Guerra Larga de Cuba

De Caballipedia
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Introducción

El final del conflicto peninsular permitió trasvasar al teatro de operaciones antillano mandos eficaces, capaces de imponer la disciplina y asentar la organización, soldados fogueados y valientes y dinero algo más abundante. Progresaron las operaciones, pese a que los insurrectos recibían dinero, armas y municiones desde los Estados Unidos, hasta que al final, el 12 de febrero de 1878 se consiguió la frágil Paz de Zanjón. Sin embargo, las hostilidades se reanudaron ese mismo año, en forma de acciones más localizadas que pudieron ser rápidamente sofocadas por el Ejército, de ahí que conozca esta etapa como la Guerra Chiquita (1878-1879). Simultáneamente, la oligarquía peninsular y el partido de la Unión hacían inviable cualquier solución que conciliara los deseos y aspiraciones de los terratenientes peninsulares, los hacendados cubanos, los comerciantes de clase media, el pueblo llano y la masa mestiza, que no vería abolida la esclavitud hasta el 2 de febrero de 1880[1].

El ejército de Cuba carecía, no ya de medios ofensivos, sino de elementos defensivos y se limitaba a la ocupación de la costa que se conservaba merced a la contribución de la armada. Cuando se pudo empezar a pensar en la ofensiva, se carecía de puntos estratégicos fortificados en el interior y de vías de comunicación. A ello se sumaba la falta de doctrina, la carencia de fuerzas, la geografía, el clima y la creciente organización de los insurrectos.

Entre las misiones de la caballería en Cuba se encontraba:

  • El acompañamiento de los convoyes, en su mayor parte formados por carretas de bueyes, mucho más lentas que sus escoltas y que frecuentemente se quedaban atascadas
  • Formar columnas para buscar insurrectos, en una permanente diatriba entre la maniobrabilidad y la autonomía, a causa de la impedimenta transportada.
  • Guarnecer la trocha, una serie de líneas fortificadas que corrían de norte a sur para evitar que los insurrectos se infiltrasen hacia el oeste.


Acción de los Peralejos

El 21 de diciembre de 1875 una columna al mando del brigadier D. Juan de Ampudia se mueve hacia el este atravesando una pequeña sabana del oriente insular, cuando recibe fuego desde la loma de los Peralejos, que cierra el camino que desde La Habana y Camagüey lleva a Bayamo y Santiago y en donde 20 años después se daría una auténtica batalla. El resultado de esta acción fue la muerte de 10 insurrectos y la captura de 6 caballos, armas y otros efectos, con la única baja de un caballo realista.

Referencias

  1. Gaceta de Madrid n.º 49