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Con diez años mi abuelo Cándido ya me había introducido en el amor por la lectura regalándome cada semana un tebeo con puntualidad británica. Estaba convencido de que cuando me hiciera mayor leería libros con la misma avidez, y no se equivocó. Cada día compiten por el espacio unos dos mil volúmenes en mi biblioteca personal y otros tantos libros digitalizados en mi ordenador.
 
Con diez años mi abuelo Cándido ya me había introducido en el amor por la lectura regalándome cada semana un tebeo con puntualidad británica. Estaba convencido de que cuando me hiciera mayor leería libros con la misma avidez, y no se equivocó. Cada día compiten por el espacio unos dos mil volúmenes en mi biblioteca personal y otros tantos libros digitalizados en mi ordenador.
  
Con veinte años ingresé en la Academia de Caballería gracias al apoyo de mis padres. Dos años después montaba alternativamente en mi caballo "Indio" y en mi carro "Cerveró", el 126 del Regimiento Lusitania.
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Con veinte años ingresé en la Academia de Caballería gracias al apoyo de mis padres. Dos años después cagalbaba alternativamente en mi caballo "Indio" y en mi carro "Cerveró", el 126 del Regimiento Lusitania.
  
 
Con treinta años, y en un Regimiento Sagunto a punto de disolverse, mi mujer Mari Ángeles me sugirió aprovechar mi tiempo libre matriculándome en la UNED donde, cinco años más tarde y ya destinado en la Unidad de Inteligencia de Melilla, me licencié ''cum laude'' en Geografía e Historia. No podía hacer menos para no defraudarla.
 
Con treinta años, y en un Regimiento Sagunto a punto de disolverse, mi mujer Mari Ángeles me sugirió aprovechar mi tiempo libre matriculándome en la UNED donde, cinco años más tarde y ya destinado en la Unidad de Inteligencia de Melilla, me licencié ''cum laude'' en Geografía e Historia. No podía hacer menos para no defraudarla.

Revisión del 11:42 10 nov 2017

Con diez años mi abuelo Cándido ya me había introducido en el amor por la lectura regalándome cada semana un tebeo con puntualidad británica. Estaba convencido de que cuando me hiciera mayor leería libros con la misma avidez, y no se equivocó. Cada día compiten por el espacio unos dos mil volúmenes en mi biblioteca personal y otros tantos libros digitalizados en mi ordenador.

Con veinte años ingresé en la Academia de Caballería gracias al apoyo de mis padres. Dos años después cagalbaba alternativamente en mi caballo "Indio" y en mi carro "Cerveró", el 126 del Regimiento Lusitania.

Con treinta años, y en un Regimiento Sagunto a punto de disolverse, mi mujer Mari Ángeles me sugirió aprovechar mi tiempo libre matriculándome en la UNED donde, cinco años más tarde y ya destinado en la Unidad de Inteligencia de Melilla, me licencié cum laude en Geografía e Historia. No podía hacer menos para no defraudarla.

Con cuarenta años, el teniente coronel D. Manuel Fernández Huertas del Regimiento Montesa me introdujo en el apasionante mundo de la historia militar, al prestarme Los regimientos de caballería en la guerra de Sucesión. Desde entonces su autor, D. Juan Luis Sánchez Martín, guía pacientemente mis investigaciones sobre los siglos más brillantes de nuestro Ejército y más oscuros de nuestra historiografía.

Con cincuenta años, y tras mi paso por la Brigada Acorazada y la Legión, tuve la fortuna de conocer en el MADOC al teniente D. Alejandro Ruiz Carrasco, un genio informático que me enseñó a transformar mi aburrido proyecto de tesis doctoral en esta Enciclopedia multimedia de la caballería española: la Caballipedia.

A todos ellos quiero expresarles públicamente mi más sincero agradecimiento por ayudarme a consumar este sueño. Pero a lo largo de este proceso hay otras dos personas que han sufrido en silencio esas horas que el Ejército, la historia y la informática les han robado:

A mis hijas Saray y Patricia,
por su apoyo, comprensión y, sobre todo,
por su paciencia.


Málaga, 20 de enero de 2017
Fernando Mogaburo López
Suboficial Mayor de Caballería