Diferencia entre revisiones de «La caballería en Oriente Medio»

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* Toledo, Octavio de. 1968. ''Zootecnia especial de los équidos''. Academia de Caballería.
 
* Toledo, Octavio de. 1968. ''Zootecnia especial de los équidos''. Academia de Caballería.
  
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Los Pueblos del Mar

Aunque en la batalla de Kadesh combatieron contingentes de jinetes hititas y amorritas, ni unos ni otros habían inventado la equitación. Los primeros documentos escritos que la mencionan proceden de egipcios e hititas, pero nació en el mismo lugar donde se había domesticado el caballo siglos atrás: en las estepas rusas. El primer vestigio de equitación hoy conocido procede de Andronovo y data de 1400 AC. Mientras que la domesticación del caballo se extendió lentamente, a la par que emigraban los pueblos que lo llevaban consigo, la equitación se extendió velozmente y en menos de un siglo la practicaban ya todos los pueblos que conocían el caballo. De este periodo datan el grabado con un jinete mitanio hallado en Tel Halaf, el sello kasita con un arquero montado encontrado en Luristán y la formación de jinetes representada en los pilares de Ugarit. En ninguna de ellas aparecen sillas de montar y ni siquiera petrales, ya usados en los carros, por lo que se supone que los jinetes montaban directamente a pelo, o como mucho sobre una manta. Como freno empleaban los mismos filetes articulados que se habían experimentado anteriormente para los carros, aunque ahora las camas se fabrican del mismo metal.

Esta nueva forma de hacer la guerra, la caballería a caballo, constituyó una auténtica revolución social. En primer lugar, privó a la aristocracia del monopolio de este arma, al hacerla asequible a cualquier guerrero pues ya no tenía que costear la fabricación de los carros, mientras que los caballos podían fácilmente alimentarse de los pastos. En segundo lugar, los tripulantes de carros se vieron indefensos frente a jinetes más veloces, ágiles y numerosos, por lo que perdieron su antaño papel fundamental en el ejército. Finalmente, cambió hasta la forma de vestir, adoptándose por primera vez el traje ceñido con faja, los calzones y las botas hasta la rodilla.

El nuevo sistema social exigía la posesión de grandes manadas de caballos y de extensas zonas de pastos, por lo que los pueblos esteparios más fuertes, como los escitas, empujaron a sus vecinos hacia el Mediterráneo. Hacia el año 1200 AC se produce la invasión de unas tribus que los egipcios denominaron "Pueblos del Mar"; un movimiento convulso que acabó con el equilibrio y la paz conseguida tras la batalla de Kadesh. El impacto de estas invasiones fue tal que aún hoy día se conocen los territorios que ocuparon con el nombre de los invasores:

  • Shelkelesh (sículos) en Sicilia.
  • Sherden (sardos) en Cerdeña.
  • Teresh (tirrenos para los griegos y etruscos para los romanos) en Toscana.
  • Peleset (filisteos) en Palestina.
  • Lukka en Lidia.

En el quinto año del reinado de Merneptah tuvo lugar un primer intento de invasión del delta del Nilo por parte del rey libio Meriai, que contaba con el refuerzo de tirrenos, licios, sardos, sículos y cretenses. Por las crónicas grabadas en el templo de Medinet-Habú sabemos que Ramsés III tuvo que hacerles frente tres veces en cinco años, movilizando a sus reservas, reforzando las fronteras y fondeando buques de guerra en las desembocaduras de los diversos brazos del Nilo. Finalmente consiguió la victoria, aunque a costa de perder todas sus posesiones asiáticas. Sus sucesores hubieron de hacer frente posteriormente a otros ataques desde Libia, y casi todos ellos incorporaron a algunos contingentes de estos pueblos como escolta personal. Su procedencia, mayoritariamente egea, pude comprobarse en los relieves, donde aparecen representados con escudos redondos, cascos con carrilleras y armaduras formadas de tiras de cuero imitando el caparazón de una langosta.

Israel

Para la conquista de la tierra prometida, los hebreos, carentes de carros y caballos, evitaron los choques directos con los contingentes cananeos y explotaron al máximo el factor sorpresa, las emboscadas y los combates nocturnos. Como las llanuras resultaban inasequibles por el potencial de la caballería enemiga, sus conquistas se circunscribieron a las regiones montañosas. En el relato de Débora, por ejemplo, se narra cómo los hebreos eligieron como base de operaciones el monte Tabor y esperaron a que la lluvia dejase impracticable el campo de batalla para los carros cananeos, que serían arrastrados por la crecida de un torrente. En tiempos de Gideón los judíos serían atacados por tribus madianitas, cuya caballería estaba compuesta por camellos, siendo esta la primera mención a su empleo militar[1].

Las crónicas del incipiente estado de Israel recogen cómo una gran coalición de pueblos (hebreos, amorreos, jiveos, pereceos, yebuseos e hititas supervivientes) se reunió junto al río Menón para intentar contener a los Pueblos del Mar, que ya habían arrasado Hatti, Amurru y Fenicia, al tiempo que su flota conquistaba Chipre. Sin embargo, el gran objetivo de estos pueblos era Egipto, por lo que la mayoría de ellos pasaron de largo.

Solo los peleset decidieron establecerse en Canaán, fundando una pentápolis desde la que sojuzgaron a los hebreos durante dos centurias, gracias a su dominio sobre el hierro y el caballo. El propio David se reservaría, tras derrotar al rey de Sobá, cien carros con sus troncos de caballos, el máximo número que creía poder mantener, desjarretando al resto para evitar su uso por parte del enemigo. En tiempos de su hijo, Salomón, desaparecido ya el poder de Hatti, decadente Egipto e invadida Mesopotamia por hordas madianitas, pudo Israel prosperar por fin, gracias al comercio en el mar Rojo que practicó gracias a la flota y los navegantes que le facilitó Hiram de Tiro. El monarca llegó a tener en su ejército 12.000 caballos de silla y 1.400 carros, habiendo pagado 150 siclos por los primeros y 600 los segundos. En Meggido han aparecido las ruinas de una de sus cuadras que aún hoy parecerían lujosas, ya que contaban con boxes individuales provistos de conducción de agua y pesebres, suelo cardado para evitar resbalones y capaces para 450 caballos y 150 carros. La importancia de su cabaña, heredera según El Libro de los Reyes de las yeguadas cilicias, estriba en que el caballo árabe desciende, en su mayoría, de estos sementales y de otros que regaló a la reina de Saba (Daumas 1853)[2].

Asiria

Coincidiendo con la irrupción de los kasitas en Mesopotamia y de los hicsos en Egipto, otra oleada semítica procedente de Arabia vino a instalarse en el curso medio del Tigris. Como carecían de carros y caballos, no pudieron hacer frente a sus poderosos vecinos, por lo que hubieron de conformarse con un pequeño trozo de tierra arrinconado entre montañas y ríos (Tigris, Choser y Zab). Ese aislamiento y las invasiones que sufrieron por parte primero de los kasitas y luego de los mitanios, fue el germen de un ferviente nacionalismo que imprimiría al pueblo asirio su fiera intransigencia. Durante todo este periodo, conocido como Imperio antiguo, la capital permaneció en Asur.

Con la caída de Mitanni, Asiria recuperó su independencia y bajo Assur-Uballit llegó incluso a invadir la región oriental de Mitanni, que se convirtió en el protectorado de Hanigalbat. Salmanasar invadió la región occidental, pero fue rechazado por los hititas. Su sucesor Tikulti-Ninurta llegó a conquistar Babilonia en 1250 AC. La invasión de los Pueblos del Mar provocó una grave crisis política, pese a que Tiglat-Pileser consiguió repeler a los mushki (frigios) que habían destruido Hatti. Como consecuencia, el país se debilitó, perdió todas sus conquistas y tuvo que replegarse para defenderse de frigios, urarteos, babilonios y arameos, lo que agravó su habitual resentimiento hacia los extranjeros.

El Imperio nuevo asirio comenzó hacia 911 AC y solo 30 años después Assurnasirpal II fue capaz de contraatacar simultáneamente en todos los frentes barriendo a sus enemigos. En 879 AC trasladó la capital a Nimrud (Kalath). Salmanasar III arrebató Amurru a los arameos, conquistó Fenicia e impuso tributo a Israel. Adad-Nirari III sometió la Babilonia caldea y Tiglat-Pileser III, tras vencer en Comagene se convirtió de facto en el emperador de todo Próximo Oriente, al someter Amurru, Fenicia, Babilonia e Israel, mientras que Judá era obligada al pago de un considerable tributo. Fue el primer monarca de la Antigüedad en constituir un ejército permanente (kisir sharruti).

Sargón II fundó una nueva capital, que llamó Dar-Sarrukin (Khorsabad) en 710 AC, y libró batallas en numerosos frentes, destacando la emprendida contra las inaccesibles fortalezas levantadas por Urartu en torno al lago Van y que habían resistido a sus predecesores. Como reflejo de la campaña permanecen los grabados de Teshebaini-Karmir-Blur, con una procesión de carros y jinetes. Aunque el rey Rusa de Urartu sobrevivió a la campaña, perecería en 714 AC haciendo frente a los cimerios. Precisamente hay que atribuir a los urarteos las primeras lorigas. Cuando poco después Oseas de Israel concertó un tratado con el faraón egipcio para intentar sacudirse el yugo asirio, Sargón deportó a todos sus habitantes a Babilonia, repoblando el territorio con colonos de Asiria.

Senaquerib se trasladó poco después a Nínive y fue famoso por la estabilidad y eficacia de su gobierno. Lamentablemente, sus sucesores fueron progresivamente perdiendo todas las anteriores conquistas, hasta que Asahardón consiguió recuperarlas y de paso conquistar Memphis, en el Bajo Egipto. Asurbanipal hizo lo propio con Tebas, en el Alto Egipto e invadió Elam, destruyendo su capital Susa.

Se considera al ejército asirio la máquina de guerra más eficaz del antiguo Oriente, entre otras cosas por el terror que inspiraban entre sus enemigos sus castigos expeditivos: deportaciones en masa, empalamientos, crucifixiones y mutilaciones. Fue el primer ejército en articularse en las cinco especialidades conocidas: infantería ligera (arqueros, honderos) y pesada (lanceros), caballería carrista y ligera, e ingenieros (torres de asedio con arietes). La infantería había heredado de los sumerios las formaciones en falange. Los zapadores eran expertos en incendiar edificios, abrir galerías bajo las defensas enemigas o tender puentes sobre odres hinchados para vadear ríos[3].

Sin embargo, el núcleo de este ejército lo constituía la caballería. Los caballos asirios eran ejemplares tarpánicos de gran alzada, provenientes en su mayor parte de Cilicia y de Urartu, de ahí el énfasis que pusieron todos sus gobernantes en mantener en su poder ambas regiones.

El carro de guerra asirio era al principio similar al hitita, pero posteriormente evolucionó para presentar una alta y sólida caja cilíndrica, sobre un eje de dos metros de longitud bastante retrasado para evitar vibraciones y proporcionar mayor comodidad y estabilidad a la tripulación (Piggot 1966). Seguían empleándose indistintamente bigas y cuadrigas, pero la tripulación se aumentó hasta cuatro hombres: conductor, arquero y dos lanceros. El mayor peso de los carros les restaba maniobrabilidad, por lo que, aunque seguían siendo la fuerza de choque por excelencia, durante los desplazamientos del ejército viajaban a retaguardia junto a las máquinas de asedio.

Para compensar su menor maniobrabilidad, los carros se complementaban con un mayor número de escuadrones de jinetes, encargados de la persecución, el hostigamiento, el reconocimiento a larga distancia y la destrucción de cosechas. A veces transportaban tropas de infantería en las grupas, para apoyarles en los combates cuerpo a cuerpo o para permanecer de guarnición en las posiciones tomadas al enemigo. Constituyen por tanto el antecedente más antiguo conocido de los dragones.

Se diferenciaban unidades de línea y ligeras según el armamento empleado: las primeras llevaban lanza y las segundas arco y flechas. Los jinetes vestían sobre su corta túnica un peto de cuero revestido de placas metálicas. Llevaban además botas altas de cuero atadas por delante y un casco característico cónico y puntiagudo. Además del armamento principal, llevaban una larga [[espada] ]de 70 cm colgada de la cintura y un escudo de mimbre embreado. El caballo se cubría con una especie de manta sujeta con una chincha, y llevaba petral y grupera aunque seguía sin estribos.

La proporción entre carristas y jinetes había aumentado en beneficio de estos. Mientras en la batalla de Kadesh los hititas emplearon 3.500 carros y unos 1.000 jinetes, en la batalla de Karkar, librada en 854 AC contra una coalición de arameos y judíos, los asirios contaron con 1.200 carros y 12.000 jinetes. La caballería enemiga contaba además con un millar de camellos, aunque es presumible que ya hubiese sido empleado con anterioridad por otros pueblos semitas. El triunfo correspondió a Asiria, gracias a una hábil maniobra de envolvimiento de la caballería por el flanco derecho de la formación aliada.

Persia

Un milenio después de que conquistarán Irán con sus carros Madai y parsuas eran hacia el siglo VII dos pueblos eminentemente jinetes. La unión entre ambos pueblos se había iniciado con el medo Dakaku, que había combatido a los asirios al igual que haría su hijo Fraortes. Posteriormente, Irán caería durante 28 años bajo el dominio de los escitas, que habían entrado en Asia con su rey Madyes a la cabeza persiguiendo a los cimerios.

Tras su expulsión, Ciaxares de Media aplicó los conocimientos adquiridos de sus enemigos para reorganizar su caballería, creando unidades ligeras y pesadas. Aliado con Nabucodonosor de Babilonia invadió Asiria, poniendo fin a su imperio para regocijo de los pueblos anteriormente sometidos. La destrucción de sus ciudades fue tal que dos siglos después Jenofonte pasó por encima de sus restos sin sospechar siquiera sus pasadas glorias.

La monarquía meda no sobrevivió a su cuarto soberano, Astiages, ya que Kurush (Ciro), producto del enlace de una de sus hijas y del persa Cambises conquistó la capital Ecbatana con un ejército compuesto casi completamente por arqueros a caballo.

Ciro creó una escuela de guerra y favoreció a su caballería, mucho más compleja que la asiria pues, además de contar con grandes carros medos armados con guadañas en los ejes y escuadrones homogéneos de arqueros persas y lanceros bactrianos, tenía también unidades de camellos árabes y de elefantes indios. Sus jinetes usaban calzones ajustados al tobillo y botas de cuero flexible.

La cría caballar alcanzó en Persia una importancia sin parangón en el mundo antiguo, tanto en cantidad como en calidad. Solo en las cuadras de Babilonia se alojaban 800 sementales y 16.000 yeguas, además de los caballos de la guarnición. En las provincias medas del Nordeste los équidos se contaban por cientos de miles, siendo en su inmensa mayoría de raza aria. Destacaban por su pureza y gran alzada los caballos blancos que ellos llamaban niseos y que reservaban para los reyes, generales de caballería y ofrendas.

Gracias a su caballería pudo Ciro ocupar las montañas de los Zagros, pero cuando los caldeos se aprestaban para la inminente invasión, cambió de frente e invadió Lidia, derrotando a Creso en Sardes pese a lo avanzado de la estación invernal. Cuenta Herodoto que antes de la batalla ordenó Ciro desembastar a sus camellos y situarlos en primera línea, provocando con su olor el pánico entre los caballos enemigos. Posteriormente realizó varias expediciones a la India tras las que cayó sobre Babilonia, que resistió más por sus formidables murallas que por la entrega de sus defensores. En 537 AC ordenó la liberación de judíos e israelitas, regresando unos 50.000 de ellos a la tierra prometida[4]. Tras proclamarse "soberano de las cuatro partes del mundo", como los antiguos reyes acadios, Ciro murió durante una campaña contra los escitas.

Su sucesor, Cambises, conquistó Egipto y fue proclamado faraón, por lo que a su muerte, acaecida en 522 AC el Imperio persa se extendía desde el mar Negro a Nubia y del Egeo a la India. Tras su muerte, Darío tardó 20 años en organizar el sistema de satrapías, que pese a sus innumerables ventajas administrativas, privó al ejército persa de la cohesión del asirio. Ello contribuiría decisivamente a sus derrotas contra los escitas y los helenos. La primera fracasó, pese a la brillante maniobra ejecutada por los persas desde Tracia, porque los escitas no presentaron batalla y como no tenían ciudades que defender se evaporaron como el humo, dejando tras de sí una tierra arrasada que imposibilitaba el abastecimiento de la caballería persa.

Al igual que los hititas, los persas eran un pueblo sin vocación marinera, por lo que la costa de Asia Menor estaba ocupada por numerosas colonias jonias. Cuando estas se negaron a pagarle tributo, Darío decidió castigarlas y ocupó Mileto. Para vengar el apoyo que les habían prestado los griegos europeos, en 492 AC Mardonio intentó la conquista de la Hélade desde Macedonia, pero una tormenta dio al traste con el proyecto. Dos años después, el medo Datis y el persa Artafernes destruyeron Naxos y Eretria, pero cometieron el error de desembarcar en Maratón, donde quedaron rodeados por extensas marismas y ciénagas que les impidieron desbordar a los griegos por las alas. Antes de que concluyese la batalla, la caballería persa ya estaba de nuevo embarcada por considerársela inútil para ese combate.

Muerto Darío en 485 AC, su hijo Jerjes organizó una nueva campaña que cinco años después cruzaba el Helesponto por un puente de barcas. Su gigantesco ejército fue valorado por Herodoto en más de dos millones, pero estudios recientes rebajan esa cifra hasta los 300.000 (Petrie 1963). Según el autor griego, el núcleo del ejército persa lo constituía su poderosa caballería. Vestía tiaras de fieltro o yelmos de bronce, túnicas ceñidas, coseletes de escamas de hierro superpuestas, calzones hasta los tobillos y botas altas. Se armaban con lanza corta, arco de caña y larga espada.

Referencias

Notas

  1. Biblia: Jueces, 6-5.
  2. Otros autores defienden su procedencia del líbico, cuyos caracteres subconvexos se hubiesen mostrado recesivos (Toledo 1968).
  3. Salmansasar III (859-824 AC) se sirvió de estos puentes para cruzar el Éufrates en una de sus campañas.
  4. Biblia: Esdrás, 2, 64-70

Bibliografía

  • Bengtson, Hermann. 1972. "Griegos y persas". Historia Universal, vol. 5. Siglo XXI.
  • Cassin, Elena. 1970. "El fin del segundo milenio". Historia Universal, vol. 3. Siglo XXI.
  • Cassin, Elena. 1971. "La primera mitad del primer milenio". Historia Universal, vol. 4. Siglo XXI.
  • Daumas, Eugene. 1853. Los caballos del Sahara. Higinio Reneses.
  • Lión Valderrábano, Raúl. 1970. El caballo y su origen. Institución cultural de Cantabria.
  • Lión Valderrábano, Raúl. 1979. La caballería en la historia militar. Academia de Caballería.
  • Petrie, Alexander. 1963. Introducción a la historia de Grecia. Fondo de Cultura Económica.
  • Piggot, Stuart. 1966. Arqueología de la India prehistórica. Fondo de Cultura Económica.
  • Toledo, Octavio de. 1968. Zootecnia especial de los équidos. Academia de Caballería.