Campaña de Alberto de Austria

De Caballipedia
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1596

A primeros de febrero de 1596 llegaba a Luxemburgo el archiduque Alberto de Austria, hermano del fallecido Ernesto, recién nombrado por su cuñado Felipe II nuevo gobernador de los Países Bajos. Hermano de la reina Ana, había gobernado Portugal con firmeza y eficacia entre 1580 y 1590, siendo uno de los personajes de confianza del monarca. Inmediatamente se dirigió a Namur, donde completó los maltrechos tercios locales con los refuerzos que traía desde España, 5.500 de infantería española, 3.000 italianos y valones y 600 jinetes.

Desde allí partió hacia Bruselas, donde llegó tras casi 6 meses desde su partida de Madrid. Su primer acto de gobierno fue escribir al Gobierno de La Haya para tratar de llegar a un entendimiento. Antes de que contestasen, partió en socorro de La Fera, plaza fuerte española tras la frontera francesa que llevaba 5 meses sitiada por Enrique de Borbón. Para despistar a los posibles traidores del Consejo de Estado de sus verdaderos planes, ordenó tomar Calais mientras Jorge Basta conseguía introducir 700 jinetes, 500 infantes y avituallamientos en La Fera. En la otra plaza, tras fracasar un asalto por parte de una mezcla de las diferentes nacionalidades que componían su ejército, solicitaron los maestres de campo realizarlo únicamente con tres compañías de españoles, que habían sido acusados de retirarse como el resto y querían lavar su honor. Lo realizaron con tanto arrojo que poco después la ciudad era víctima del saqueo.

Desde allí, Alberto se dirigió contra Ardres, plaza tan bien guarnecida que nunca antes había sido tomada, por lo que se la conocía como "la doncella de Francia". Tras solo 15 días de asedio, la plaza se rindió antes de que pudieran llegar en su ayuda las fuerzas de Borbón, que habían conseguido finalmente rendir La Fera. Los sitiados, al mando de D. Álvaro de Osorio salieron de la plaza con todo su armamento, mientras que las fuerzas francesas les presentaban armas en reconocimiento al valor demostrado durante los 8 meses del asedio.

El 18 de junio de 1596 Enrique de Borbón decidió volver a Francia ya que las grandes lluvias habían enlodado toda la región e imposibilitaban las campañas. Alberto puso sitio a Hulst, aunque para despistar a los traidores del consejo, envió el grueso de su ejército contra Breda. Cuando acudieron allí las fuerzas rebeldes, los españoles volvieron grupas y atacaron su objetivo, que cayó a comienzos de agosto tras la rendición de la guarnición francesa del fuerte Mauricio, aunque a costa de 2.000 muertos y 3.000 heridos.

Replegado Alberto a Bruselas, recibió la noticia de una nueva incursión de 5.000 franceses en Artois. Una primera fuerza enviada a detenerlos, al mando del marqués de Barambón, salió derrotada, pero la segunda, comandada por el duque de Aarschot, no solo consiguió frenarlos, sino que les persiguió hasta Francia.

1597

En enero de 1597 Mauricio de Nassau derrotó cerca de Tournai, al ejército del conde de Varas, compuesto por dos tercios de valones, uno de italianos y otro de tudescos, aprovechando que las tropas "del pays" se encontraban dispersas buscando sustento, por falta de pagas. Las tres únicas compañías de caballería italianas, mandadas por Nicolau Basta, cargaron repetidamente contra las vanguardias rebeldes, pero no pudieron impedir la masacre, que pudo evitarse de dispuesto mejor sus tropas el general borgoñón, que murió peleando bravamente. Lo peor fue la pérdida de 38 banderas, lo que mermó considerablemente el prestigio de los tercios, que hasta la fecha nunca habían cosechado una derrota semejante.

Un mes más tarde, los españoles devolvieron el golpe tomando Amiens, en terreno francés. Para asegurarse la maniobra, el general español, Hernán de Tello se hizo acompañar de 450 jinetes y 800 infantes españoles. Para entrar en la fortaleza, se envió a una vanguardia de caballería, que impidió la bajada del rastrillo principal atravesando un carro. Una vez tomada la plaza, se descubrieron en sus arsenales 28 cañones y numerosa impedimenta con la que en primavera pensaba Enrique de Borbón invadir Valonia. Inmediatamente, el maestre de campo Manuel de Vega, propuso al archiduque enviar a Amiens a 20.000 hombres que se sustentarían con el botín de la ciudad y que tras saquear toda la comarca, podrían emplearse en atacar París. El archiduque desoyó sus sabios consejos, lo que facilitó no solo la recuperación de la ciudad por parte de los franceses, sino la pérdida de 9 compañías de caballería, mandadas por Martín López, que fueron masacradas por no retirarse a tiempo tras atacar el campamento enemigo.

El archiduque no aprendió la lección y se obstinó en volver a tomar Amiens, pese a la opinión de Vega, que pedía tomar primero los fuertes que la defendían para recuperar municiones y vituallas. En este punto contraatacó el de Borbón con lo más florido de la caballería francesa y un nutrido contingente de artillería, obligando a los españoles a replegarse. Enrique mantuvo después la iniciativa y asedió Dorlan, pero hubo de desistir ante la llegada de refuerzos. Llegado el invierno, el archiduque se retiró a Brujas y comenzó a planear la toma de Ostende, lo que a primera vista parecía imposible por las formidables defensas de la plaza. Para colmo de males, Enrique de Borbón penetró por Luxemburgo obligándole a levantar el cerco y los rebeldes tomaban varias plazas en Frisia: Bekrin, Grol, Murs y Lingen.

1598

Todo esto provocó duras críticas hacia el archiduque por parte de las tropas, que veían con qué facilidad se perdían plazas que costaba tanto ganar y le reprochaban que hubiera sido educado para el arzobispado y no para la guerra. Ajeno a esta situación, Felipe II le concedió la mano de su hija mayor, la infanta Isabel Clara Eugenia y las 17 provincias neerlandesas como dote. Por su parte, Enrique de Borbón había iniciado conversaciones de paz con la mediación del papa Clemente VIII. Los comisionados de ambos bandos se reunieron en Vervins en febrero de 1598, junto a emisarios holandeses e ingleses que intentaron obstaculizar el tratado, que se firmó finalmente en mayo de ese año. Los españoles veían reconocida su soberanía sobre las 17 provincias, así como sobre el condado de Borgoña. A cambio debían devolver a Francia todas las ciudades tomadas desde 1559.

El 12 de julio de 1598 Alberto fue investido como soberano de los Países Bajos tras respetar sus fueros. Inmediatamente después se trasladó a España para contraer nupcias con la infanta Isabel, pasando por Alemania para recoger y escoltar a Margarita de Austria, que debía hacerlo con el príncipe Felipe. Quedaba como regente de Flandes su primo el cardenal Andrés de Austria. Lejos de esperar pacientemente, las tropas españolas, dirigidas por el almirante de Aragón, D. Francisco de Mendoza, tomaron las villas frisias de Zelckenrin, Ductechon, Esculembruk y Disburgk. En estos asedios participó como maestre de campo Carlos Coloma, que había llegado a Flandes como soldado a los 19 años y ya ostentaba 26. Durante ese invierno, el elector de Colonia al que tantas veces habían socorrido anteriormente, se negó a alojar a los tercios, por lo que hubo de convencerlo a cañonazos.

Los tercios ociosos se amotinaron en Gante, Amberes y Lieja, obligando a Andrés a conseguir dinero para pagarles. En marzo, tres compañías de caballería de servicio en Güeldres se toparon con el doble de enemigos y consiguieron repelerlas, pese a que la mayor parte de nuestros jinetes murieron en el empeño. Para atajar nuevos desastres, Andrés decidió emprender una campaña por Frisia, para lo que requirió al almirante, que se negó por tener órdenes de Alberto de permanecer en Alemania. El cardenal le acusó de traición y envió dos compañías de caballería a prenderle. Como no lo consiguió, intentó entregar el mando del ejército a su hermano, el marqués de Burgart, lo que tampoco logró. Desesperado, puso sitio a Bommel, pero lo acabó levantando cuando tuvo noticias del regreso de su hermano.

Sólo el amor fraternal le salvó tras conocer el nuevo soberano de Flandes los desastres ocurridos durante sus 10 meses de ausencia. Andrés regresó a Alemania, mientras el emperador Rodolfo II exigía la retirada de las tropas españolas de sus dominios. Alberto accedió, pero la falta de paga provocó un nuevo motín general de los tercios, que padecían además las inclemencias de un durísimo invierno. Nassau sacó partido y las tropas alemanas y valonas que custodiaban el fuerte destinado a sitiar Bommel, se pasaron a su bando.

Por aquellos tiempos llegó a Flandes el genovés Federico Espínola, que movido tanto por el afán de gloria como por el deseo de servir a España, dilapidó su fortuna personal armando flotas con las que atacaba a las rebeldes. Causó tanto daño a los rebeldes que éstos decidieron embarcar un ejército de 18.000 infantes y 2.500 caballos para sitiar Gante. Agustín de Herrera defendió la plaza con tanta bravura que les obligó a retirarse hacia las dunas de Nieuport. Allí les acometieron las fuerzas del almirante Mendoza, que seguían amotinadas por falta de pagas. Ello no impidió para que, desoyendo a sus jefes, masacraran a los rebeldes de todos los fuertes que se encontraron por el camino, hasta que se estrellaron contra el grueso de Nassau. Aprovechando que nuestra caballería se encontraba exhausta por la falta de descanso, la enemiga consiguió derrotarles, quedando en el campo 2.500 españoles y 5.000 rebeldes. Pese a todo, su valeroso esfuerzo desarticuló el ejército de Mauricio, que tuvo que reembarcarse hacia Holanda hostigado por Espínola, mientras que Alberto reforzaba Nieuport con los restos de sus tropas.

En esta situación quedaron ambos ejércitos cuando en España fallecía Felipe II, dejando un heredero de 20 años más interesado en el despilfarro cortesano que en las guerras de Flandes. No obstante, las provincias rebeldes también pasaban por apuros, ya que, confiadas en el pillaje que esperaban de la campaña de Mauricio, sufrieron una gran decepción al verle volver con las manos vacías.

1601

La situación a la muerte de Felipe II se mantuvo estable hasta que en julio de 1601 Mauricio de Nassau al mando de 20.000 hombres conseguía rendir Remberch, plaza desde la que los españoles bloqueaban la navegación por el Rin. En respuesta, el archiduque accedió a las presiones de los nobles valones y puso cerco a la plaza fuerte de Ostende, defendida por 4.000 hombres. Para dividir las fuerzas sitiadoras, Mauricio intentó tomar Bois-le-Duc, que resistió el envite gracias al empeño de sus defensores. Los de Ostende, adivinando su pronto final, se mostraron partidarios de rendir la plaza, pero solo como una estratagema para ganar tiempo y permitir la llegada de refuerzos. Al conocer la verdad, los tercios se lanzaron al asalto, pero fueron repelidos tras perder 800 hombres.

En junio llegó a Flandes Ambrosio Espínola, que como su hermano prestaría grandes servicios a España. Con los refuerzos que trajo de Italia, el almirante Mendoza marchó al encuentro de Nassau, pero no pudo impedir que tomara Grave, por lo que fue llamado a España y puesto en prisión. El archiduque asumió el mando directamente y consiguió hacer retroceder a Mauricio hasta Holanda, lo que le permitió concentrarse de nuevo en el sitio de Ostende.

1602

En 1602 Federico Espínola viajó a España para solicitar al rey 12 galeras, de las que, tras un largo retraso, solo se le concedieron 8. De estas, entre los temporales y los ataques de holandeses e ingleses, solo 3 llegaron a Flandes y en un pésimo estado. Este mismo año menudearon los motines, destacando el de Hostrat, que implicó a 3.000 soldados.

1603

A comienzos de 1603 Ambrosio regresó a Italia para conseguir refuerzos, pero tuvo que interrumpir las levas al tener noticias de la muerte de su hermano en un enfrentamiento contra galeras holandesas. Mauricio seguía intentando distraer tropas del sitio de Ostende, que ahora estaba bajo el mando de Espínola, para lo que atacó con éxito La Esclusa, que inexplicablemente no fue socorrida pese a su proximidad al ejército sitiador. Este tuvo por fin éxito un mes más tarde, pero las 50.000 vidas que costaron sus tres años de asedio difícilmente se podían compensar con el botín obtenido.

1604

Ese mismo año, muerta Isabel I, subió al trono inglés Jacobo I, que en agosto de 1604 se avino a firmar la paz con España, desamparando así a los rebeldes. Inexplicablemente, el duque de Lerma aceptó un tratado humillante, en lugar de intentar devolver a los ingleses tantos años de interferencias. Una de las vergonzantes condiciones obligaba a los ingleses a devolver a España las plazas ocupadas solo si no eran reclamadas antes por los rebeldes.

1606

Estos respondieron al tratado atacando Amberes con dos ejércitos, mandados por Mauricio y Ernesto de Nassau, pero no consiguieron rendirla. Mientras el conde de Bergh sitiaba La Esclusa, Espínola avanzó por Frisia, recuperando varias plazas importantes como Lingen y Rimberg, y derrotando a Mauricio en Grol, durante el invierno de 1606.

1607

Al año siguiente, una flota holandesa de 30 navíos atacó Gibraltar, causando graves destrozos en los bajeles allí fondeados. Impaciente por conseguir la paz, Alberto devolvió a Mauricio parte de sus posesiones dinásticas, consiguiendo así una tregua de 8 meses.

1609

Felipe III acabó desentendiéndose de las conversaciones de paz, delegando por completo en el archiduque, que acabó firmando el 9 de abril de 1609 en Amberes una tregua que habría de durar doce años. Se reconocía la independencia de las Provincias Unidas, se devolvían todos los territorios que pudieran corresponder por herencia a la casa de Nassau y todos los bienes confiscados por el duque de Alba a Guillermo de Orange. Sin embargo, de todos los bienes eclesiásticos situados en zona rebelde, solo se devolverían aquellos que no hubieran sido enajenados en la fecha del tratado. Simultáneamente se condenaba a muerte a todos los soldados reales que se hubieran amotinado justamente por falta de paga, durante los 10 años del gobierno del archiduque, concediéndoles un plazo tan corto para abandonar Flandes, que muchos fueron capturados por los naturales en busca de recompensa.

Tras 40 años de guerra, se hacían recaer las penas precisamente en aquellos que habían dedicado su vida al servicio de la corona y no en los que la habían provocado.

Referencias

Notas

Bibliografía

  • Giménez Martín, Juan. Tercios de Flandes. 1999.
  • Strada, Famiano: Guerras de Flandes. Colonia. 1632/1681.