Campaña de Alejandro Farnesio

De Caballipedia
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1578

A finales de 1578 solo cuatro provincias eran leales a la corona, mientras que el resto contaban con el apoyo de la reina de Inglaterra y otros tres príncipes extranjeros: el archiduque Matías de Austria, el duque de Alençon y Juan Casimiro del Palatinado. Sin embargo, los líderes rebeldes comenzaban a luchar entre ellos por el poder. Mientras Orange arrestaba a Arschot por abolir los fueros de Gante, Borneville y Horn formaron su propio ejército en Henao, los "malcontentos", para enfrentarse tanto a sus rivales como a los españoles.

Este grupo convenció al duque de Alençon para que sitiara Namur con el mayor ejército visto en Flandes desde el comienzo de la rebelión: 40.000 infantes y 17.000 caballos. Pero el esfuerzo estaba condenado al fracaso por dos razones: el esfuerzo que suponía mantener a tantas tropas y las diferencias religiosas entre valones y franceses de un lado y flamencos y alemanes de otro. Al final, las tropas extranjeras se retiraron y los flamencos tuvieron que levantar el asedio.

Alejandro pasó inmediatamente a la ofensiva y, con 15.000 infantes y 4.000 jinetes, se internó en Brabante. Juan Bautista, marqués del Monte, que iba en descubierta con 50 hombres de armas y 25 arcabuceros, tropezó con una columna enemiga y pese a su inferioridad cargó con tal ímpetu que los puso en fuga, haciéndoles 600 bajas, apresando 100 infantes y 200 caballos y capturando 5 banderas.

Tras tomar Kerpen y Erclens para asegurar sus vías da abastecimiento y cruzar el Mosa con todo su ejército en solo 3 días, Alejandro sorprendió al bando rebelde, que se dispersó para proteger sus fortalezas. Llegado a este punto, despidió a sus soldados alemanes pagándoles de su propio sueldo como gobernador, pues confiaba más en los españoles para esta empresa. Los 17.000 alemanes de Juan Casimiro, a los que se les adeudaba la paga desde hacía tiempo le ofrecieron retirarse a cambio de recibirla ellos también. Farnesio les despachó diciendo que antes bien deberían pagarles a él para dejarles con vida en el combate que se avecinaba. Al final decidieron volver a Sajonia con un simple salvoconducto.

Los tercios se dirigieron entonces a Amberes, defendida por 3.000 hombres escogidos. Les acometieron con tal ímpetu que muchos perecieron ahogados en el foso. Al final de la batalla habían muerto 1.000 rebeldes y solo 8 españoles. Desde allí marchó Farnesio contra Maastricht, guarnecida por 14.000 hombres. En tan solo dos días los españoles construyeron dos puentes a cada lado del Mosa, que dividía la ciudad en dos, para facilitar el paso de las tropas y los suministros y al mismo tiempo cortar el paso a los posibles refuerzos rebeldes. A continuación los ingenieros se dedicaron a cavar un túnel que llegara hasta la puerta de la ciudad, que luego fue volada, mientras la artillería batía sin descanso las murallas y los caballos ligeros se ocupaban de llevar paja, ramas, lana y estopa para levantar un terraplén que sirviese para salvar el foso, una vez derruidos los muros. Tras darle fuego al horno, reventaron buena parte del lienzo, permitiendo a los tercios entrar en la ciudad, aunque fueron detenidos por la lluvia de todo tipo de proyectiles con los que le obsequiaron los defensores. La defensa resultó tan enconada, que tuvieron que retirarse tras dejar 300 muertos.

Alejandro decidió usar desde entonces más zapadores en sus asedios, para evitar esta sangría. Ordenó traer otros 3.000 hombres desde Lieja y construir 16 fortines unidos por una muralla continua para evitar la llegada a la ciudad de un socorro de 20.000 hombres encabezados por el propio Orange. A continuación, los españoles tomaron la puerta de Bruselas y desde allí forzaron a los sitiados a retirarse hasta su última defensa. Justo entonces Farnesio cayó enfermo de peste, decayendo el ímpetu del ataque. Milagrosamente salvó su vida y nada más recuperarse reprendió a sus generales por el retraso. Finalmente consiguieron las tropas entrar en la ciudad y no dieron cuartel en recuerdo de los caídos. Los soldados defensores huyeron con todas las riquezas que pudieron acumular hasta el segundo recinto, pero cuando se encontraron a salvo, levantaron el puente levadizo sobre el Mosa, provocando que miles de civiles que pugnaban por imitarles, cayeran al río al empujarles los que venían detrás. De todas formas, esta parte de la ciudad también fue tomada pocos días después, y sufrió un violento saqueo que duró varios días y sirvió para compensar a los soldados españoles de la falta de paga. En total murieron en Maastricht 8.000 defensores y 2.500 sitiadores.

1579

En enero de 1579, los protestantes proclamaron la Unión de Utrecht, por la que se creaban las Provincias Unidas de Holanda, Zelanda, Utrecht, Güeldres, Frisia, Groninga y Overijssel. Pocos días antes, las provincias valonas de Artois y Hainaut, mayoritariamente católicas y descontentas con la política de Orange, habían proclamado en Arrás su fidelidad a la corona. Tras algunas conversaciones, Felipe II firmó en mayo el Tratado de Arrás, por el que comprometía a retirar a los tercios de las provincias leales, a cambio del compromiso de profesar y defender la religión católica levantando para ello un ejército de naturales. Pronto se adhirieron, además de las anteriores, las provincias de Namur, Lieja, Limburgo, Luxemburgo y parte de Flandes y Brabante. De esta forma, los Países Bajos españoles quedaban divididos, salvo por algunas modificaciones posteriores, en lo que hoy son los dos reinos de Holanda y Bélgica, respectivamente.

Inmediatamente, unos 6.000 soldados católicos desertaron del ejército de Orange y numerosas guarniciones como las de Bois-le-Duc, Malinas y Villebrock, se pasaron al bando real. Un ejército protestante de 5.000 hombres intentó recuperarlas, pero en esta última fueron detenidos y masacrados por varias compañías de caballería mandadas por García de Oliveira. Por su parte, en Frisia y Overijssel el conde de Renneberg conseguía apoderarse de algunas villas, que cuando más tarde cambió de bando, puso bajo la soberanía española.

Alejandro de Farnesio intentó en vano retirarse con sus tropas, pero Felipe II le obligó a permanecer en los Países Bajos como gobernador y capitán general del nuevo ejército. Sin embargo, el estallido de la Guerra de Independencia de Portugal, le dejaba en una difícil situación por la falta de fondos no solo para levantar el ejército de naturales y emprender nuevas campañas, sino sobre todo para poder replegar a unas tropas faltas de paga desde hacía meses. Para conseguir esto último, tuvo que poner de su propio erario el dinero que faltaba.

Los ingleses aprovecharon la coyuntura para tomar Ninove y Malinas, donde se dedicaron durante un mes a un pillaje tan exhaustivo que se llevaron hasta las lápidas de las tumbas para venderlas en su país. La situación se equilibraría pronto, pues finalmente los extranjeros abandonaron a los rebeldes, con lo que ambos ejércitos neerlandeses se vieron igual de disminuidos. Algunos nobles valones y partidarios del duque de Alençon, planearon el asesinato de Alejandro, que afortunadamente acabó siendo frustrado. Por su parte, Orange intentó tomar Groninga, defendida por Renneberg, pero una leva de 3.000 hombres pudo socorrerle a tiempo, y le permitió posteriormente recuperar algunas ciudades como Delft y Oldenzaal.

El gobierno de las Provincias Unidas acordó poner el territorio bajo la soberanía de un príncipe extranjero, de tal forma que Felipe II no pudiera reclamarlos una vez zanjada la guerra con Portugal. Guillermo escogió al duque de Alençon y Anjou, Francisco de Valois, hermano del rey de Francia, por cuanto sus territorios dinásticos se encontraban en Francia. Ello provocó la dimisión del archiduque Matías como gobernador de Flandes, al verse marginado del poder. La proclama fue sucedida de un saqueo general de templos, destrozo de imágenes sagradas y otros desmanes, a lo que Felipe contestó poniendo precio a la cabeza de Orange. Gracias al apoyo francés, los rebeldes se apoderaron de Cambrai y Tournai y amenazaron Valenciennes, que pudo salvarse gracias a la llegada de Farnesio con refuerzos.

1582

En febrero de 1582 Alençon llegó con su ejército y un numeroso contingente de mercenarios ingleses a Amberes, donde se le ofreció el título de soberano de las Provincias Unidas. Un mes después, el vizcaíno Juan de Jáuregui estuvo a punto de acabar con la vida de Guillermo de Orange, que salvó la vida porque el exceso de pólvora que aquel había usado, hizo reventar la pistola. Cuando el Taciturno se recuperó de las heridas, consiguió que Alençon incorporase las provincias de Holanda y Zelanda al patrimonio de la casa de Orange.

Las tropas valonas consiguieron, tras muchos sacrificios, recuperar Tournai, no así Cambrai que permaneció en manos francesas. Esto les convenció de la necesidad de solicitar la vuelta de los tercios, pese a lo establecido en el acuerdo de Arrás, que ellos mismos habían impuesto. Antes de su llegada, los tercios alemanes y valones habrían de jugarle algunas malas pasadas a Farnesio, tanto por su ineficacia como por los repetidos motines por falta de paga. Al mando ya de sus tercios españoles e italianos, Alejandro consiguió recuperar con rapidez varias ciudades aunque el coronel Verdugo, fracasó en Lochum por la gran cantidad de refuerzos que Orange y Alençon consiguieron introducir en la ciudad.

1583

En enero de 1583 estos dos personajes se enfrentaron, cuando, molesto por verse el último reducido a mera comparsa del primero, decidió conquistar toda Brabante. Las tropas francesas saquearon Amberes, donde tan bien recibidas habían sido un año antes, pero finalmente los propios ciudadanos consiguieron expulsarlos tras hacerles 2.000 muertos. Como Farnesio no consintió en pactar con él, no tuvo más remedio Alençon que hacer las paces con Guillermo. Mientras tanto, los españoles aprovechaban estas disidencias para tomar Terramunda, Dunkerque, Nieuport, Uvinociberg, Turna y Dixmunda y amenazaban Brujas y Gante. Cuando los franceses conocieron la victoria definitiva de las armas españolas contra las de don Antonio de Portugal y la inminente afluencia de hombres y dinero, decidieron abandonar Flandes. Poco después, separadas apenas un mes, se produjeron las muertes del duque de Alençon y de Guillermo de Orange, este último a manos del borgoñón Baltasar Gerard. Las Provincias Unidas ofrecieron la soberanía al rey de Francia, pero este convencido por Bernardino de Mendoza optó por declinar. Quedó como gobernador y Gran Almirante de la Confederación, el hijo del Taciturno, Mauricio de Nassau, de apenas 19 años de edad.

1584

Tras someter Brujas e Yprés, en mayo de 1584 resolvió Farnesio acabar con la obstinada resistencia de Amberes, para lo que levantó uno de los cercos más importantes de toda la Guerra con un ejército de 10.000 infantes y 1.700 caballos, todos ellos españoles, de los tercios viejos. Tras tomar Terramunda y Gante, dos plazas fuertes que podrían socorrer a la anterior, construyeron en 7 meses un impresionante puente de 2.400 pies de largo sobre las turbulentas aguas del Escalda, cerrando la parte central con 32 barcos que capturaron en Gante y Dunkerque. De esta forma, nuestras tropas podían pasar de Flandes a Brabante con entera libertad, mientras que Amberes se veía imposibilitado de recibir refuerzos por mar. No solo fracasaron también los refuerzos terrestres, sino que por esta época se rindieron Nimega y Bruselas.

1585

Recurrieron entonces los rebeldes a Federico Giambelli, un ingeniero que había sido desairado en España y militaba ahora en el bando flamenco. Construyó este 4 gigantescos barcos-mina cargados de metralla, que lanzó río abajo contra el puente en la noche del 4 de abril de 1585. Tres de ellos perdieron el rumbo o se hundieron por el peso, pero el cuarto consiguió estrellarse contra el puente y abrió una gran brecha, matando a 800 soldados. Farnesio salvó su vida de milagro, aunque resultó conmocionado por la tremenda explosión. Sin embargo, aprovechando la noche y la humareda los españoles consiguieron remendar parte del puente y disimular el resto como si no hubiera sufrido daños, de tal suerte que los rebeldes pensaron que habían fracasado.

Giambelli no se rindió y construyó una nueva serie de barcos-mina, mejorados para que no se desviasen, pero los españoles idearon un sistema de anclaje que permitía separar los barcos que formaban el centro del puente para dejarles pasar, por lo que hacían explosión demasiado lejos. Diseñó entonces el italiano un monstruoso navío que bautizó como "El fin de la guerra", tan gigantesco que en su castillo podía albergar varios cañones y 1.000 mosqueteros. Su peso resultó desproporcionado y encalló en la campiña inundada. Un último intento de socorrer Amberes congregó a 160 navíos que en lugar de atacar el puente se dirigieron directamente a los diques, protegidos por pequeñas guarniciones de españoles e italianos. Tras una dura lucha, triunfaron éstos, consiguiendo arrebatar al enemigo 28 naves, 65 cañones y numerosas vituallas, a costa de perder 700 hombres frente a los 3.000 muertos rebeldes, que sirvieron para taponar los destrozos.

Cuando en agosto se recibió la noticia de la toma de Malinas, los ciudadanos de Amberes exigieron a sus dirigentes la rendición. Farnesio fue generoso con las condiciones, excepto con la libertad de culto, para la que se mostraba intransigente el monarca. Para las celebraciones se montaron mesas de orilla a orilla sobre el puente del Escalda, que fue desmantelado inmediatamente después.

Mientras el coronel Verdugo obtenía nuevos éxitos en Frisia, el tercio de Bobadilla se vio cercado en la isla de Bommel, por una flota de 100 navíos. Cuando la situación parecía desesperada, un soldado que cavaba un túnel encontró una tabla flamenca con una imagen de la Virgen a la que rezaron todos los supervivientes. A la mañana siguiente el río amaneció helado y los barcos tuvieron que retirarse, si bien poco después la isla acabó siendo capturada.

Tras la caída de Amberes, los rebeldes ofrecieron la soberanía de los Países Bajos a la reina Isabel, que aunque la rechazó, accedió a mantener una fuerza permanente de 7.000 hombres en Flandes, cuyos gastos le serían reembolsados al acabar la contienda. A cambio, los rebeldes le entregarían algunos puertos cercanos a Inglaterra, como el de Flesinga y se comprometían a no firmar la paz con España sin su consentimiento. La expedición sería mandada por el conde de Leicester, pese a que la reina había ordenado ejecutar a su hermano años atrás.

Su primera acción de guerra se saldó sin embargo con una victoria española: el cerco de Grave, al que acudió Farnesio para enfrentarse personalmente con su nuevo rival. Le siguieron las de Mega, Battemburg y Venloo. Mientras se encontraba apoyando al elector de Colonia al que los protestantes habían arrebatado varias ciudades, Leicester cercó Zutphen, pero la heroica resistencia de su guarnición permitió ganar el tiempo suficiente para que los españoles pudieran introducir en la ciudad hombres y vituallas suficientes para hacer inviable el asedio.

Además de estas derrotas que le mostraban como un mal general, Leicester demostró ser peor gobernante, pues derrochaba el dinero, perjudicaba al comercio, violaba los privilegios, despreciaba a la nobleza y oprimía al pueblo. En cuanto tuvo que regresar a Inglaterra para informar a su reina y amante, los flamencos lo depusieron como gobernador y nombraron en su lugar a Mauricio de Nassau.

1587

Para entonces quedaban todavía en manos rebeldes las importantes plazas de Ostende y La Esclusa, llamada así por albergar la de los 5 puertos de la provincia. Este sitio, iniciado en mayo de 1587 sería el que más esfuerzos costó a los españoles. Dos meses después, Leicester y Nassau acudieron en su socorro, pero el primero se retiró vergonzosamente frente a Farnesio, pese a que sus 10.000 hombres duplicaban a las fuerzas españolas, que además no contaban con apoyo naval. Pese a los nuevos intentos de socorro desde Flesinga, Ostende e Inglaterra, la plaza tuvo que capitular, sorprendiendo a propios y extraños.

Isabel llamó de nuevo a Leicester y le obligó a dimitir para intentar parar el golpe que advertía contra ella, pero fue inútil, pues Farnesio había decidido cortar con el problema inglés de raíz y decidió invadir Inglaterra. Sin embargo, desoyendo sus consejos de tomar el puerto de Flesinga para facilitar un fondeo seguro a la armada española en caso de necesidad, Felipe II optó por atacar directamente. El duque de Parma, disciplinado, ordenó construir 130 barcos de quilla plana y otros 40 de hasta 200 Tm y los hizo navegar hasta la costa por un canal que construyó al efecto. Además reunió un formidable ejército de 30.000 hombres, de los que 7.000 eran españoles.

La armada Invencible, al mando del duque de Medina Sidonia, partió de Lisboa el 30 de mayo pero tuvo que refugiarse en La Coruña por un temporal hasta el 22 de julio, llegando a Calais el 7 de agosto. Al día siguiente llegaron las tropas a Dunkerque y embarcaron inmediatamente. Tras el desastre naval, Farnesio regresó a Amberes con los 8.000 supervivientes. Tras un breve descanso, envió al conde de Mansfeld a tomar Wachtendonck y él con el resto se dirigió contra Bergen op Zoom, donde el traidor inglés Graveston había prometido entregar la plaza. Sin embargo, los españoles cayeron en una celada, que se saldó con numerosas bajas. Mejor suerte tuvieron en Bona y Gertrudisberg, no así en Heusd, que se salvó por la ineficacia de Mansfeld. Este poco después tuvo la culpa del motín del tercio de Leyva, el más veterano de Flandes. Pese a ello, Alejandro no dudó en disolverlo, repartiendo a sus hombres entre los de Manrique, Bobadilla y el recién fundado de Idiáquez, como castigo por su sedición.

Tampoco tuvo mejor suerte el marqués de Barambón, enviado a socorrer Colonia, pues fue derrotado fácilmente por Schenck. Envalentonado, este inmediatamente se lanzó sobre Nimega, que pudo resistir gracias al esfuerzo de su reducida guarnición. Su ejército quedó destrozado y él mismo murió en la batalla, adornando sus restos troceados las murallas de la ciudad. Rehechas de su anterior derrota, las tropas de Barambón consiguieron tomar Rimberg, con lo que finalizaba esta nueva campaña alemana.

1589

Tras la disolución del Tercio de Lombardía en 1589, el de Sicilia se conoce como Tercio viejo de españoles en Flandes o, simplemente, como Tercio Departamental de Flandes.

1590

En enero de 1590 Mauricio de Nassau consiguió tomar Breda, que fue pésimamente defendida por los normalmente aguerridos italianos. A continuación el estatúder sitió Nimega, pero cuando Farnesio se encaminó a defenderla, recibió órdenes de Felipe II de acudir personalmente a defender París frente a las tropas de Enrique de Borbón. De nuevo el apoyo a los católicos franceses debilitaba el frente flamenco cuando ya solo dos provincias (Holanda y Zelanda) permanecían en rebeldía.

El duque de Parma partió hacia Francia a primeros de agosto de 1590 con 14.000 infantes y 3.000 caballos, entre españoles, italianos y valones, dejando por tanto los Países Bajos muy debilitados, bajo el gobierno interino del conde de Mansfeld. Dos semanas después se reunió con los 12.000 hombres del duque de Umena. Enrique de Borbón, que contaba con 20.000 infantes y 6.000 jinetes, abandonó el cerco de París para plantear batalla en la llanura de Celes. Alejandro pretendía rehuir el combate para conseguir tiempo y poder socorrer la capital, por lo que desoyendo los mensajes de Borbón, se lanzó a tomar Lagny, en la ribera contraria del río. Tras emplazar una batería, levantaron un puente que inmediatamente cruzó la caballería de Jorge Basta y algunos tercios, los cuales se bastaron para rendir y saquear Lagny. Los franceses intentaron recuperarla, pero fueron repelidos desde los fuertes construidos a tal efecto y posteriormente desde las murallas de París. Desanimado, Enrique disolvió parte de su ejército y se retiró a Saint Denis. Farnesio decidió volver a Flandes, contrariando a sus aliados de la Liga Católica, que querían que se quedase en Francia para acabar con los hugonotes. Finalmente accedió a dejar allí 5.000 hombres como refuerzo.

1592

Alejandro regresó a Bruselas y enfermó al poco, no solo de salud, sino también de espíritu, pues no comprendía como Felipe II, tras el fracaso de la Invencible, volvía a malgastar en Francia fondos que le eran preciosos para asegurar la pacificación de los Países Bajos. Los rebeldes aprovecharon la oportunidad y tomaron Blanchemberg, Vesterloo y Tournai. A mediados de mayo, Mauricio de Nassau, con 10.000 infantes, 2.000 caballos y una potente artillería, cercó Zutphen, que se rindió tres días después, seguida de Deventer y Delsziel. Cuando por fin pudo Farnesio cercarlo en Schinche, recibió órdenes de partir de nuevo hacia Francia, lo que le permitió tomar Hulst y Nimega.

Las tropas coaligadas hispano-francesas se dispusieron a liberar Rouen, cercada por Borbón, que tenía una caballería muy superior en número a la española. Por ello decidió dejar al grueso de su infantería en el sitio y cargar con parte de sus jinetes a la vanguardia española, mandada por el albanés Jorge Basta. Los galos fueron repelidos y Enrique perseguido sin tregua y herido de un arcabuzazo en los riñones. Sin embargo, Farnesio receló de tan fácil victoria y ordenó volver grupas a su caballería, impidiéndoles conseguir su objetivo y cambiar para siempre la historia de Francia. Cuando llegó a Rouen, volvió a desaprovechar, esta vez por seguir a sus consejeros franceses, la oportunidad de derrotar definitivamente a los hugonotes.

Desanimado y herido en un brazo por un arcabuz, volvió a Flandes y solicitó el relevo de sus cargos, a lo que su tío se negó. Cuando, por orden del monarca, se encontraba preparando su nueva campaña francesa, murió de hidropesía.

Referencias

Notas

Bibliografía

  • Giménez Martín, Juan. Tercios de Flandes. 1999.
  • Strada, Famiano: Guerras de Flandes. Colonia. 1681.