La caballería europea en la Alta Edad Media

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Bizancio

Los quimérico esfuerzos del emperador Justiniano por restaurar el Imperio romano de Occidente resultaron infructuosos, pero sirvieron para forjar a un gran jefe militar, Belisario, antiguo oficial de la guardia imperial, que acometió en 520 la reforma del últimoejército romano.

Comenzó creando un cuerpo de 1.500 catafractos, armados simultáneamente con arcos como los partos y lanzas como los godos, además de una pesada espada. Llevaban el cuerpo revestido con una cota de malla hasta el muslo y las piernas protegidas por botas de cuero con espuelas. En el brazo izquierdo portaban un pequeño escudo del que pendían doce dardos emplumados para lanzar a mano. Esta variada panoplia les permitía realizar escaramuzas y llegar al choque. No solo se les exigía destreza en el manejo de estas cuatro armas, sino también en el dominio del caballo, que habían de dirigir solo con las piernas. Sus pagas y raciones eran proporcionales a la eficacia demostrada en maniobras y batallas. Con ellos venció Belisario a los hunos en Bulgaria, a los persas sasánidas en Siria, a los vándalos en África y a los ostrogodos en Italia.

Desgraciadamente, sus conquistas fueron efímeras pues, al exterminar a los ostrogodos en Italia allanó el camino para el asentamiento de los lombardos (568). Tras su muerte, que coincidió con la del emperador, comenzó una época en la que el Imperio de Oriente se desentendió de los problemas de Europa y se volcó en Asia Menor, transformándose en el Imperio Bizantino. La caballería siguió perfeccionándose, adoptando guanteletes y escarpes de acero, mientras se protegía a los caballos con bardas metálicas. Los dardos se abandonaron pronto por su falta de eficacia y fueron sustituidos por el hacha de combate.

Dos obras sintetizaban los conocimientos castrenses de los bizantinos. En elStrategicón, escrito en 578 por el general, luego emperador, Mauricio, se proclamaba la supremacía de la caballería. Marcaba también directrices tendentes a disminuir el número de mercenarios en beneficio de una tropa nacional sujeta a las antiguas ordenanzas. Se creaba así una serie de unidades muy móviles, capaces de acudir rápidamente a socorrer cualquiera de las 79 fortalezas que existían diseminadas por el Imperio.

León el Sabio escribió en 900 su Táctica, apartándose poco de la organización ya descrita por Mauricio:

Con tan soberbia interpretación táctica, consiguió Bizancio sobrevivir durante varios siglos pese a estar rodeado de poderosos enemigos: persas, búlgaros, magiares y eslavos. Desde 632 se les unieron los árabes, que consiguieron arrebatarles Siria y Egipto. Sin embargo no fueron ellos quienes propinaron el golpe decisivo a Bizancio. En la batalla de Manzikert (1071), 60.000 caballeros bizantinos murieron durante una sola noche a manos de los turcos seljúcidas, a los que habían perseguido durante todo el día anterior. Como consecuencia, toda Asia Menor quedó definitivamente en poder de esta nueva tribu de nómadas asiáticos.

Ávaros

Los ávaros eran un pueblo túrquico que entró en Europa a mediados del siglo VI, tras la derrota de los hunos heftalitas por los turcos azules. Aunque inicialmente se dirigieron hacia el Imperio romano de Oriente, Justiniano les sobornó para que se internasen en Germania, como había hecho Atila un siglo antes. No obstante, los bosques centroeuropeos no eran apropiados para su modo de vida nómada, por lo que se desplazaron a la llanura panónica. Allí se aliaron primero con los lombardos para exterminar a los gépidos, y posteriormente expulsaron a los primeros hacia Italia. A comienzos del siglo VII se aliaron con los sasánidas y pusieron sitio a Constantinopla, pero no pudieron tomarla. En 810 fueron destruidos por una coalición de francos y búlgaros.

El principal mérito del pueblo ávaro fue el de introducir en Europa el estribo. Los indios ya empleaban correas de cuero o cuerda atadas al dedo anular del pie desde el siglo II AC. Sin embargo, hasta cuatro siglos después no se desarrollaría una silla de montar con armazón sólido que permitiera incorporar unos estribos propiamente dichos, ya que la sobrepresión lastimaba la espalda del caballo. Este invento se produjo en el Imperio de Kushan, si bien se limitaba a una especie de plataforma abierta, como puede apreciarse en un sello del dios Adsho. Los primeros estribos metálicos y cerrados se desarrollaron en China bajo la dinastía Jin.

Al combatir bien afianzados en sus estribos, los jinetes ávaros podían embestir con su lanza a la infantería sin verse desmontados en el choque. El invento se extendió rápidamente a bizantinos, persas y germánicos, resultando fundamental en la aparición de la caballería acorazada feudal.

Francos

Las invasiones interrumpieron el comercio, despoblaron las ciudades y obligaron a levantar una nueva red de castillos rurales para proteger las cosechas. Debido al derecho sucesorio germánico, los diversos reinos se atomizaron progresivamente en pequeños estados feudales. Cada caballero rendía vasallaje a un señor (barón, conde, marqués, duque o el propio rey), ofreciéndole ayuda militar a cambio de un predio que incluía la propiedad tanto de la tierra y del ganado como de sus siervos. Las legiones permanentes dieron paso a las huestes temporales que se levaban expresamente para cada campaña, disolviéndose a continuación para evitar los elevados gastos que acarreaban. De hecho, salvo una exigua guardia personal, ni siquiera los monarcas tenían permanentemente tropas a su servicio. En caso de conflicto, el señor feudal hacía valer sus derechos y sus vasallos se veían obligados a servirle, debiendo armarse a su propia costa.

Cardini (1995) ya demostró la importancia que tenía entre los pueblos de las estepas esta caballería pesada y los valores guerreros que la distinguían: culto al caballo y a la espada, veneración de la fuerza física y del valor, desprecio a la muerte. Estos valores fueron transmitidos a los pueblos germánicos que estas tribus empujaron contra las fronteras del Imperio romano y que posteriormente acabaron asentándose en él. Siglos más tarde reaparecerían mezclados con otros rasgos germánicos como la devoción personal al jefe. Sin embargo estas virtudes no bastan para caracterizar a la caballería medieval.

Según las teorías mutacionistas esgrimidas por algunos historiadores como Duby o Le Goff, aquella nace como tal durante el proceso de ruptura que se desarrolla en torno al año 1000. Entre sus causas se situarían la desaparición del Estado, la atomización del poder real, la aparición del régimen feudal, el clima de inseguridad debido a las invasiones normandas, magiares y sarracenas y, finalmente, el empeño de la Iglesia para inculcar a aquellos guerreros una ética y unas normas de conducta que limitasen la violencia y sus efectos sobre la población civil. Como consecuencia, se crea una nueva clase social emergente, la de los milites o caballeros, dedicados a la guerra (de ahí el término latino bellatores. Esta clase se aleja progresivamente del campesinado del que procede y se acerca progresivamente a la aristocracia de sangre, hasta que en algún momento cercano al siglo XIII se confunden ambas, dando lugar a la nobilitas. Sirviendo con las armas a sus señores feudales, consiguen tierras en las que establecen diversas tasas y malos usos sobre sus siervos (los laboratores), a quienes protegen del apetito territorial de otros guerreros.

Los críticos antimutacionistas como Barthelemy (1999) se oponen a esta ruptura y argumentan que desde su origen la caballería se confundiría con la nobleza y con el poder, siendo las tres una sola y misma cosa.

Una tercera opción está representada por Werner, para el cual la caballería no sería de origen germánico ni guerrero, sino que supondría la continuación de la casta administrativa romana. Es cierto que durante el Bajo Imperio la militia designa al conjunto del servicio público y administrativo, por otra parte jerarquizado y disciplinado según el modelo militar. La entrega del cingulum militiae (identificado posteriormente con la investidura) significaría la entrada al servicio del Estado y no el ingreso en el ejército.

Por su parte, Jean Flori acepta y depura estas tres opciones, considerando a la caballería como el resultado de la fusión lenta y progresiva en la sociedad aristocrática y guerrera del milenio, de numerosos elementos políticos, militares, culturales, religiosos, éticos e ideológicos. La caballería se transformaría así en poco menos de una centuria, de un grupo de guerreros con aspiraciones aristocráticas, en una corporación de nobles caballeros, provistos de una ética propia y finalmente en una institución con trasfondos míticos.

Sea como fuere, en época de Carlomagno la caballería franca seguía siendo escasa, pese a su reconocido prestigio. Ello se debía tanto al precio de la cota de malla y del armamento como a la escasez de buenos caballos de guerra, que tenían que ser suficientemente vigorosos para dar una carga con el peso del jinete acorazado sumado al de sus propias bardas. Como el Estado no podía hacer frente a los gastos de semejante cuerpo de elite, la caballería no llegó a tener verdadera importancia en Francia hasta la implantación del feudalismo, probablemente importado de Hispania.

El señor (o el rey) otorgaría desde entonces tierras y protección a sus vasallos a cambio de un compromiso jurado de prestación de servicio, generalmente militar. De esta forma, castellanías, ciudades, parroquias y abadías estaban obligadas a presentar un determinado número de guerreros, a armarlos y a alimentarlos a su costa. Estos debían acudir ante la llamada del señor feudal, poniendo su armamento, su destreza y hasta su vida a su servicio. Mientras los grandes propietarios debían acudir montando un corcel de guerra, los labradores debían reunir los fondos necesarios para pagar entre varios a un peón de infantería.

Dada la carestía de dinero y caballos, los propios señores feudales prefirieron a lo largo del siglo IX protegerse de normandos, sarracenos y magiares tras los muros de castillos inexpugnables, arriesgando en campo abierto solo pequeños contingentes de caballeros. De esta forma, el Estado centralizado dejaba de existir hasta el siglo XV y los grandes ejércitos de la Antigüedad desaparecían de los campos de batalla.

Normandos

En Escandinavia, cuna de muchos pueblos germánicos, la expansión del caballo y de la rueda se había detenido siglos antes al límite mismo de los hielos perpetuos, siendo sustituidos por el reno y el trineo respectivamente. Aunque en las tierras más meridionales los svear (varegos) y los godos domesticaron unos caballos de escasa alzada pero muy resistentes, pronto se impuso la vocación marinera, desarrollando una importante flota con la que se dedicaron a hostigar el litoral atlántico europeo y las islas Británicas. Normalmente, se limitaban a circunvalar las costas en busca de la desembocadura de un río navegable que les permitiera realizar una productiva razia aguas arriba, gracias a sus barcos de escaso calado, regresando posteriormente a sus territorios. Esta tendencia cambió a partir de Knut el Grande, que consiguió reunir un vasto imperio que incluía Escandinavia, Dinamarca y parte de Inglaterra. Desde entonces, los normandos buscaron nuevos territorios en los que asentarse para dar salida a la superpoblación y escasez de tierras cultivables que padecían.

Cuando en 911 el rey Carlos III el Simple cedió en feudo el norte de Francia al duque normando Hrolf (Rollón), estaba confiando la defensa de sus vasallos a los propios vikingos que les habían sojuzgado. En Normandía las leyes feudales eran muy claras. Cada barón u obispo tenía tierras otorgadas por el duque, a cambio de mantener a su servicio a un número de caballeros pesadamente armados. Iban protegidos por una larga cota de malla que se había mejorado con la adición de una caperuza para proteger el cuello, la cara y la garganta; más tarde ambas prendas se unieron en una sola. El casco, cónico y sin copete, se perfeccionó con una pieza que protegía la nariz. Llevaban además polainas de hierro y un característico escudo, redondo por arriba y picudo por debajo, de un metro de altura. Se armaban de una lanza de 2,5 m con una punta ancha de hierro, un hacha o maza a elegir y una espada recta de doble filo acabada en punta, de un metro de longitud, cuyo diseño fue exportado a toda Europa permaneciendo invariable durante todo el Medievo.

En 1066, amparándose en sus derechos al trono, el duque Guillermo el Bastardo de Normandía decidió invadir Inglaterra, recién constituida a partir de la unificación de los reinos celtas, anglos y sajones. Para esta empresa reunió 3.000 caballeros[1] y otros tantos arqueros. Tras cruzar el canal de la Mancha, saqueó Kent y Sussex, atrayendo a su enemigo, que llegó con solo parte de su ejército. Harold planteó la batalla con su infantería, pero los normandos fingieron una retirada que empujó a los anglosajones a perseguirlos, rompiendo su rígido dispositivo defensivo. Entonces los normandos se revolvieron y su caballería pesada, mandada por el propio Guillermo, destrozó a la caballería ligera inglesa, perdiendo la vida el propio monarca. Tras esta batalla, los normandos exportaron a Inglaterra el feudalismo que ya se había impuesto en el resto de Europa.

Simultáneamente, otras expediciones normandas colonizaron Islandia y Groenlandia. Aunque según recientes hallazgos alcanzaron Terranova y la costa de Nueva Inglaterra, no consiguieron fundar establecimientos permanentes por la hostilidad de los indígenas. En el Mediterráneo, las incursiones vikingas fueron haciéndose cada vez más osadas hasta que conquistaron Sicilia. Más al Este, comerciantes varegos surcaban el Don y el Volga, fundando varios principados (rus) sobre los que más tarde se constituiría Rusia. El final de sus expediciones siempre era la rica Bizancio, donde muchos de ellos alquilaron sus servicios como guardia personal del emperador.

Referencias

Notas

  1. Solo 1.200 de ellos eran normandos de origen.

Bibliografía

  • Barthelemy, Dominique. El año mil y la paz de Dios. Universidad de Granada. 1999.
  • Cahen, Claude. "El Islam hasta el Imperio Otomano". Historia Universal, vol. 14. Siglo XXI. 1972.
  • Cardini, Franco. La Europa del año 1000: Las raíces de Occidente. Anaya. 1995.
  • Dhondt, Jan. "La Alta Edad Media". Historia Universal, vol. 10. Siglo XXI. 1971.
  • Duby, Georges. Guerreros y Campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200). Siglo XXI. 1973.
  • Flori, Jean. La Caballería. Alianza Editorial. 1998.
  • Le Goff, Jacques:
    • "La Baja Edad Media". Historia Universal, vol. 11. Siglo XXI. 1972.
    • La civilización del Occidente medieval. Paidos. 1999.
  • Lión Valderrábano, Raúl. La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Maier, Franz Georg:
    • "Las transformaciones del mundo mediterráneo". Historia Universal, vol. 9. Siglo XXI. 1972.
    • "Bizancio". Historia Universal, vol. 13. Siglo XXI. 1973.
  • Millar, Fergus. "El Imperio romano y sus pueblos limítrofes". Historia Universal, vol. 8. Siglo XXI. 1973.
  • Morsel, Joseph. La aristocracia medieval. Universidad de Valencia. 2004.

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