de Boves, muchas unidades adoptaron la lanza, no sin cierta resistencia[1]. San Martín, militar profesional, insistía en la esgrima del sable y la instrucción a caballo.

Normalmente los sublevados contaron con más hombres y medios que los realistas, lo que no quería decir que fuesen más efectivos, como se vio en Cancharrayada, donde el virrey del Perú derrotó a fuerzas muy superiores de San Martín. Una de las excepciones fue la batalla de Junín (1824), donde los 900 jinetes del coronel alemán Felipe Braun vencieron a 1.300 realistas gracias a la carga de los Húsares del Perú. Desde entonces, la fiesta de la caballería en ese país se celebra en el aniversario de la batalla. También en la batalla de Ayacucho (1824) el general Sucre derrotó con efectivos menores a La Serna, gracias a que el terreno impidió a este desplegar adecuadamente.

En frentes tan amplios y con efectivos tan escasos es imposible enjuiciar el empleo y la capacidad alcanzada por la caballería según los patrones europeos de la época. No obstante cabe destacar la actuación de los Lanceros de Boves (antes pastores), que hicieron fracasar a Bolívar antes de pasarse al bando separatista. El propio Ferraz desembarcó como capitán en Arica en septiembre de 1816 junto a las fuerzas de La Serna. Allí formó el Escuadrón de Granaderos de la Guardia, que se hizo famoso por su disciplina y sirvió de estímulo y ejemplo al resto de la caballería realista. Ascendido por méritos de guerra a comandante, teniente coronel, coronel y brigadier, fue nombrado en 1823 capitán general de la caballería del ejército del Sur, después del desastre de Cepita. Levantó la moral de los hombres hasta tal punto que con solo 100 jinetes cansados destrozó a dos escuadrones de los Dragones de Chile y al de Guías de Riva-Agüero. Lamentablemente no pudo desplegar a su caballería en la batalla de Ayacucho (1824).

Estados Unidos

En la guerra de Secesión Estadounidense (1861-1865) se empleó por primera vez el telégrafo, el globo aerostático de observación, la mina, la granada de mano, el fusil "Spencer" de 7 tiros y el "Henry" de 12[2], así como el ferrocarril con fines militares (medio de transporte y plataforma de artillería). La caballería fue durante toda la guerra no solo un arma utilísima, sino casi la principal. Cumplió su cometido normal en el campo de batalla así como sus peculiares servicios de seguridad, reconocimiento, enlace y exploración, y fue además destacada a grandes distancias del centro de operaciones para cumplir cometidos especiales, no practicados hasta entonces por los ejércitos contemporáneos, ni superados por éstos en campañas posteriores.

Los hombres de Stuart, Grierson y Sheridan, célebres por sus famosos raids, figurarán siempre en la historia de la caballería por haber demostrado el partido que se puede sacar al arma cuando está bien dirigida, y ello a pesar de las nuevas armas automáticas. Realizaron rápidos traslados a distancias increíbles, sorprendiendo campamentos, batiéndose cuando existía seguridad de victoria y rehuyendo el combate en casos dudosos, incendiando almacenes, fábricas, depósitos, destruyendo vías férreas, haciendo prisioneros, adquiriendo noticias y llevando la alarma al país. En resumen, devolvieron al arma el carácter estratégico que había perdido hacía muchos siglos.

Referencias

Notas

  1. El general Paz decía que en la campaña de Belgrano vio llorar amargamente a soldados valientes porque se les había armado de lanza.
  2. Del fusil Henry decían los sudistas: ese maldito fusil yankee que se puede cargar el domingo para disparar durante toda la semana.

Bibliografía

  • Hohenlohe-Ingelfingen, Príncipe Kraft de. Cartas militares sobre la caballería.
  • Jomini, Antoine-Henri, Barón de. Compendio del arte de la guerra. Ministerio de Defensa. 1990.
  • Lión Valderrábano, Raúl y Juan Silvela Miláns del Bosch. La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Vassallo i Rosselló, Rafael. Apuntes sobre el estudio del arte de la guerra y la historia militar. M. Romero.1879.
  • Vasallo, Francisco de Paula. Veladas sobre la caballería. Tomas Fortanet. 1852.

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