La caballería en Egipto

De Caballipedia
Saltar a: navegación, buscar

Los hicsos

En 1700 AC el delta del Nilo fue invadido por los hicsos, una alianza de pueblos guerreros semitas e indoeuropeos que dominaba la técnica del carro de guerra. Construyeron un complejo sistema de fortificaciones que les aseguraba el dominio del terreno conquistado. Muchas de ellas todavía se conservan hoy día, como la de Avaris, con 16 km cuadrados, altos taludes de 18 m de altura y grandes puertas en rampa que permitían salir simultáneamente a una pareja de carros con sus caballos lanzados al galope. El armamento de los hicsos también era muy superior al egipcio, con armaduras de cuero y láminas metálicas, espadas de bronce y arcos compuestos de gran potencia, fabricados con una combinación de madera, asta y tendones. Sus caballos, al igual que los persas, tenían caracteres cruzados entre mongoles y tarpanes, siendo los precedentes del caballo berberisco. De esta época, precisamente, data el relato del bíblico de José, siendo difícil que en alguna otra hubiera gozado un extranjero de tantos honores en la corte faraónica.

Los egipcios centraron su resistencia en Tebas, y durante doscientos años pagaron tributos a los hicsos mientras creaban un nuevo ejército a partir de las lecciones aprendidas. Comenzaron a criar caballos y a fabricar carros en tan gran escala que en pocos años los exportaban a todo el Próximo Oriente. Al principio eran copias de los hicsos, pero luego los perfeccionaron, añadiéndoles planchas de bronce en los costados, elevando el número de radios de cuatro a seis y suprimiendo las llantas metálicas. En la proa de la vara llevaban un abanico de cobre bruñido que servía para reflejar el sol y deslumbrar a los enemigos.

Nacía así el tent-heteri, el militar que servía en la caballería. Cada carro de guerra transportaba a un auriga y un guerrero, este último armado con casco de visera, arco y diez jabalinas que, al igual que las flechas, se alojaban en un carcaj fijado a la caja del carro. Era una tropa de elite, mucho mejor pagada y considerada que el resto y el primer soldado profesional de Egipto. Carros, caballos, aurigas y guerreros estaban siempre preparados para el combate y sufrían un duro entrenamiento. Como el guerrero se costeaba su propio equipo, el ingreso en la caballería se limitó a las clases adineradas. No obstante, el faraón ejercía un control absoluto sobre la cría caballar, y eran las cuadras reales las que proveían de caballos al cuerpo.

El Imperio nuevo

Mapa del Imperio egipcio (1500 AC)

Tras varios años de luchas, en 1534 AC Ahmosis I consiguió tomar Avaris y expulsar a los hicsos, a quienes persiguió hasta Canaán, arrasando de paso todos sus bastiones, incluyendo Jericó. Ahmosis fundó la dinastía XVIII que, al contrario de las anteriores, se extendería por Asia para alejar la frontera oriental del corazón del Imperio y asegurar las rutas comerciales. Así Tutmosis I llegó a Naharún, a orillas del Éufrates, y Tutmosis III emprendió diecisiete campañas victoriosas que culminarían con la derrota del rey de Kadesh y otros monarcas semitas en la batalla de Meggido (1479 AC), gracias a una violenta carga de caballería que desbarató la formación aliada.

Tutmosis había avanzado lentamente ocupando varias ciudades de Palestina, cuando fue informado de que las fuerzas amorreas y cananeas se habían concentrado al norte del Carmelo. Avanzó rápidamente y, en lugar de seguir los fáciles caminos occidentales que desembocaban en el Jordán, decidió subir por el desfiladero de Aruna, poniendo a su ejército en fila india y desmontando los carros, que hubieron de ser transportados a hombros de su tripulación. La sorpresa fue absoluta y permitió a Tutmosis rehacer su frente a la vista de la ciudad sin ser molestado por sus enemigos. Al día siguiente planteó la batalla apoyando su flanco derecho en el torrente Quina, afluente del Cisón y rodeando Meggido hacia el noroeste. El rey de Kadesh acudió en socorro de la plaza, pero tuvo que aceptar el combate en posición de desventaja y fue arrollado por la caballería egipcia, debiendo buscar refugio precipitadamente en la plaza[1]. El botín de la batalla incluiría 924 carros (dos de ellos dorados), 200 armaduras, 500 arcos, 97 espadas y 2.238 caballos que reforzarían el ejército egipcio y su incipiente cría caballar.

Tutmosis instalaría posteriormente varias guarniciones en Siria y Palestina que le permitirían asegurar la paz en la región, además de servir como bases logísticas a su ejército de maniobra, que ahora contaba con numerosos escuadrones de caballería y patrullaba incesantemente los recién conquistados territorios. Como consecuencia de ello, las campañas tendrían ahora que retrasarse hasta la primavera, para permitir que los caballos pudiesen forrajear sobre el terreno y este se encontrase endurecido para permitir evolucionar a los carros sin dificultad.

Tras invadir las tierras de Canaán, Tutmosis III decidió someter Mitanni, para lo que ordenó construir en Biblos una flotilla de barcos de madera de cedro con los que cruzar el Éufrates. Aunque no ha quedado constancia de ningún enfrentamiento armado de envergadura, el faraón ordenó levantar en el margen izquierdo del río una estela triunfal en cuyos grabados se pueden leer instrucciones a sus aurigas, a los que llamaba mahir. Tras esa incursión, todos los faraones se esforzaron por acondicionar los caminos que desde el delta atravesaban el Sinaí y Palestina para facilitar la marcha de los carros y de los correos hasta la frontera.

Su sucesor, Amenofis III, obtuvo una victoria sobre los nubios que plasmó en la estela de Qumel Helah (Tebas). En la misma se aprecia a cuatro prisioneros montados a horcajadas sobre los caballos que tiran del carro de guerra del faraón. Poco conocedor de la nueva técnica, el artista grabó las cuatro piernas derechas de los prisioneros sobre el costado derecho del primer caballo, un fallo de perspectiva que no volverá a repetirse años después cuando aparezca la primera representación de un jinete propiamente dicho. Otros prisioneros representados bajo el carro dan idea de que si los que montaban perdían el equilibrio, eran directamente arrollados por vehículos y bestias y posteriormente abandonados en el desierto.

También surge en esta etapa un incipiente estado mayor, con oficiales encargados de la administración financiera, la logística y las operaciones. A su frente se situará generalmente el propio monarca o su primogénito, con algunas excepciones como la de Horemheb. Los propios faraones suelen hacer en esta época ostentación como guerreros y aurigas, de ahí que frecuentemente sean representados en carros al frente de sus tropas. Gracias a su nueva caballería, Egipto se encontró en disposición de exigir tributos a los pueblos que sometía, siendo los carros y los caballos los dos preferidos ya que la cabaña nacional seguía siendo escasa.

Tras la revolución teológica preconizada por Akenatón, y los breves reinados de sus débiles sucesores Tutankamón y Ay, el poder cayó en manos del general Horemheb, que decidió devolver a Egipto su papel preponderante en la escena internacional.

La batalla de Kadesh

Kadesh era una plaza de la antigua Siria donde tuvo lugar la batalla de carros más famosa de la historia, entre el ejército egipcio de Ramsés II y el hitita de Muwatalli, a finales de mayo de 1274 AC.

Durante muchos años solo se conoció la versión egipcia de la batalla, repetida hasta la saciedad en todos los monumentos levantados por Ramsés[2]. Según la misma, el faraón habría cargado personalmente contra las fuerzas enemigas, desbaratándolas sin más ayuda que su propio arrojo. El descubrimiento del otrora glorioso Imperio hitita en las recientes excavaciones efectuadas en Capadocia, dio conocer la otra versión, permitiendo a los historiadores hacerse una idea más exacta de la batalla.

Ramsés pretendía superar las hazañas de Tutmosis III, haciendo retroceder a los hititas hacia Anatolia, para lo que reunió a su gran ejército de 25.000 hombres divididos en cuatro divisiones de infantería (las tradicionales de "Amón", "Ra" y "Sutek" y la recién creada de "Ptah"). Para conseguir oponer más fuerzas de caballería a los temibles carros hititas, sobornó al príncipe Bentesina de Amurru (Siria), antiguo vasallo y aliado de Hattusas, quien aportó un notable contingente de jinetes. Enfrente, los hititas alineaban además contingentes de Naharin, Arzawa, Ugarit, Alepo y Araunna entre otros.

Los egipcios tardaron un mes en llegar hasta las alturas cercanas a Beirut, donde establecieron su base de operaciones. Desde allí viraron hacia el este siguiendo el río Orontes hasta divisar la fortaleza de Kadesh. Al otro lado les esperaban ocultos los hititas, cuyos espías habían convencido a Ramsés de su presunta retirada. El faraón cayó en la celada y cruzó el vado de Sabtuna queriendo establecer su campamento al noroeste de la ciudad.

Gracias a los grabados egipcios conocemos la composición de sus fuerzas: a la cabeza marchaba la vanguardia de la división "Amón", con las trompetas y estandartes al frente y el resto en disposición de adoptar rápidamente el orden de combate. Le seguía el faraón, rodeado por su escolta de mercenarios lidios, los carros y la intendencia, a lomo de asnos y carretas tiradas por bueyes. En total unos 7.000 hombres, de los que la caballería ocupaba una posición muy secundaria como apoyo a la infantería.

Cuando Muwatali le vio aproximarse, mandó a sus hombres replegarse al sur de la ciudad y al otro lado del Orontes, ocupando una posición ventajosa que le permitía dominar el eje de marcha egipcio y cortar la retirada de Ramsés. Al contrario que este, colocó en vanguardia a su caballería: 3.500 carros formando dos escalones al mando del general Targanuna. Dos alas con un millar de jinetes se situaron a sus flancos, mandados por los oficiales Pi y Semarú. En la retaguardia formaba la falange hitita y la infantería ligera aliada.

Aunque una patrulla egipcia consiguió detener a varios exploradores hititas, que bajo tortura confesaron a Ramsés el emplazamiento de su propio ejército, era demasiado tarde. La caballería hitita vadeó el Orontes y cayó como un rayo sobre la división "Ra" cuando esta salía de un bosque al llano inmediato de la ciudad. Tras destrozar a las fuerzas egipcias cogidas de improviso, los escuadrones hititas se abalanzaron sobre el campamento de Ramsés. Aunque la caballería hitita, que por primera vez era empleada como arma decisiva en un combate, pudo acorralar a Ramsés en un extremo del campamento, no consiguió doblegar a su escolta. Simultáneamente, los aliados de los hititas, creyendo decidida la batalla, se abalanzaron sobre el botín olvidándose de su objetivo principal y estorbando a los propios carros.

En ese momento llegaron oportunamente desde la costa los jinetes de Amurru, sembrando el caos entre las fuerzas hititas que se creían ya vencedoras. Finalmente la llegada de la división "Ptah" permitió a Ramsés romper el cerco, cambiando el curso de la batalla. Muwatali decidió refugiarse en Kadesh, empleando de nuevo a su caballería en otra de las misiones que le serían características, la protección de la retirada. Targanuna, Pi y Semarú se sacrificaron junto a sus hombres para permitir que las falange hititas pudieran entrar en la fortaleza. Son los primeros nombres conocidos de jefes de unidades de caballería que cayeron al frente de sus escuadrones.

A pesar del sesgo favorable que tomaban los acontecimientos, Ramsés sabía que no contaba con fuerzas suficientes para sitiar Kadesh, por lo que decidió dejarla en manos hititas y regresar a Egipto. Fue perseguido hasta Damasco por la caballería de Muwatali, que dejó en esta plaza una importante guarnición. Aunque el faraón volvió entonando canciones de victoria, lo cierto es que solo cosechó miles de bajas y tuvo que firmar un tratado de paz que concedía a los hititas el control de Amurru y Fenicia. No cabe duda del importante papel que jugó la caballería en esta jornada: el elevado número de carros (5.000), la aparición de los primeros jinetes, el movimiento envolvente de los hititas y su carga contra la segunda división egipcia, el cambio de despliegue para asaltar el campamento de la primera, la protección de la retirada de la infantería y el sacrificio de sus tres comandantes al frente de sus tropas. Todos estos factores que se convertirán en tradicionales en la historia del arma hicieron que ya en su juventud se convirtiese en la reina del campo de batalla.

El tratado de paz significó el principio de una etapa de paz en Oriente Próximo que, curiosamente, coincidiría con el declinar político y militar de ambos imperios, ya que un siglo después caerían bajo el yugo de otros pueblos. Simultáneamente Kadesh supuso el auge del carro de guerra, pero marcó también el inicio de su declive en beneficio de un nuevo tipo de caballería: los escuadrones a caballo. El carro de guerra alcanzó con los hititas una gran perfección, pero en manos asirias aumentaría en peso y tamaño hasta convertirse en un pesado vehículo difícilmente manejable. Los carros falcados de Ciro de Persia, blindados con chapas de hierro, armados de guadañas en sus ejes y tripulados hasta por 20 guerreros serían realmente impresionantes, pero perderían la iniciativa frente a los muchos más veloces y maniobrables jinetes macedónicos, que aprendieron pronto a sobrepasarlos por el flanco y atacarlos por la retaguardia.

Los primeros jinetes

La representación más antigua de un jinete fue descubierta por Maspero en la tumba de Horemheb en Saqqarah, y se conserva actualmente en Bolonia. Corresponde a un hitita que monta a pelo casi en la grupa ya que debido a la escasa alzada del caballo, este no puede soportar el peso de un hombre en su espinazo.

Un segundo jinete aparece en un panel del templo de Karnak, en el que Seti I combate a los cananeos. Al contrario que el anterior va sentado cerca de la cruz, pero está desarmado y sostiene su escudo en alto como si se defendiera de las flechas enemigas en su huida delante de un carro. Esta imagen fue dibujada primero por un miembro de la expedición de Napoleón y recogida posteriormente en un photoCD, antes de que la climatología deteriorase el original.

También del reinado de Seti I data otro relieve de una batalla contra los hititas en la que aparecen dos jinetes montados en la grupa, desarmados y mirando hacia atrás, dando a entender que también van huyendo. Otro jinete hitita aparece huyendo de Ramsés II durante el sitio de Dapur. Ambos relieves fueron dibujados por el lingüista Lepsius durante su expedición de 1842.

Ramsés II ordenó inmortalizar la batalla de Kadesh en varios monumentos egipcios, destacando el templo de Abu Simbel. En sus relieves pueden verse varios jinetes, tanto egipcios como hititas.

En todos estos caso, los jinetes aparecen siempre en un número insignificante en comparación con el de los carros, lo que parece indicar que se limitaban a una función de enlace sin participar en el combate. Cuando aparecen armados, lo hacen con arco o con un simple escudo, lo que se explica porque la falta de estribo impide el empleo de la lanza. Sorprende también la escasa evolución de la técnica ecuestre durante los cinco siglos que median entre estas imágenes y las primeras representaciones de jinetes asirios, constituidos ya como un arma más del ejército.

Referencias

Notas

  1. Los documentos contemporáneos mencionan que hubo de ser izado a las murallas ante el riesgo de ser aplastado por sus propios hombres que se apretaban contra las cerradas puertas de la fortaleza.
  2. Pese a su parcialidad destacan como fuentes para la batalla los templos de Luxor y Abu-Simbel, el Rameseum de Tebas y el Memnonium de Abydos, así como el poema conocido como Pentaur, un relato épico conservado en el British Museum excepto un fragmento que se custodia en el Louvre.

Bibliografía

  • Cassin, Elena. "El fin del segundo milenio". Historia Universal, vol. 3. Siglo XXI. 1970.
  • Edwards, Amelia: Pharaohs, Fellas and Explorers. Cambridge. 1891.
  • Lión Valderrábano, Raúl.
    • El caballo y su origen. Institución cultural de Cantabria. 1970.
    • La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Montenegro Duque, Ángel et al.
    • El Imperio hitita. Moretón. 1972.
    • "Antiguos imperios orientales". Historia Universal, vol. 2. Nájera. 1990.
  • Pirenne, Jacques y Arpag Mekhitarian. Historia de la civilización del antiguo Egipto. Instituto Gallach. 1977.
  • Quesada Sanz, Fernando. "Carros en el antiguo Mediterráneo: de los orígenes a Roma". Historia del carruaje en España. Fomento de Construcciones y Contratas. 2005.

Webgrafía

Navegación

ARTÍCULO ANTERIOR ÍNDICE ARTÍCULO SIGUIENTE
La era del carro de guerra Operaciones de la Edad Antigua La caballería heládica