Corso Terrestre

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Ante el fracaso del Reglamento de partidas y quadrillas[1] de 28 de diciembre de 1808, la Junta publica un nuevo decreto el 17 de abril de 1809, con el que pretende legalizar la guerra de guerrillas, regulando las relaciones de las partidas con las autoridades civiles y militares y señalándoles sus objetivos. De estos grupos no se tiene mucha información, pero destacan especialmente dos.


El Corso Terrestre de Navarra tiene su origen en una partida levantada por Javier Mina en 1809 a la que se unen otras que ya operaban en Navarra desde el otoño de 1808. En sus variopintas filas llegan a militar desertores italianos y alemanes del ejército napoleónico. A primeros de diciembre, en la localidad de Arcos, Mina logra reunir 1.200 infantes y 150 jinetes, mandados éstos por un exguardia de corps llamado Severino Iriarte. Tras instruirlos y hacerles jurar una bandera regalo de la Junta, los viste con unos uniformes que había encargado en Pamplona su tío Clemente Espoz. A finales de marzo de 1810, en una acción desgraciada, Mina es herido y cae prisionero, siendo trasladado a Francia. La pérdida de sus jefes supone la disolución del Corso, si bien algunos continúan la lucha en otras partidas.


El Corso Terrestre de Castilla tiene su origen en una partida levantada en 1809 en la Puebla de Arganzón por un herrero conocido posteriormente como Francisco Longa. A finales de 1810 da cuenta al general Mahy de tener disponibles 608 infantes y 309 jinetes. Los primeros se articulan en 6 compañías a 100 hombres y los segundos en dos escuadrones de a 3 compañías de 50. Como su organización se corresponde a lo reglamentado para el Ejército, su conversión en unidad regular se realiza sin trauma, dividiéndose en 4 regimientos de infantería y el de Húsares de Iberia.

Referencias

  1. AGMS Secc. 2ª, Div. 10, Leg. 130.