La caballería de los Borbones

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Felipe V

Cuando Felipe V de Borbón llegó a España el 22 de enero de 1701, era consciente de que varias potencias europeas se opondrían frontalmente a una alianza franco-española que fortaleciese aún más la hegemonía de su abuelo, Luis XIV. Ante la inminente guerra, y vista la lamentable situación del ejército, el joven monarca decidió actuar con rapidez e inusitada energía. A los pocos meses de ser coronado se promulgaron ya las primeras ordenanzas de Flandes, un compendio de leyes encaminadas a restablecer la disciplina, amenazando con imponer severos castigos a los infractores. En 1702 se promulgaron las segundas ordenanzas de Flandes, que esta vez se centraron en la reorganización de las unidades y su personal. Poco a poco se sustituiría el armamento anticuado, se crearían nuevos empleos, se dictarían normas de uniformidad y se favorecería la leva de nuevas unidades. Tanto los tercios como los trozos de infantería, caballería y dragones serían reorganizados siguiendo el modelo francés y pasarían a denominarse regimientos.

Acabada la guerra de Sucesión Española (1701-1714) fueron disueltos en su mayor parte, pero no acabaron ahí las reformas, pues hasta la muerte del monarca se siguieron promulgando ordenanzas, reglamentos, etc. El Ejército español perdió en estos años todas sus características tradicionales. Los cambios fueron de tal índole, que muchos autores consideran que Felipe V de Borbón modeló su ejército desde cero. Otros creen que devolvió a España su carácter de gran potencia, perdido a finales del siglo anterior. Lo cierto es que ganó España a costa de perder todas las posesiones europeas que los Habsburgo habían sabido mantener, pese a la tan cacareada crisis que la propaganda francófila se empeñó en difundir. Presionado por su segunda esposa, Isabel de Farnesio, el monarca intentaría recuperar durante todo su reinado las posesiones italianas, pero solo tuvo éxito en Nápoles, con motivo de su intervención en la guerra de Sucesión Austriaca (1740-1749).

Cuando esta finalizó dos años después del fallecimiento del monarca, el Ejército español había recuperado su anterior prestigio y su caballería se había convertido en una de las mejores de Europa. Sus regimientos escribieron en Italia algunas de las páginas más brillantes de su historia y conquistaron la mayor parte de sus trofeos y privilegios tradicionales. Muchos de ellos perduraron hasta la II República y sus historiales se custodian aún con orgullo en las unidades actuales.

Durante este reinado se impuso la táctica francesa[1] que consistía en adoptar un orden de combate formado por dos líneas separadas entre sí 300 pasos, distancia correspondiente al alcance eficaz de los mosquetes de entonces. La caballería formaba en las alas, sin solución de continuidad respecto a la infantería e, incluso, con compañías de infantería entre sus intervalos.

En estas formaciones tan rígidas, lo importante era formar una barrera de fuego lo más densa y continua posible, sin importar demasiado la puntería. Se mantuvo por tanto el orden simétrico del siglo anterior, en el que cada arma combatía con su homóloga y rara vez maniobraba, pues una vez adoptado el despliegue inicial era difícil cambiarlo para adaptarlo a las circunstancias del momento.

La caballería en estos años realizaba marchas de a cuatro en fondo. Al estar tan imbricada en el despliegue general del ejército, sus acciones carecían de la oportunidad necesaria y rara vez eran decisivas. Como excepción podemos citar la batalla de Villaviciosa (1710). En ella, el ala derecha del ejército de Felipe V de Borbón, mandada por el marqués de Valdecañas, obtuvo ventaja sobre la caballería austríaca. Tras derrotarla, la persiguió más allá de sus propias líneas, por lo que dejó ese flanco al descubierto. Villarroel, que mandaba el centro austracista, formó con su flanco izquierdo un ángulo recto ofensivo que puso en aprietos la derecha borbónica. Staremberg, jefe del ejército del archiduque, obsesionado con la idea de retirarse, dio tiempo a Vendôme a rehacer sus líneas con las reservas. En ese crucial instante, Valdecañas consiguió reagrupar a sus jinetes y cargar por la espalda a los austriacos, decidiendo la victoria a favor de Felipe V.

En Villaviciosa, rota la unidad de mando, la libre iniciativa de los subalternos provocó situaciones muy peligrosas. La caballería demostró una vez más que con su movilidad y velocidad podía cambiar por sí misma el signo de una batalla. En este tipo de formaciones lineales, la artillería se solía situar al frente, unas veces diseminada y otras, agrupada en el centro o los flancos. La vanguardia la constituían algunas unidades de dragones y como reserva se dejaban algunas unidades de caballería y un par de batallones de infantería.

Carga de Lusitania en Madonna del Olmo (1744)


Fernando VI

Dragón y granadero de Pavía (1749)

Durante el reinado de Fernando VI de Borbón se produjeron pocas variaciones pues el monarca, de carácter pacífico y retraído, se limitó a acabar a toda costa la guerra de Sucesión Austriaca que había heredado de su padre. Desde que el 18 de octubre de 1748 firmó el segundo tratado de Aquisgrán, se limitó a evitar toda clase de conflictos que pudieran desembocar en nuevas guerras y a mantener una difícil neutralidad.

Auxiliado por grandes ministros como José de Carvajal y el marqués de la Ensenada, el monarca se esforzó en hacer prosperar al inmenso Imperio español, por primera vez bien administrado y defendido por un Ejército que había recuperado su prestigio en Europa y por una Armada poderosa que le permitía proteger las rutas atlánticas hacia ultramar.

Las escasas reformas emprendidas demostraron el carácter pacifista del rey: se disolvieron algunos regimientos, se disminuyeron los efectivos, se modificó la uniformidad y se prestó mayor atención a las necesidades económicas de las unidades.

Carlos III

Carabinero de Farnesio, músicos del Príncipe (1763)

Carlos III de Borbón fue el monarca español que más se preocupó porque su ejército estuviese a la altura de los europeos. Para ello emprendió importantes reformas que modificaron la organización de los cuerpos que, poco a poco, se apartaron del modelo francés en beneficio del prusiano. Ello se debió, sin duda, a los estudios que el conde de Aranda realizó en la corte de Federico II de Prusia.

Entre otras reformas, se suprimieron muchas exenciones del servicio militar que habían llegado a ser abusivas, se crearon las academias militares de Ávila, Ocaña y Segovia para la formación de los oficiales y se aumentaron los haberes tanto de estos como de la tropa.

En 1763 se consumó la separación de los cuerpos de artillería e ingenieros, aunque este último siguió siendo un cuerpo facultativo pues las compañías de minadores continuaron adscritas a la artillería.

La táctica francesa fue reemplazada por la prusiana, como sucedió en prácticamente todos los países europeos, debido a la eficacia del modelo impuesto por Federico II. Ramírez de Arellano (1767) propuso reducir el fondo de las formaciones en batalla de los escuadrones a 2 filas. Afirmaba que el fondo era inútil cuando se llegaba al choque, excepto en la caballería, que no debía agruparse demasiado para no producir confusión, ya que los caballos suelen defenderse cuando se sienten amenazados por los cuartos traseros. El galope debe adoptarse a 150 pasos de la caballería enemiga o a 400 de la infantería. Paradójicamente, este coronel se adelantaría en medio siglo a otros estadistas de su tiempo, al proponer la reaparición de la lanza. Durante sus 33 años de servicio en dragones solo dos veces tuvo que actuar como infantería, de ahí que clamara por su integración en la caballería.

Carlos IV

A finales del siglo XVIII España volvió a caer bajo la influencia de la táctica francesa debido a la evidente superioridad demostrada por los ejércitos republicanos, que consiguieron vencer a todas las potencias absolutistas europeas simultáneamente. Como la táctica prescrita en las ordenanzas de 1768 se había quedado desfasada, cada jefe de regimiento empleaba las evoluciones tácticas que consideraba más convenientes. El desbarajuste fue tal, que Godoy ordenó seguir el reglamento francés de 1791 para la infantería durante la guerra de la Cuarta Coalición (1806-1807). El reglamento de la caballería, que era de tres años antes, también fue traducido y seguido, aunque de forma más anárquica, por los jefes del arma.

Floridablanca optó por una política militar defensiva frente a la Revolución, lo que le llevó a potenciar la infantería en perjuicio de la caballería, arma que resultaba excesivamente costosa a las maltrechas arcas de la Hacienda. Su oponente político, el conde de Aranda, favoreció a los cuerpos facultativos de artillería e ingenieros.

Referencias

Notas

  1. Ideada por Louvois, ministro de la guerra de Luis XIV.

Bibliografía

  • Barudio, Gunter. "La época del Absolutismo y la Ilustración". Historia Universal, vol. 25. Siglo XXI. 1981.
  • Fernández, Roberto. "Siglo XVIII". Manual de Historia de España. Historia 16, vol. 4. 1993.
  • Lión Valderrábano, Raúl y Juan Silvela Miláns del Bosch. La caballería en la historia militar. Academia de Caballería. 1979.
  • Ramírez de Arellano, García. Instrucción metódica y elemental para la táctica, manejo y disciplina de la caballería y dragones. Antonio Marín. 1767.
  • Vassallo i Rosselló, Rafael. Apuntes sobre el estudio del arte de la guerra y la historia militar. M. Romero.1879.
  • Vasallo, Francisco de Paula. Veladas sobre la caballería. Tomas Fortanet. 1852.

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