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Caballipedia β

La caballería en África

Egipto

Bajo la dinastía macedónica, el ejército egipcio se organizó según el modelo griego:

  • Infantería: 18 falanges de mil hombres.
  • Caballería: 4.000 jinetes, desapareciendo paulatinamente los carros.

Inicialmente, Ptolomeo contaba con 43 elefantes capturados tras la victoria de Gaza. Para sustituirlos, se capturaron y entrenaron elefantes de bosque africanos, contando con 73 en la batalla de Rafia (217 AC). Sin embargo, estos ejemplares se asustaron por el mero olor de los elefantes indios del ejército seléucida y resultaron ineficaces.

El mando de las unidades recaía en la nobleza griega, pero la mayor parte de la tropa era mercenaria y carecía de cualquier espíritu patriótico, lo que provocó numerosos problemas. Para intentar solventarlo, Ptolomeo IV recurrió al reclutamiento masivo de indígenas pero ello provocó un nuevo problema: el pago se efectuaba en lotes de tierra, siendo lógicamente mayores los asignados a los oficiales, lo que derivó en un resentimiento nacionalista hacia la minoría extranjera. Finalmente, el sistema se colapsó porque los descendientes heredaban la tierra pero no las obligaciones militares. La falta de las primeras obligó a volver a reclutar mercenarios.

Numidia

Los schilak o tamazight eran una tribu nómada de raza camita que habitaban desde Marruecos hasta Libia. En Egipto fueron conocidos como tehenu. Posteriormente los griegos les llamarían númidas y los romanos, como al resto de los pueblos extraimperiales, bárbaros, de ahí su nombre árabe de ber-reik.

Fracasado el ataque a Egipto, algunas tribus de tehenu (tuaregs) se internaron en África, llegando hasta el Níger. En las cuevas de Tassili, situadas en pleno corazón del Sahara, Lothe descubrió poco después de la Segunda Guerra Mundial numerosas pinturas que atestiguan su paso. Incluyen figuras muy estilizadas de guerreros, caballos y carros de dos o cuatro ruedas con uno, dos o tres tripulantes. En L'Oued Lar'ar (Libia) hay 106 figuras de carros de dos ruedas y solo tres de cuatro ruedas, además de media docena de jinetes, lo que da idea de la importancia que tuvo el carro de guerra en esta zona, donde se prolongó su uso hasta la Era cristiana. Los caballos eran eumétricos descendientes del tarpán, y aún se crían en Sudán, donde se conocen como Air o Iforas. Por el Oeste llegaron hasta el Alto Volta, donde se criaría otra raza conocida como cotocolí, idéntica al sigynes danubiano. Más al Sur, la expansión del caballo bereber fue detenida por la mosca tsé-tsé, de ahí que la rueda siguiera en solitario, en beneficio de la alfarería.

En el siglo V AC, el historiador griego Heródoto describió al pueblo de los garamantes de Fezzan, como agricultores sedentarios que utilizaban carros tirados por caballos en sus batallas. Este hecho se verificó en el siglo XX gracias a un descubrimiento de arte rupestre en el Jabal Akakus en el Fezzan occidental y en el Jabal al-Uwaynat cerca de la frontera con Egipto.

Durante las guerras Púnicas, tanto los cartagineses como posteriormente los romanos incorporaron a sus ejércitos contingentes de jinetes númidas. Generalmente constituían la caballería ligera, explotando al máximo la velocidad de sus caballos berberiscos, muy superiores a los celtas y romanos, en misiones de hostigamiento.

El rey Yugurta intentó dar a sus harkas de jinetes el aspecto de un ejército disciplinado, pero no siempre lo consiguió por el carácter indómito del guerrero bereber. Durante la guerra contra Roma, su táctica favorita consistía en simular una retirada desordenada, para coger desprevenidos a sus perseguidores en un terreno favorable. Al final el conflicto se resolvió a favor de Roma gracias al empleo por parte de Sila de un gran contingente de caballería latina y de jinetes númidas de Gauda, nieto del derrocado Masinisa.

Cartago

Fundada hacia 848 AC por tirios y sidonios, progresó con rapidez como potencia comercial y marítima. Hasta 454 AC estuvo pagando a las tribus libias una renta por las tierras que ocupaba, pero desde esa fecha las dominó y enroló a sus guerreros como mercenarios. Su infantería había copiado las formaciones y armamento de los [hoplita]s griegos: casco y peto de bronce, espada y lanza de hierro, escudo de madera reforzada. Aunque tenía un núcleo de caballería ciudadana, pronto incorporó a los jinetes y carros númidas y libios, destacando las cuadrigas de los garamantes. Cuando absorbió a las colonias fenicias de la península Ibérica, el ejército de Cartago se vio reforzado con numerosos contingentes de guerreros hispanos.

En las campañas de Sicilia (406-365 AC) llegaron a participar 50.000 infantes, 4.000 jinetes y 2.000 bigas que, por influencia macedónica, serían posteriormente sustituidas por elefantes africanos. Al ser menos domesticables que los asiáticos, solo podían transportar a su auriga quien, en algunas ocasiones, se veía incapacitado para impedir que fuesen presas del pánico y arremetiesen contra las tropas propias. Tras la derrota cartaginesa, el elevado coste del mantenimiento de este ejército provocó las protestas del partido pacifista y empujó a Amílcar Barca a trasladarlo a la península Ibérica 237 AC), donde sentó las bases de un importante imperio colonial. A su muerte, su yerno Asdrúbal dominaba ya todo el Sur y el Levante hispano, incluyendo las minas de plata de Cartagena, que le permitían costear con creces los gastos militares y llenar las arcas estatales, acallando así las voces opositoras. Para entonces todo el ejército estaba compuesto por mercenarios, a excepción de los oficiales.

En 220 AC le sucede al mando Aníbal, hijo de Amílcar, hasta entonces jefe de la caballería cartaginesa que pasó a su hermano Asdrúbal. Buen conocedor del mundo helenístico, Aníbal había asimilado el empleo que Alejandro había hecho de esta arma que los romanos despreciaban. En la primavera de 218 AC salió de Cartagena y, tras derrotar a algunas tribus ibéricas entre el Ebro y los Pirineos, se internó en las Galias con 50.000 infantes, 10.000 jinetes y 37 elefantes. Para cubrir su retaguardia y evitar revueltas dejó atrás 14.000 infantes, 900 honderos y 1.200 jinetes, reclutados en su mayor parte entre los turdetanos, oretanos y mastienos. La infantería pesada ibérica se armaba al estilo griego: casco, coraza, grebas, pequeño escudo circular (caetra), lanza integral de hierro (soliferrum) y un sable muy afilado (falcata). En cambio, la infantería ligera celta solía combatir semidesnuda como signo de virilidad, armada con largas espadas y protegida únicamente por cascos cónicos y grandes escudos circulares de madera, lo que facilitaba su movilidad.

Roma envió a Escipión a Hispania con 22.000 infantes y 2.000 jinetes, para cortarle el paso en el Ebro. Cuando se enteró de que Aníbal había cruzado ya los Pirineos, desembarcó en Marsella para intentar frenarlo en el Ródano, pero de nuevo llegó tarde. La marcha había costado muchas pérdidas, tanto por las penalidades como por las continuas escaramuzas con las tribus galas, y Aníbal entró en Italia con la mitad de su ejército, aunque reforzado con 4.000 jinetes galos recién enrolados. Fue más que suficiente para sembrar el pánico en toda Italia, que se creía a salvo tras los infranqueables Alpes.

Cuando en 217 AC Aníbal apareció con su poderoso ejército en el valle del Po, Roma envió a tres legiones que cosecharon otras tantas derrotas sucesivas. En Tesino, Aníbal situó en el centro a la caballería de línea hispana y gala, y reforzó las alas con la caballería ligera númida. De pronto esta, que se había abierto en semicírculo, se presentó ante la retaguardia romana, que quedó sobrecogida por el terror. En Trebia se repitió la maniobra, pero esta vez sobre una agotada caballería latina. Finalmente en Trasimeno, Aníbal dispuso sus tropas de tal manera que, al entrar los romanos al campo de batalla, tenían ya a los jinetes a su espalda. Mandados por Maharbal, se cobraron 15.000 bajas romanas, además de otros 4.000 jinetes latinos que, al llegar tarde, fueron tomados por sorpresa.

En 216 AC conservaba Aníbal la iniciativa en su imparable avance hacia el Sur cuando decidió tomar el castillo de Cannae, punto dominante de un terreno favorable a la caballería. Sacando fuerzas de flaqueza, Roma envió 8 legiones de 5.000 infantes cada una, reforzadas con otros 40.000 aliados itálicos. La caballería contaba con 2.000 romanos y el doble de latinos. Hierón de Siracusa colaboró enviando 1.000 arqueros y honderos. Estos 87.000 hombres estaban bajo el mando de los cónsules Terencio Varrón y Emilio Paulo. Tras cruzar el Ofanto, desplegaron de la forma habitual: las legiones mandadas por Cneo Servilio en el centro, con los auxiliares a vanguardia y los aliados a retaguardia; a la derecha la caballería aliada mandada por Varrón y a la izquierda la romana con Paulo. Aníbal situó a Asdrúbal a la derecha con su caballería europea, compuesta por 3.000 jinetes iberos y 4.000 galos; en el centro formó a toda su infantería, 40.000 libios, galos e hispanos y dejó el ala izquierda a Maharbal con sus 3.000 jinetes númidas. Nada más comenzar el combate, el ejército cartaginés se combó en forma de media luna, debido al rápido avance de las alas. Asdrúbal destrozó rápidamente a la caballería romana y comenzó a perseguirla pero, inesperadamente, se volvió contra la retaguardia de Varrón, que a duras penas podía contener a los númidas. Mientras, el centro se había hundido aún más ante la presión de las legiones, pero ello provocó que estas se vieran envueltas de repente por la caballería hispano-gala, en tanto que la númida salía en persecución de la itálica. Sus sucesivas cargas decidieron la batalla, que se saldó con más de 70.000 romanos muertos y otros 10.000 prisioneros, frente a los 6.000 infantes y 200 jinetes que cayeron por parte cartaginesa. Estas cifras fueron confirmadas por las recientes excavaciones arqueológicas, que descubrieron un mar de cadáveres junto a varios centenares de ordenados sepulcros.

Esta victoria dejaba Roma expedita, pero Aníbal no se decidió a atacarla por carecer de maquinaria de sitio, para desesperación de Asdrúbal y Maharbal. Polibio no dudó en achacar a la caballería el éxito de toda la campaña: Más vale tener la mitad de infantes y ser superior en jinetes, que combatir en igualdad de fuerzas. Los romanos trasladaron la guerra a Hispania, donde los hermanos Escipión reclutaron 20.000 celtíberos. Con ellos obtuvieron las victorias de Cástulo y Baécula sobre el ejército de Asdrúbal. Cuando este partió para socorrer a su hermano fue derrotado en Metauro por el nuevo cónsul Nerón, que contaba además con 8.000 infantes y 1.800 jinetes mercenarios hispanos.

Tras expulsar a los cartagineses de España, Sicilia y Cerdeña, Roma comenzó a intervenir en Numidia, apoyando a Masinisa como rey frente a Sífax, aliado de Cartago, gracias a lo cual pudo reforzar sus legiones con caballería númida. Gracias a ella y a los contingentes hispanos pudo por fin Publio Cornelio Escipión vencer en Megala Pedia (203 AC), ya en territorio africano. Aníbal se vio entonces obligado a abandonar Italia para defender Cartago. Escipión había aprendido bien la lección y en la batalla de Zama (201 AC) atrajo a Aníbal a un terreno propicio para su caballería, que por primera vez doblaba en número a la púnica (4.000 frente a 2.000 jinetes). La carga de los númidas de Masinisa y de los itálicos de Laelius, junto a la estampida de los elefantes acobardados por el estruendo de las trompetas, causaron la victoria romana.

Durante la Tercera Guerra Púnica, Escipión derrotaba a Cartago definitivamente en 146, utilizando de nuevo la caballería númida de Gulusa, un hijo de Masinisa.

Referencias

Notas

Bibliografía

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  • Polibio. HIstorias. Gredos. 1997.
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