Origen del caballo

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Introducción

Algunos historiadores militares, basándose más en el corazón que en testimonios arqueológicos han expresado ideas completamente superadas sobre el caballo. Así por ejemplo, el general Sotto (1969) sostenía nada menos que desde la iniciación de los conflictos bélicos entre hombres, el caballo ha venido siendo su más fiel auxiliar y compañero en el combate. Igualmente, el coronel Lepe (1968) se atrevía a pronunciar frases como la siguiente para justificar el nacimiento de la caballería: Servían los jinetes para atrapar a otros animales, esto originó la idea de que le podían servir para cazar hombres, así nació la guerra a caballo, las caballerías de los ejércitos. Andando el tiempo y con la invención de la rueda rudimentaria... nació el carro.

Lo cierto es que cuando da comienzo la historia de la humanidad, y con ella la de los conflictos bélicos, no existe en todo el mundo civilizado ningún caballo, ya que los únicos ejemplares supervivientes a la última glaciación se habían refugiado en las estepas euroasiáticas, y tardarían aún un milenio en hacer su aparición en la historia. Y ese intervalo de tiempo es precisamente el que dista entre la aparición del auriga y la del jinete ya que, contrariamente a la creencia generalizada, la caballería no nació a lomos de un caballo, sino a bordo de un carro de guerra. Para comprender este proceso, es necesario remontarse al principio de los tiempos...

Evolución del caballo

Cenozoico

El caballo es un mamífero ungulado y perisodáctilo, una de las especies del género Equus, al que también pertenecen el onagro, el asno, la cebra, el cuaga y el hemiono. Originario del continente americano, a lo largo de 55 millones de años se produjo allí la larga evolución que convirtió al Hyracotherium o Eohippus del Eoceno Inferior en el Equus caballus. El primero era un pequeño cuadrúpedo de 35 cm de alzada y 20 kg de peso, tres dedos en los pies y uno más reducido en las manos, dientes cortos de coronas sin esmaltes, mandíbulas cortas sin espacio entre incisivos y molares y que gustaba de habitar en los bosques. Se consideraba descendiente del Phenadocus de finales del Paleoceno, pero actualmente se ha descartado esa hipótesis.

En el Oligoceno evolucionó en el Mesohippus[1] y en el Mioceno en el Merychippus. Este último ya había perdido el cuarto dedo y se había adaptado a las grandes praderas del continente americano. Emigró a través del estrecho de Bering hasta Asia y Europa, donde su descendiente, el Hipparion, se consideró antecesor del caballo actual, hasta que se demostró que pertenecía a una especie diferente cuyo proceso evolutivo se colapsó. El Pliohippus del Plioceno, se extendería también hacia Sudamérica. Aunque tenía un solo dedo, este aún se encontraba articulado.

Pleistoceno

Coincidiendo con el inicio de la Era Cuaternaria, aparecerían finalmente los équidos modernos, ya con un solo dedo rígido o pezuña. Emigraron desde Norteamérica a Asia y Europa precediendo al hombre, que lo haría desde África. Las noticias más antiguas de ejemplares cazados por el hombre se remontan a 400.000 años, apareciendo sus huesos entre los del pitecántropo de Tchu-ku-tien, con señales inequívocas de haberle servido de alimento. En algunos yacimientos de Norteamérica, como Sandía Cave, Blackwater, Folsom y Midlan aparecen caballos idénticos a los europeos con flechas incrustadas entre los huesos y una antigüedad aproximada de 10.000 años, lo que de un lado confirma la llegada del hombre al subcontinente por esas fechas y por otra parece apuntar a un retorno de équidos desde Asia. Esta subespecie se conoce como Equus occidentalis (llamado también mexicano).

En cambio, los restos encontrados en Sudamérica apuntan a una variante local de escasa alzada y voluminosa cabeza, que se extinguió rápidamente. Sus restos se encuentran desde Ecuador (Riobamba) a la Pampa (Eberhard). Resulta indudable que el hombre americano no llegó a domesticar al caballo: los patagones criaban y se alimentaban de bradipos gigantes, los peruanos domesticaron llamas y los mesoamericanos a los últimos mastodontes. En cualquier caso, la ruptura del equilibrio ecológico producido por la llegada del hombre acabó provocando la extinción del caballo en América hacia 5500 AC.

En el Viejo Mundo se diferencian en este periodo tres subgéneros de équidos, cada uno con varias especies:

  • Equus Asinus: asno.
    • Equus africanus: asno africano.
      • Es la más diferenciada del tronco común, del que se separó en la Era Terciaria.
      • Se caracteriza por sus largas orejas y las rayas cebrunas en los pies.
      • Entre sus variantes se encuentran las especies salvajes de Nubia y Somalia, los hidruntinos o asnos salvajes europeos, hoy extintos, y el burro doméstico (E. africanus asinus).
      • Su alzada oscila entre 1,15 y 1,25 m.
    • Equus hemionus: onagro asiático.
      • Tiene las orejas más cortas y la capa gris rojiza, con raya de mulo y sin cebraduras.
      • Vive en manadas que se extienden por Arabia, Afganistán, Persia, Mesopotamia y Siria.
      • Sobrio y fácil de domar, ha prestado grandes servicios al hombre.
      • Es la única especie que si se cruza con el caballo produce mulas fecundas.
      • Entre sus variantes figuran el khur indio, el kulán de los kirguises y el kiang del Tíbet.
      • Su alzada oscila entre 1,10 y 1,30 m.
  • Equus Hippotigris: agrupación artificial de tres especies de cebras que no se cruzan debido al diferente número de cromosomas.
    • Equus quagga:
      • Es la cebra común o de sabana, el único équido que no ha podido ser domesticado.
      • Su hábitat se extiende por todo el África oriental, así como Angola y Sudáfrica.
      • La subespecie cuaga, hoy extinta, tenía la parte posterior parda y sin rayas.
      • Su alzada habitual ronda el 1,30 m.
      • Tiene 44 cromosomas.
    • Equus grevyi:
      • Es la cebra más grande, con muchas y estrechas rayas verticales y grandes orejas redondas.
      • Puede ser domesticada.
      • Su hábitat se reduce a Kenia y Etiopía.
      • Su alzada alcanza el 1,56 m.
      • Tiene 46 cromosomas.
    • Equus zebra:
      • Es la cebra de montaña.
      • Su hábitat se reduce a Namibia y Sudáfrica.
      • Tienen rayas blancas y negras en todo el cuerpo menos en la barriga, que es blanca. Las rayas de las patas llegan hasta los cascos y tienen un dibujo en la grupa en forma de parrilla y papada, dos características que solo posee esta especie. El morro es de color negro y anaranjado.
      • Tienen 32 cromosomas.
  • Equus Caballus: el Equus stenonis o caballo de Mosbach, que vivió durante la glaciación Würm I-III dio lugar a dos subespecies que coexistieron durante Würm IV:
    • Equus ferus solutrensis: de 1,38 m, y cráneo braquicéfalo.
    • Equus ferus germanicus: más alto y de cráneo dolicocéfalo.

Las manadas de équidos se extendieron rápidamente por el Viejo Mundo, sobre todo por Occidente, constituyendo una pieza muy rentable de caza, pues proveía al hombre de carne para alimentarse, cuero para vestirse y crines y huesos para fabricar utensilios. Desgraciadamente, los métodos de caza basados en el ojeo, la batida y el acoso hasta despeñarlos por acantilados, acabarían rápidamente con yeguas preñadas y potros jóvenes, por ser los menos aptos para huir, lo que produjo un rápido descenso de la natalidad y el colapso de la especie. Quizás la temprana preocupación por su desaparición llevara al hombre primitivo a encomendar su reproducción a la magia, de ahí que las pinturas y grabados paleolíticos lo representasen en cantidad superior a bisontes, mamuts, rebecos y otras bestias coetáneas. Destacan especialmente las pinturas y grabados auriñacienses y solutrenses, mientras que del magdaleniense se conservan admirables utensilios en hueso con cabezas grabadas o tallas completas como la de Lourdes. Así mismo hay abundantes restos de caballos en los campamentos de cazadores de las estepas loéssicas y pinturas en la cueva de Kapova, en los Urales.

Basándose en las representaciones rupestres, se han intentado diferenciar distintas subespecies equinas pero los autores no se ponen de acuerdo ni en el número ni en su clasificación. Algunos han querido distinguir tantas variantes que apenas afectan a unos pocos ejemplares. Otros han propuesto varias clasificaciones basadas en variados aspectos, como el filogenético (Owen, Antoninus), zootécnico (Adametz, Madariaga), morfológico (Gervais, Nehring), estilístico (Breuil, Leroi-Gourham) o ecológico (Pericot, Bellido). Obermaier y Cabrera apuestan por dos morfotipos, siendo actualmente la clasificación más aceptada y extendida:

  • Tarpán: alto y robusto, de cabeza alargada, frente rectilínea, cuello recto, grupa horizontal, patas largas y cascos anchos. Habitó la estepa rusa hasta su completa extinción en el siglo XIX.
  • Mongol: más bajo y ligero, de perfil convexo, cuello ancho y curvo, grupa inclinada, patas cortas y cascos estrechos. Estuvo a punto de extinguirse, pero algunos ejemplares cautivos fueron afortunadamente reintroducidos en su hábitat natural.

Aunque otros autores como Aparicio defienden un tercer caballo de perfil cóncavo, cara deprimida, dorso ensillado, riñón combado, grupa doble y ancas salientes, lo más probable es que se trate de ejemplares mutados como consecuencia de fenómenos de acondroplastia o acortamiento, influenciados por el trabajo al que el hombre les sometía. En cualquier caso, todo estudio basado tan solo en representaciones rupestres debería ser tomado con la necesaria cautela, ya que entran en juego otros factores como la fantasía del artista y su precisión pictórica. Ningún estudio realizado hasta la fecha que intente comparar los fósiles existentes con las representaciones conservadas ha llegado a soluciones concluyentes.

Los fósiles humanos y los restos arqueológicos de su industria lítica encontrados hasta la fecha no indican hasta ahora ninguna actividad bélica, si bien puede concluirse que muchas de las armas encontradas podrían tener un empleo bivalente, tanto para la caza como para la defensa de las piezas cobradas frente a otros grupos humanos. Al ser la población eminentemente nómada, no habría territorio que proteger que justificase un enfrentamiento a gran escala.

Holoceno

Al finalizar la última glaciación hacia 10000 AC se produjeron notables cambios ecológicos que afectaron profundamente a la fauna. Las estepas europeas se convirtieron en cerrados bosques que obligaron a caballos, bisontes y renos a emigrar o extinguirse, siendo reemplazados por ciervos, alces y uros. No está constatada la existencia de caballos en Europa occidental, África, Asia oriental y América con posterioridad a 5000 AC. Los supervivientes se habrían refugiado en las estepas que se extienden entre Ucrania y Mongolia, sirviendo de alimento a los pueblos que habitaban en las riberas de los mares Negro, Caspio, Aral y Baikal durante los siguientes tres milenios. Por esta razón, desaparecen repentinamente las hasta entonces frecuentes representaciones artísticas de este ungulado en las cuevas de Europa occidental. Probablemente, la desaparición de estas especies conllevó también la de la cultura que se basaba en su caza y que fue reemplazada por otra con unos fundamentos económicos bien distintos. La caza dejó de hacerse en grupo y se comenzó a utilizar arcos y azagayas. Simultáneamente cobró importancia la pesca y la recolección de moluscos.

Cuando comenzó la Revolución neolítica en Mesopotamia, Egipto, India y China, el hombre prehistórico comenzó a domesticar ovejas, cabras, bueyes, asnos y perros, pero no pudo hacerlo con el caballo porque se había extinguido varios milenios antes. La lucha por la posesión de rebaños de ganado y de tierras cultivables determinó la aparición de la guerra, tal y como hoy día la entendemos. Sin embargo, en ninguna pintura o grabado de este periodo aparecen retratos de caballos, ni siquiera en las zonas donde antes fuera tan abundante, como demuestran las recientes excavaciones en la zona cantábrica. Habrá que esperar hasta 1800 AC para que los pueblos de las estepas se lancen a la conquista de Eurasia llevando con ellos a sus caballos, que representaban a las dos subespecies anteriormente reseñadas.

Caballo de Lascaux

Referencias

Notas

  1. Según Lavocat, esta especie llegó a Eurasia dando lugar al Anchiterium, pero se extinguió posteriormente.

Bibliografía

  • Lavocat, René. Faunes et flores prehistoriques. Boubée. 1966.
  • Lepe, José I. La equitación secundaria. Martínez de Murguía. 1968.
  • Lión Valderrábano, Raúl:
    • El caballo y su origen. Institución cultural de Cantabria. 1970.
    • La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Obermaier, Hugo. El hombre fósil. Museo de ciencias naturales. 1916.
  • Madariaga, Benito. Las pinturas rupestres de animales en la región franco-cantábrica, pág. 23. I.C. Cantabria. 1969.
  • Sotto Montes, Joaquín de. Síntesis histórica de la caballería Española. Escelier. 1969.